La ruta senderista del Pas del Badall en Alicante

Descubrimos una de las sendas menos transitadas y más bellas de la provincia de Alicante. Acantilados, bosques, montañas y cuevas que fueron habitadas en el Neolítico

La mayoría de la gente cree que en Alicante sólo tenemos buenas playas, pero lo cierto es que la provincia destaca también por sus numerosas montañas que, aunque no alcanzan altitudes asombrosas, sí que proporcionan un buen número de rutas senderistas de primer nivel. Ya he descubierto decenas de ellas, pero hace poco tuve la fortuna de que un antiguo amigo del colegio me propusiera una que superó todas mis expectativas: la ruta senderista del Pas del Badall.

Esta ruta, ubicada en el puerto de Sa Creueta, no lejos de la población de Castell de Castells (norte de la provincia de Alicante, en la Marina Alta), es algo exigente, pero ofrece como recompensa unos paisajes que quitan el habla y una conexión total con la naturaleza, pues son muy pocos los excursionistas que la conocen.

Estrechos senderos, bosques, matorrales, cuevas, cornisas que dan vértigo, montañas que parecen cortadas por un hacha (con un perfil que ofrece cierta similitud al que muestran las montañas protagonistas del Parque Nacional de Ordesa), antiguas terrazas de cultivo abandonadas y mucho más en una de las mejores rutas senderistas de la provincia de Alicante.

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Características técnicas de la ruta del Pas del Badall en Alicante

Vistas montañas con barranco y mar
Foto © David Escribano

La ruta del Pas de Badall, que discurre por el PR-CV 465, posee una exigencia media (que puede variar a alta si no estás acostumbrado a realizar rutas rompepiernas y descender por zonas algo complicadas en las que tienes que ayudarte con cadenas) y sus características dependen del tramo que quieras realizar.

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Nosotros nos decantamos por una ruta circular, en forma de ocho, que poseía una longitud cercana a los 13 km.

Se puede realizar, yendo tranquilo y disfrutando del paisaje, en algo más de 5 horas.

Nosotros tardamos algo más, al ir con perros pequeños y tener ciertas dificultades a la hora de pasar con ellos los pasos con cadenas más complicados. Además, no teníamos ninguna prisa, pues tuvimos la suerte de disfrutar de un radiante día de sol en el bello diciembre alicantino.

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La ruta está señalizada, pero en algunos tramos de la misma no es tan sencillo ver las marcas en las rocas y conviene llevar la ruta en Wikiloc o tener la aplicación de Maps.me, ya que ambas funcionan offline y nos encontraremos que, en muchas ocasiones, no tendremos cobertura móvil.

No es adecuada para llevar niños y, como pude comprobar, tampoco perros pequeños que no estén acostumbrados a pasos complicados (los nuestros no tuvieron ninguna dificultad con la distancia, pues eran jóvenes y estaban en forma).

sentado en una bañera en el campo
Foto © David Escribano

Por último, recordarte que siempre conviene llevar un pequeño botiquín de primeros auxilios para solucionar pequeños percances que puedan ocurrir durante la ruta.

Cómo llegar al punto de inicio de la ruta del Pas del Badall en Alicante

Para comenzar esta bonita ruta, lo primero que tenemos que hacer es conducir hasta el Port de Sa Creueta, en Castell de Castells. Si vienes desde Alicante, tienes, aproximadamente, unos 75 minutos de camino.

La última parte es por una carretera de montaña plagada de curvas y tendrás que tener cuidado, sobre todo si decides hacer la ruta durante el fin de semana, con los muchos ciclistas que campan por la zona. La mañana de domingo que fuimos nosotros, encontramos más de un centenar de ellos, tanto amateurs como equipos profesionales que contaban con vehículos de apoyo y toda la parafernalia.

Dejamos nuestro coche justo junto al cartel que anuncia la cima del puerto de Sa Creueta, situada a 780 metros sobre el nivel del mar. En el lado opuesto de la carretera hay una casa de una planta y fachada blanca. Con ambas indicaciones seguro que no te resulta complicado encontrar el lugar, pero, por si acaso, aquí te dejo este mapa:

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Después, la caminata nos llevará por el barranco de Almadich y la sierra de Ses Cordelleres, pasando por la gran grieta del paso del Badall y la fuente de Penya Blanca.

Experiencia en la ruta senderista del Pas del Badall

encina centenaria en Alicante al sol
Árbol centenario en la ruta. Foto © David Escribano

Nada más bajar del coche comenzamos a ascender levemente, pasando una cadena y dejando a nuestra izquierda, tras un minuto de caminata, unas cajas de madera en las que se había paneles de miel cultivada por abejas.

