
La reputación de tener el Metro más bello del mundo es para la ciudad rusa de Moscú, así que no es fácil hablar de otro sistema de transporte subterráneo sin que las comparaciones sean odiosas.
Pero como en Tashkent está el único Metro en funcionamiento de toda Asia Central, es recomendable como atracción turística y su diseño es de herencia soviética – de hecho, la primera línea se inauguró coincidiendo con el 60 aniversario de la URSS -, me permito esa licencia.
Antes que nada he de advertir, con toda la seriedad que da el que se ubique en una dictadura de facto, que está terminantemente prohibido hacer fotos del mismo, ya que se considera una instalación militar.
Lo prohibido atrae, lo se por propia experiencia, pero ni pensar en sacar la cámara en el andén de una estación o en el interior de un vagón. Además de que hay policías en las escaleras de bajada, también os los encontraréis antes de pasar las barreras de acceso controlando vuestra documentación y bolsas – “¿Pasaporte, por favor? ¿Puede abrir la mochila?” – a veces con un saludo y una sonrisa, otras veces con fría indiferencia.
Y por si los carteles de “Fotos No” crearan alguna duda, siempre hay al menos un policía o empleado/a de Metro paseando por los andenes, vigilando que se cumpla la ley.
No he preguntado, ni querido averiguar, si las consecuencias de quebrantarla son una simple advertencia y borrado de las fotos, confiscación de la cámara o incluso, y es lo más probable, una multa – o soborno – añadidos a lo anterior. Aunque en la frontera de Uzbekistán con Tajikistán estuve demasiado cerca para mi gusto de averiguar la seriedad con la que se toman las infracciones.
Si el tren es mi medio de transporte terrestre preferido para medias y largas distancias, cuando hay Metro – que no es más que un tren eléctrico subterráneo – en una ciudad que visito, no puedo dejar pasar la ocasión de hacer al menos un viaje en él. Y en Tashkent hice más de uno y de dos.
Por 600 soms – menos de 20 céntimos de Euro – que cuesta la ficha azul de plástico que sirve como billete, podéis recorrer los 36 kilómetros a lo largo de los cuales se extienden sus tres líneas actualmente en funcionamiento – se está trabajando en una cuarta – y hacer transbordos entre las mismas.

De sus 29 estaciones, las que más útiles os pueden resultar – por lo menos para mí lo fueron – son las siguientes:
Chorsu, Línea 2, Azul, para Chorsu Bazar.
Kosmonavtlar, Línea 2, Azul, por la decoración de su interior, homenajeando a Vladimir Aleksandrovich Dzhanibekov, el primer astronauta nacido en Uzbekistán y que subió al espacio en la misión Soyuz 27.
Toshkent, Línea 2, Azul, para acceder a la Estación de Ferrocarril.
Con materiales de aspecto sólido, como metales, granitos o mármoles, todas las estaciones tienen un diseño diferente en cuanto a colores, decoración, o – y esto me pareció curioso – iluminación. En algunos momentos os parecerá que estáis en un pasillo entre dos salas de un Museo. En otros, que camináis por el acceso a una sala de baile.
Aunque uno haya ido a Uzbekistán atraído por los vestigios literarios e históricos de la Ruta de la Seda, en esas primeras 24 o 36 horas que se pasan en el país no hay excusa para no darse un paseo por el Metro de Tashkent. Puede ser para ir con precisión germánica a algún lado o sencillamente para deambular de andén en andén, pero la cavernosa y palaciega belleza de sus estaciones no deja indiferente a nadie.
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Fotos «Espía» | Avistu