Una de las sensaciones que más me gustan cuando abandono la ciudad, es el hecho de poder disfrutar de los cielos nocturnos sin la omnipresente contaminación lumínica. En mi memoria quedan grabadas a fuego las noches que pasé a más de 5.000 metros de altura mientras recorría la parte boliviana del Salar de Uyuni o las que he podido disfrutar mientras guío a los grupos de turistas por los senderos que recorren las suaves montañas del este de Myanmar, donde moran la gran mayoría de los integrantes de la etnia Shan. Noches de cielos despejados y repletos de estrellas, ayudados por una luna casi ausente. De esos que te hacen sentir pequeño. Sin embargo, no es necesario viajar tan lejos para disfrutar de estos regalos de la naturaleza, pues en España contamos con una impresionante calidad de cielos en puntos como las islas Canarias y la zona de Granada y Almería. Fue precisamente en Almería donde tuve una experiencia realmente fascinante: la visita al Observatorio de Calar Alto (o Centro Astronómico Hispano en Andalucía (CAHA), como se le conoce oficialmente).
No obstante, dos noches antes de poder recorrer las instalaciones de una de las instalaciones astronómicas más punteras de Europa, también disfrutamos de un taller de observación de estrellas en la sierra de Baza.
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Taller astronómico en la Sierra de Baza
Tras una excesiva, pero exquisita, cena en el Bar-Restaurante Juventud de la población de Campo Cámara, nos subimos a la furgoneta 4×4 que nos tenía que llevar a un pequeño claro en las rugosas laderas de la sierra de Baza. El vehículo iba dando tumbos por los caminos casi a las 12 de la noche, en un mes de octubre que estaba siendo especialmente generoso en cuanto a temperaturas y cielos claros.
Tal fue así que lo primero que nos dijo el bueno de Javier al llegar – además de recordarnos que habíamos llegado más de una hora tarde a nuestra cita – fue que teníamos unos cielos perfectos para observar las estrellas.
Tras hacer unas breves presentaciones en completa oscuridad, Javier se presentó como un auténtico apasionado de la astronomía – no hacía falta que lo pregonara demasiado, pues tanto eso como su agudo humor ácido eran palpables al poco de conocerle – que nos iba a tratar de dar un rápido taller sobre observación de estrellas.
Javier era un tipo que, además de saber muchísimo sobre astronomía, sabía transmitir su conocimiento de manera sencilla, haciéndolo entendible para gente que, como nosotros, éramos nuevos en la materia.
Ayudados de su telescopio – el cual me pareció bastante grande en ese momento, pero que me resultaría enano cuando viera los del Observatorio de Calar Alto un par de día más tarde – y su puntero láser, pudimos descubrir grupos de estrellas, alguna constelación bastante conocida, el anillo de Saturno y el planeta rojo: Marte.
El frío era intenso, pero la emoción de poder admirar – en mi caso, por primera vez – esas maravillas hacía que no lo sintiera. Estuvimos reunidos en torno al telescopio hasta la 1.30 de la mañana. A pesar de estar molidos (llevábamos dando vueltas desde las 7 de la mañana), nadie quería concluir la sesión, pero dejaríamos lo mejor para la mañana de un sábado cualquiera.
Observatorio Astronómico de Calar Alto
El termómetro iba descendiendo vertiginosamente en relación inversamente proporcional a la altura que íbamos ganando. Y es que el CAHA (u Observatorio de Calar Alto) se halla a unos 2.170 metros sobre el nivel del mar.
Las masas de pinos fueron menguando conforme nos íbamos acercando a la extensa planicie de la sierra de Filabres sobre la que se extienden los gigantescos telescopios y diversas instalaciones del observatorio.
Cuando llegamos al edificio principal, y como no podía ser de otra manera, ya nos estaba esperando un Javier que se sentía orgulloso de vernos acudir a la cita con puntualidad británica. No se lo podía creer. A pesar de la temprana hora y el frío, Javier estaba radiante y es que estaba a punto de mostrarnos su enorme y puntero patio de juegos.