Ese primer tramo fue sencillo. Subíamos sin descanso, pero el sol de diciembre, a pesar de campear sin oposición en el cielo, no nos castigaba demasiado. La vegetación estaba compuesta por los típicos arbustos mediterráneos y algún pino, aquí y allá.

Al coronar la primera colina encontramos un cruce en el que decidimos seguir recto. Al ser una ruta circular, sabíamos que después volveríamos por el otro ramal que ahora dejábamos de lado.

Aquí la ruta se allana hasta llegar a un lugar realmente curioso, ya que encontramos un buen número de bañeras antiguas esparcidas por una pequeña pradera. Quizá sirvieran de abrevadero para el ganado, pues durante toda la ruta senderista del Pas del Badall y la sierra de Ses Cordelleres hallamos inconfundibles señales (en forma de caca de cabra) de que aquella es zona de pastoreo.

En cualquier caso, fue un hallazgo realmente original y nos paramos a tomar algunas fotos.

bajando acantilado en la naturaleza
Foto © David Escribano

Después del breve descanso, proseguimos la ruta y no tardamos en comenzar un sube y baja que, aunque nos comenzó a pesar en las piernas, nos regaló unas espectaculares vistas de las montañas y los bosques que tapizaban el fondo de la grieta. Los paredes pétreas imponían y el sendero discurre aquí, en muchas ocasiones, muy cerca de un precipicio al que no aconsejo asomarse si tienes cierto vértigo o miedo a las alturas.

Tras este tramo rompepiernas, tocaba comenzar un descenso pronunciado al fondo del barranco. El lugar era increíblemente precioso y esa sensación de conexión con la naturaleza se acentuaba al no cruzarnos, en todo el día, más que con un solo grupo de excursionista. ¡Y eso que era un bello domingo de diciembre! Eso nos dio una buena idea de lo desconocida que era la ruta.

Antes de comenzar el descenso nos tomamos nuestros bocatas caseros disfrutando de unas vistas espectaculares que abarcaban hasta la Sierra del Montgó y el mar Mediterráneo.

Justo después de proseguir con la ruta, nos encontramos con el tramo más complicado – y divertido – de la ruta del Pas del Badall.

grieta en pared de piedra descenso cadenas
Foto © David Escribano

Primero atravesamos un par de cortados estrechos en la roca, para los que han puesto cadenas que nos ayudan considerablemente. Tras eso, toca meterse en una pequeña cueva y realizar otros pasos con cadenas y peldaños de hierro. Toda una aventura que nos costó algo realizar debido a que los pequeños perretes – Wayra, Leo y Roque – entraron en pánico cuando vieron los saltos de roca. Los pobres acabarían el día rendidos, tanto por el esfuerzo físico realizado como por las fuertes emociones vividas.

Tras pasar la zona de cadenas y rocas, el sendero siguió descendiendo hasta el fondo del barranco. Aquí encontramos bosque mediterráneo y zonas húmedas, cobijadas por las montañas en una zona de umbría realmente bella.

La senda se volvió llana y placentera, entre pinos, encinas y otros árboles.

Sin embargo, sabíamos que no debíamos hacernos ilusiones, porque al encontrarnos en la parte más baja del barranco, el camino que nos quedaba sólo podía ser de subida.

La ascensión es bastante pronunciada y hay que estar muy pendiente de las señales dibujadas en la roca, pues el sendero deja de parecer tal en las zonas rocosas más altas. Desde lo alto del cerro, la recompensa nos llegó en forma de un atardecer inolvidable.

atardecer en la montaña alicantina con mar de fondo
Foto © David Escribano

El último tramo hacia el coche es de bajada y bastante sencillo.

Aunque a nosotros se nos hizo de noche por culpa de una inoportuna lesión, lo ideal es planear, ya casi regresando al aparcamiento, la visita a la Cova de Dalt, una magnífica cueva que se halla – si la haces en el mismo sentido que nosotros – hacia el final de la ruta.

La Cova de Dalt posee una gran sala de 56 metros de largo, 25 metros de ancho y entre 12 y 15 metros de altura. Hay vestigios que indican que estuvo poblada durante el Neolítico, sirviendo de refugio para el ser humano, primero, y después como vivienda e incluso corraliza, ya que los pastores recogían el ganado allí al llegar la noche o cuando el mal tiempo arreciaba.

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