Hace ya más de un año que los ataques se suceden en el pueblo sirio. La ONU, como habitualmente ocurre en los países pobres reaccionó tarde y estableció el 10 de abril como fecha límite para que cese la represión. Sin embargo, ya estamos a 11 de abril y el supuesto «alto al fuego» se ha saldado con más de 50 muertos. Los atentados y ataques a la población se suceden y muchos sirios ya han emprendido el éxodo hacia países vecinos como Turquía en busca de un lugar más seguro.
Siria se levanta sobre la cuna de la civilización occidental. El río Eufrates cruza una buena parte del territorio sirio y su hermano Tigris delimita la frontera de Siria con Iraq. Dicen que la Biblia es la mejor guía de viajes para visitar Siria y los países colindantes. No van mal encaminados e incluso los arqueólogos aseguran que el país apenas ha sido excavado en comparación con la magnitud de tesoros históricos que esconde.
Es por esta razón que la comunidad científica se está preocupando por las últimas noticias que llegan del país.
Durante las últimas semanas se han registrado saqueos en lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como Palmira y Apamea. Según El País, Hiba al-Sakhel, un responsable de museos en Siria, tiene constancia de actos de pillaje en estas zonas como excavaciones clandestinas en Palmira e incluso han recibido un vídeo que muestra a gente arrancando mosaicos a martillazos en Apamea. Piezas del museo de Hama han sido robadas, Apamea ha sido bombardeada por el ejército y una fuerte vigilancia trata de mantener intacto el castillo del Crac des Chevaliers.
Muchas de las piezas robadas son luego vendidas en países fronterizos como Líbano o Turquía en el mercado negro.
A finales del 2009, visité Siria en un viaje que me llevó por el Oriente Medio recorriendo a su vez Jordania, Egipto, Israel y Palestina.
De Siria me quedé enamorado de su gente -lejos de cualquier tópico, pocos lugares como en Siria he encontrado a gente tan amable y humilde-.
Asimismo, de Siria destaco a su vez una gastronomía exquisita y finalmente algo difícil de explicar. Esa sensación de observar que el paisaje urbano ha sido adaptado para el uso humano y no al revés como sucede en muchas otras ciudades. Mezquitas con vida propia, zocos laberínticos, aromas que perfilan la arquitectura de las calles, carreteras donde el burro, el coche y mujeres vestidas de negro comparten prioridad.
A continuación paso a destacar los lugares que más me gustaron de Siria. Espero que la guerra no los destruya y puedas disfrutarlos en un futuro no muy lejano:
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Índice de contenidos
Damasco y La mezquita de los Omeyas
Damasco es una de las ciudades más antiguas del mundo. Las milenarias puertas de la ciudad encierran tesoros declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como la Mezquita de los Omeyas, una de las más importantes del mundo árabe y donde la religión y la vida diaria se entremezclan con sonrisas, niños correteando, hombres leyendo versículos del Corán y mujeres comentando el día a día.
Afortunadamente para los no creyentes, la mezquita de los Omeyas en Damasco es una de las pocas de su religión donde la entrada al público no musulmán está permitida.
En el interior de las puertas de Damasco también encontraréis callejuelas cubiertas para evitar el sol, fenomenales restaurantes para disfrutar de la buena gastronomía siria como Al Hawali, hamanes donde relajarse tras una buena caminata por las calles de la ciudad como el Nureddin, uno de los más antiguos de esta ciudad milenaria.
Tras el haman se hace necesario sentarse y disfrutar del momento y lugares como el an-Nofara, con una buena shisha -o narjelah tal y como la llaman en Siria- y un té, os dejaréis ir por la entonación árabe del cuentacuentos que preside el local sentado en un trono relatando historias y leyendas de un pasado siempre mejor.
Asimismo, en el centro de Damasco existe un barrio cristiano, la única zona de la ciudad donde podréis tomaros una buena cerveza, que cohabita sin problemas ofreciendo un curioso horizonte de cruces y minaretes.
Las cruzadas trajeron la arquitectura medieval europea y uno de los mejores ejemplos es el castillo de Crac des Chevaliers. Una de las construcciones medievales mejor conservadas que he visto. El edificio se halla sobre un peñasco a 750 metros de altura con extensas vistas al valle y al vecino país del Líbano.
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Se levantó durante el siglo XI y desde entonces tanto europeos y musulmanes han usado su posición estratégica para dominar la región. Sin duda, una de las visitas obligadas en Siria.
Hama es el nombre de la ciudad que más veces hemos escuchado en las noticias durante este último año. Junto con Homs, la ciudad ha sido asediada múltiples veces y cada semana un nuevo listado de muertos y heridos aparecen en las noticias. Desafortunadamente, no es la primera vez que Hama es famosa por sus muertes, en el año 1982 el ejercito sirio bombardeó la ciudad para sofocar la revolución suní en una auténtica masacre.
Cuando paseamos por Hama hace poco más de dos años esta pequeña ciudad desbordaba tranquilidad. El río Orontes cruza el centro y los antiguos molinos de agua del siglo XI a. C. se suceden sobre el cauce formando un escenario y colorido digno de admirar.
A lo alto de Hama se levanta la antigua ciudadela, hoy en día en ruinas, aunque las vistas a la extensa población merecen la excursión.
Adentrarse en Alepo es retroceder miles de años en la historia. La ciudad ya fue habitada por los hititas durante el 1800 a.C., sus zocos laberínticos parecen sumergirse bajo tierra y los olores nos transportan a una época medieval. La ciudadela de Alepo empezó a ser construida a mediados del tercer milenio antes de Cristo y sus imponentes paredes presiden la ciudad y son visibles desde cualquier punto.
Decir que Alepo fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco es poco. Alepo es mucho más que eso. La tercera ciudad más grande de Siria ostenta el título de ser la ciudad que ha sido habitada de forma continuada por más tiempo.
Es delicioso perderse por las calles de su interminable zoco, picotear frutos secos, carne de cordero o dulces, tomarse un té en cualquier esquina cercana a la mezquita de los Omeyas y disfrutar del espectáculo humano de ver la vida pasar ante nosotros.
Palmira fue la capital del reino nabateo -la civilización que creó la maravillosa ciudad de Petra en Jordania– y su reina, Zenobia, luchó de forma valerosa contra los ejércitos romanos que invadieron la zona durante el siglo III d.C. Tras la derrota pidió auxilio al vecino imperio persa y los romanos se asentaron en Palmira donde levantaron templos y ciudades.
Hoy en día, podemos ver una larga procesión de columnas, un anfiteatro y restos de templos romanos en esta zona árida y repleta de vistas panorámicas especialmente desde la colina donde se levanta el castillo árabe. Desde esta atalaya podréis contemplar el complejo de Palmira en toda su extensión y el amplio oasis cuyo verde contrasta con el árido desierto del sur de Siria.
Tras repasar la riqueza que Siria aporta al viajero, sinceramente espero que el sufrimiento que asola al pueblo sirio termine pronto y sus gentes puedan disfrutar nuevamente de los placeres cotidianos que aportan su cultura rica, sabia, y sencilla en su compleja historia milenaria.
me encanto este articulo, y me gustaria visitar Siria
Otra posibilidad interesante (al menos hace un par de años) era «saltar» a Beirut, en Líbano, la Suiza de Oriente Próximo, otro país singular, con una idiosincracia muy curiosa,gente amable, grandes contrastes y excelente gastronomía.
Es una lástima que los pueblos se queden solos en el mundo cuando no tienen nada que le interese a occidente… Espero que pronto se ponga orden y vuelvan a recuperar sus vidas tranquilas.
gracias por contarlo.