Historia de Calar Alto: el observatorio astronómico más grande de Europa continental
Mientras comenzábamos a pasear por aquel vasto complejo de aspecto de estación espacial y entre aquella especie de enormes peones blancos de una celestial partida de ajedrez, Javier nos iba contando un poco de la historia del que es el observatorio astronómico más grande de Europa continental.
Fue así como descubrimos que fue fundado en 1973 tras un acuerdo entre el instituto alemán para la astronomía Max Planck y el gobierno español. Era una época en la que la carrera por conocer nuestra galaxia y sus estrellas estaba desbocada y los alemanes tenían a sus científicos recorriendo todo el mundo en busca de cielos propicios para la investigación. Fue así como dieron con este bello rincón almeriense. Durante muchos años, las instalaciones fueron usadas, principalmente, por los alemanes, pero la cosa se igualó tras un acuerdo firmado en 2005.
46 años después, en 2019, el Instituto Max Planck dejó de ser socio y ocupó su lugar la Junta de Andalucía.
Las blancas torretas que guardaban los cuatro telescopios del observatorio nos parecían colosales por fuera, pero más nos sorprenderían al ver su interior.
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Los telescopios de Calar Alto
Subiendo unas escaleras de caracol nos internamos en la torreta que albergaba el telescopio más grande del complejo. Se trata de un «ejemplar» con una lente reflectora de 3,5 metros de diámetro. Debido al protocolo covid-19 no pudimos bajar a la zona en la que se encuentra el telescopio en sí, armado sobre la mastodóntica horquilla que le permite girar. Sin embargo, lo podíamos ver perfectamente desde una sala en alto que disponía de una amplia cristalera.
Allí Javier nos explicó cómo funcionaba aquel gran telescopio, que fue inaugurado en 1984 y que se utiliza, principalmente, para buscar planetas extrasolares (aquellos que orbitan en torno a estrellas distintas del Sol). Obviamente, ningún turista puede poner su ojo en el visor del megatelescopio, pero es que ya nadie hace eso. Ni siquiera los científicos. Ahora, todos los datos que recogen los telescopios van directamente a los ordenadores y aparatos del centro de control, donde son analizados concienzudamente por los expertos.
Sin embargo, si sientes ese arrebato romántico de mirar a las estrellas a través de la lente de un gran telescopio, que sepas que puedes hacerlo en algunas visitas guiadas al complejo, ya que a veces dejan que los turistas miren por la lente del telescopio más antiguo de Calar Alto. Se trata de un telescopio que posee una lente de 1,23 metros de diámetro, y se utiliza para estudiar estrellas y algunos planetas lejanos. Es el único telescopio europeo de ese tamaño que se permite que lo use gente de a pie.
Existen otros dos: uno de 2,2 m, con el que se estudian agujeros negros y galaxias activas, y otro de 0,8-1,2 m.
Visitas guiadas en Calar Alto
Las dos horas de recorrido por Calar Alto se me hicieron cortas y me quedé con ganas de más. No pudimos ver las instalaciones al completo, con las casas del personal, el «hotel» donde se hallan las zonas comunes de convivencia y en el que se alojan los visitantes (científicos) que vienen tan solo por unos días, y las salas de operaciones de los científicos. Ni tampoco los otros telescopios. Pero, sobre todo, me habría gustado visitar el observatorio por la noche, cuando se realizan talleres astronómicos en ese lugar envidiable.
Por supuesto, en estas actividades nocturnas no se utilizan los telescopios de las instalaciones (ni se puede entrar a los edificios que los albergan, pues se encuentran en uso) sino otros portátiles, pero de un calibre suficiente como para arrancar varias exclamaciones al público tras mirar por sus lentes.
Quizás para la próxima vez.
Si estás interesado en visitar el Observatorio Astronómico de Calar Alto, te aconsejo que lo hagas con Javier o alguno de sus compañeros de la empresa Azimuth.
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