Como lo prometido es deuda vamos a continuar nuestra ruta gastronómico-viajera por el Mediterráneo, deteniéndonos esta vez en Sant Carles de la Ràpita, casi en la frontera de Cataluña y Valencia y sin duda un lugar que mantiene sus tradiciones marineras en forma, apostando por un tipo de turismo sostenible e integrador que os va a permitir disfrutar de las peculiaridades gastronómicas de la zona y conectar directamente con la gente que vive y cuida un entorno y un paisaje realmente especiales.
Llegamos de noche hambrientos y cansados pero con la antena de la curiosidad bien desplegada al hotel Juanito Platja lugar perfectamente ubicado al borde (mejor dicho, encima) de la laguna del Delta del Ebro y desde el cual nos desplazamos a Can Batiste para disfrutar de una cena basada en uno de los productos estrella de la zona, la cigala, aprovechando que estábamos en Abril que es cuando se celebran las jornadas gastronómicas de dicho crustáceo.
Hemos de destacar la presentación y la técnica de los platos que nos ofrecieron, cinco preparaciones con texturas y tratamientos diferentes para cada uno (en crema, emulsionadas en mantequilla, salteadas, a la sal y en tempura) en las cuales la frescura del ingrediente principal y su esencia marina se notaban perfectamente.
Si a esto le añadimos un pescado a la plancha y un arroz meloso «mar y montaña» de pollo de corral… y cigalas y acompañamos a todo el menú con un excelente vino de la zona elaborado con garnacha blanca os podemos asegurar que el cansancio se evaporó como por encanto dejándonos listos para la apretada agenda del día siguiente.
Por la mañana temprano fuimos al puerto a coger una lancha que nos llevaría al medio de la laguna del Delta, en aguas muy poco profundas, para conocer a Agustí, nieto e hijo de pescadores que sigue manteniendo las artes tradicionales de pesca de la zona y con el cual podéis compartir una mañana de pesca de «batre» en su pequeña barca de madera como si fueseis pescadores de toda la vida.
La actividad consiste en subirse con Agustí a su barca de madera e ir recogiendo los peces que se quedan enganchados en la red de casi un kilómetro que previamente él ha extendido en forma de espiral en la laguna.
Básicamente recogeréis doradas, sepia, «xucla», lubina y pulpo. La excursión vale mucho la pena, Agustí y su mujer Ciara os explicarán cada gesto y cada detalle, además podéis meteros con él en el agua y aprender a desenganchar de la red las capturas del día (ojo porque es bastante complicado) si queréis mas detalles buscad su página de Facebook porque creo que os va sorprender.
Luego del pescado, otro producto emblemático del Delta del Ebro como la ostra, la ostra rizada más exactamente. Para verla y catarla en su entorno lo mejor es irse a la zona de bateas que hay en la bahía dels Alfacs y desde allí coger un barco tipo golondrina para visitar una de las 60 bateas que hay para tomarse unas cuantas ostras con cava mientras el viento salado que va hacia el interior de la laguna te da en la cara.
No os preocupéis si os parece que os han servido demasiadas porque en esa bahía se producen más de 300 toneladas al año que mayormente se exportan a Francia. Y en el caso de que no os gusten las ostras también tenéis mejillones. La generosidad de la gente del Delta del Ebro no tiene límite.
Como curiosidad os contaré que pudimos probar ostras al natural en conserva de L´Avi Agustí, propietario de la batea que visitamos y que por cierto no es familiar del Agustí anterior. Una buena idea para aprovechar los excedentes de producción pero bastante difíciles de encontrar fuera de las comarcas del Delta.
Después de tanto esfuerzo y con el gusto salado de las ostras todavía en el paladar nos fuimos a comer a Can Pons, un excelente restaurante con especialidades locales como los mariscos de la zona y el arroz donde pudimos dar cuenta de una magnífica paella y unos buñuelos de bacalao francamente buenos que nos sirvieron para recuperar fuerzas para visitar la lonja de pescado de Sant Carles de la Ràpita justo cuando entran los barcos a descargar las capturas del día.
La visita es muy cómoda ya que las instalaciones están acondicionadas para que puedas ver desde arriba la actividad de los compradores y vendedores de pescado, un espectáculo que se guía por una reglas muy sencillas y transparentes ya que todo el mundo tiene acceso a la misma información; peso, tipo de pescado, el barco que lo ha capturado y el precio de salida (la lonja fija un precio que va bajando a toda velocidad hasta el momento en que un comprador decide quedarse el lote) y en el que la simple visión de tanta frescura de los maravillosos productos de un mar tan generoso como el Mediterráneo hace que te olvides de los «otros mercados», esos que salen todo el rato en las noticias y que mucho tendrían que aprender de cualquier lonja como esta de Sant Carles de la Ràpita.
Otra cosa curiosa que descubrimos charlando con el gerente de la lonja fue que en ella se negociaron en 2011 más de 300 tonelada de galera. Y justo cuando nos empezábamos a interesar por ese crustáceo 100% mediterráneo nos tuvimos que ir rumbo a Vinaròs. Lo que no sospechábamos es que en allí nos íbamos a encontrar de nuevo a nuestra curiosa amiga la galera.
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Pero esa es otra historia…
Y todo lo demás! Sobre todo esas cigalas salteadas!
Que buena pinta tienen esas ostras!!