Creo que antes de visitar un país siempre es interesante leer un poco sobre su historia y las gentes que lo habitan.

El caso de Burma o Myanmar es especialmente interesante y se hace totalmente necesario informarse antes de entrar a conocer un país cuya realidad opresiva e impactante es directamente proporcional al carácter bueno y hospitalario de sus gentes.

En un lenguaje coloquial podríamos decir que los burmeses no han tenido nada de suerte a lo largo de su historia.

Al principio fueron clanes y reyes antiguos los que vertieron sangre de inocentes en guerras internas o expansionistas. Nada que no viéramos en Europa en la Edad Media. Lo malo es que llega el siglo XX y los ingleses campan a sus anchas con sus métodos imperialistas, después los japoneses los esclavizan y explotan durante la Segunda Guerra Mundial sólo para que los ingleses los liberen y aguanten unos años más en el poder.

En la actualidad -y van ya largas décadas- existe un Gobierno -dictadura- militar enmascarado. Fue militar hasta hace algunos años, con sus uniformes y todo. Lo que pasa es que la gente quería alguna forma de democracia, hubo algunas revueltas y se anunciaron elecciones. Aung San Suu Kyi presentó y ganó por mayoría abrumadora.

Los militares cogieron la salida más fácil. Se mete a esta mujer en la cárcel, se convocan nuevas elecciones y algunos militares se cambian los trajes de medallas por una camisa y vaqueros -o la falda burmesa, mejor- y se presentan como demócratas de pro.

La gente va a votar casi a punta de pistola sin mucha elección. El slogan era muy sencillo «O me votas o te dejo frito y te tiro la casa abajo. No necesariamente en ese orden». Aun así tienen que trucar el recuento de votos para ganar. Pero ganan.

En un país de 55 millones de personas uno se pregunta cómo estas cosas pueden llegar a pasar sin que haya un levantamiento general. Sin embargo, una vez viajas por el país, hablas con la gente y tratas con ellos, puedes empezar a entender las cosas.

Hablando con otros viajeros, comentábamos si veíamos factible que se contagiara el momentum revolucionario de los países árabes a lugares como Burma. En este caso el derramamiento de sangre es inevitable, pero el regímen del país asiático es tan opresivo -o bastante más- que el que viven países como Libia o Egipto.

Según lo veo yo, las diferencias radican en la educación y temperamento de unos y otros. En Burma no son muchos los que consiguen llevar a sus hijos al colegio y universidades. De hecho, estas últimas han sido desplazadas a kilómetros fuera de las ciudades como consecuencia de las revueltas que fueron originadas en el ámbito intelectual en el 2007. Un pueblo inculto o analfabeto siempre será más fácil de manejar para unos líderes sin escrúpulos que utilizan las grandes riquezas naturales del país para comprar más armas y engrosar sus cuentas personales.

Otra diferencia es la extrema docilidad e inocencia de un gran porcentaje de burmeses. Incluso en las zonas en las que empieza a surgir el turismo hay mucha gente cándida que simplemente se te acerca para cruzar unas palabras en su pobre inglés y conocer un poco más sobre la vida en el exterior. En hoteles y restaurantes llevan a la enésima la potencia la máxima de «el cliente siempre tiene la razón» hasta un punto en que casi te sientes mal por pedirles algún favor porque parece más una relación de amo y señor de los tiempos colonialistas que la de cliente y dueño.

El Gobierno mantiene una conexión a internet ridiculamente lenta en todo el país y la gasolina se vende a precio de oro -¡1 Euro el litro!- para gentes cuyo salario medio ronda los 25 o 30 euros al mes. Se puede conseguir gasolina a mitad de precio en el mercado negro y las colas -y vimos muchas- pueden llevar hasta un día de espera.

Iberia Express

El objetivo de todas estas trabas a la información y el desplazamiento de gentes está claro: limitar la contaminación a ideas del exterior y la movilidad para tener a la gente lo más controlada posible.

En Bagan pasé dos tardes con Sooleuy, un pescador de 26 años que había participado en las manifestaciones de Rangún de 2007. Fue encarcelado por año y medio. Mientras le pegaban en la cárcel, los soldados tiraron su casa abajo. Ahora hablaba conmigo de política en una isleta formada por el río, tras nadar un poco los dos. La oreja más cercana estaba a 500 metros, una distancia segura. Ésa es la única forma en la que él hablará de política desde las palizas en la cárcel.

Un país lleno de gente extremadamente buena gobernado por unos auténticos cerdos. Una pena muy grande.

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