Los viajes y la fotografía siempre han ido de la mano. He conocido a muy pocos viajeros sin cámara y a muy pocos fotógrafos a quienes no les guste viajar. Los primeros son una raza singular que sólo necesitan del diafragma de sus ojos para procesar en su memoria cada momento sin necesidad de aparatos externos para inmortalizarlo. Son pocos y dignos de admirar. Yo soy de los que se recrea a la vuelta de un viaje con los recuerdos capturados en la cámara.
Me gusta la fotografía y creo que es un elemento ligado profundamente a los viajes. Al no ser profesional -ni pretendo serlo-, siempre he dado prioridad a la comodidad en detrimento de la sofisticación. Prefiero una buena compacta que una reflex. Ya sea a los pies del Everest, en un metro o en la jungla prefiero llevar la cámara en el bolsillo y tardar menos de cinco segundos en realizar la instantánea.
Mi vieja Ixus 70 se quedaba corta en muchos aspectos. Por muchos malabarismos que hiciera editando vídeos o en photoshop, tenía la sensación de pasar por la cirugía estética innumerables veces en busca de una belleza plástica imposible de conseguir. Ya se sabe, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
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Así que la semana pasada me compré una Canon Powershot S100 en busca de una compacta con las mejores prestaciones posibles. Los más de 400 euros invertidos se merecían además un extra y me apunté a un curso de fotografía para entender el funcionamiento de mi nueva herramienta y algunas prácticas fundamentales en el mundo de la fotografía.
Joan Vendrell y Guillem Calatrava conforman el equipo de Naturpixel que nos guiaron el pasado sábado por las calles del barrio del Born en Barcelona.
Desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la tarde disfrutamos de una interesante clase de introducción a la fotografía donde aprendimos muchos trucos y elementos básicos de la cámara.
Fue una mañana helada que afortunadamente empezó con una sesión práctica tomando un café con leche en un bar. Durante algo más de una hora estudiamos el uso del diafragma, la velocidad, la exposición y la velocidad.
Tras la clase teórica salimos a la calle a realizar un fotowalk por las calles del Born de Barcelona dando rienda suelta a nuestra imaginación y aplicando los elementos aprendidos durante la sesión.
Cada cámara es un mundo y durante el paseo pudimos preguntar cualquier duda que teníamos sobre nuestra cámara. Fue sensacional ir probando la teórica aprendida y aplicarla en la vida real junto a un profesional que te indicaba las posibilidades compositivas que la luz, las sombras, las líneas y la gente nos ofrecía ante nosotros.
La clase-fotowalk costó 55 euros. Tras el curso, me parece que añadir esos euros al precio inicial de la cámara era una tarea casi obligada y me alegro de haberlo hecho.
Encontraréis más información sobre los cursos de fotografía que realizan Joan y Guillem en Naturpixel.
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Quique,
yo estoy pensando en comprarme una reflex automática, pero no tengo ni idea, así que un cursito de estos no me iría mal, pero primero necesito la cámara…
Que bueno que renueves el armario fotográfico… parece una tontería, pero las fotos son el 70% del post y no te das cuenta hasta que empiezas a cuidar las fotos… Yo estoy también en ello y necesito un curso!! Veremos si cuadro el que tengo planificado o si no, de cabeza a uno de estos!
Saludos.
Hola,
que pasada de reportaje!! Sin duda ahora veré Barcelona con otros ojos, cada paseo, cada visita me imaginaré una foto, pues aunque lo intentara tampoco lograría sacar unas instantáneas como estas.
un saludo
Quiero el curso en Madrid porque allí voy a vivir dentro de mes y medio escaso :P
Bueno, yo me uno a Ku con la pregunta!!! (Y yo si estoy en Madrid)… Al menos tenemos Los Talleres de la Casa de la Torre, que están francamente bien…
y, ¿por que quieres el curso en Madrid si estás en Nueva Zelanda? en el próximo viaje secuestramos a algún freaky de la cámara para que nos haga un curso acelerado!
Oye, qué pasada! La foto de la abuelita y la mano molan un montón. Qué pena que no hagan esos cursos en Madrid :(