El territorio de Terres de l’Ebre, ubicado al sur de Cataluña y formado por las comarcas del Bajo Ebro, el Montsiá, la Tierra Alta y la Ribera de Ebro, es un lugar perfecto para disfrutar de unas vacaciones completísimas, ofreciendo gastronomía, cultura, paisajes y actividades a los viajeros. Hace unos años, tuve la suerte de poder acudir a las estaciones naúticas de Sant Carles de la Ràpita, uno de los principales núcleos de población de Terres de L’Ebre para probar varias actividades acuáticas por primera vez en mi vida.
Viniendo desde Alicante en tren, nos apeamos en la estación castellonense de Vinarós, donde un amigo nos esperaba para llevarnos al pueblo de Sant Carles de la Ràpita. Una vez en destino, tuvimos el tiempo justo para subir a un mirador desde donde pudimos observar los fantásticos colores del delta del Ebro y el mar Mediterráneo, dejar las cosas en nuestro pequeño hotel y salir a disfrutar al máximo de nuestro tiempo en Sant Carles.
Empezaríamos por el wakeboard.
Wakeboard
Tan sólo 15 minutos más tarde ya estábamos cambiados sobre la plataforma desde donde bajaríamos al agua de la laguna creada para la práctica del wakeboard. Josep nos ayudaba a meter los pies en las botas fijas a la tabla mientras nos daba las últimas indicaciones para salir del agua con éxito.
Reconozco que, la noche antes de partir, tuve que mirar en Google fotos de wakeboard para ver de qué iba la cosa.
Consiste en un cable de acero en uno de cuyos extremos estás tú, cogido a un triángulo e intentando mantenerte de pie sobre la tabla; y en el otro puede haber una lancha o, como en este caso, un sistema de cables y poleas que tiran de ti a lo largo de un recorrido por la laguna.
Como nunca fui diestro en el ski y otros deportes de coordinación o equilibrio, mi sorpresa fue mayor que la de mi amado público cuando salí correctamente del agua al primer intento. Después Josep me bajaría los humos diciéndome que no era tan raro que eso pasara, pero en ese momento yo era bastante feliz.
Durante los 10 ó 15 minutos que estuve practicando, conseguí hacer una buena línea recta sin caerme e intentaba ir dominando los giros cuando sonó la bocina. Una pena porque estaba disfrutándolo como un niño. Josep no confió mucho en nosotros porque ambos éramos novatos pero nos fuimos con la sensación de que nos podía haber dado un poco más de velocidad. En 2 ó 3 horas ya nos veíamos saltando sobre las rampas que tienen montadas para los que más controlan. La caída habría sigo de órdago pero nos habríamos estado riendo durante mucho tiempo.
Paddle Surf
Tras esta breve introducción al wakeboard nos fuimos con Gerard, un chaval que rebosaba buen rollo y naturalidad por todos lados y que nos ganó al instante. Él era el encargado de darnos la clase de paddle surf y atendimos como buenos alumnos a las explicaciones que nos fue dando sobre las tablas, remos, mar y técnica.
El día era espléndido. Sol fulgurante en un cielo totalmente despejado y las aguas de la bahía estaban casi como un plato. Perfecto para la práctica de este deporte.
Nos pusimos de rodillas sobre la tabla en una zona de muy poca profundidad y comenzamos a dar las primeras paladas con cuidado de no tocar el fondo arenoso. Al poco, nos incorporamos e iniciamos una travesía de unos 45 minutos sobre las grande tablas de aprendizaje.
Nos contaba Gerard -antiguo profesional del Kite Surf que ha competido por medio mundo- que el paddle surf es una disciplina que está ganando tantos adeptos por ser un deporte muy completo. Yo había sido sincero y le había comentado que me parecía un tanto insulso comparado con el surf y él lo comparó con el ciclismo. Un deporte tranquilo -aunque puede ser de adrenalina si usas el remo para girar en grandes olas como si fuera surf- en el que trabajas muchas zonas de tu cuerpo. Muy sano, muy completo y relajado, donde también trabajas en tu equilibrio.
Y lo del equilibrio se no dio bastante bien porque no nos caímos ni una vez, aunque también hay que decir que no encontramos ni una sola ola de consideración en nuestro paseo. Lo importante es situarse bien centrado sobre la tabla y mantener la vista al frente mientras remas. Si miras hacia abajo estás perdido y caerás.
Tras pasar la tarde con Gerard, cenamos algo y dimos una vuelta por Sant Carles, respirando, y disfrutando, su aire de extrema tranquilidad. Al día siguiente teníamos una cita con nuestro profesor de kitesurf.
Pincha aquí para hacer tu reserva.
Kitesurf
Eolo -dios mitológico del viento- no quiso que tuviéramos la oportunidad de hacer algo un poco más emocionante en la escuela de Kitesurf que visitamos.
Aunque a nosotros -novatos en el tema- nos parecía que sí que soplaba un viento decente, Jonathan y Pere -instructor y uno de los socios- nos aseguraban que no era suficiente para hacer algo en el agua. Y tenían razón, porque no se veía a nadie surcando las olas atado a su cometa.
Aun así, el bueno de Jonathan accedió a darnos un pequeño curso de hora y media para que nos iniciáramos en el manejo de la cometa, aunque fuera en la arena.
Estábamos en la preciosa playa del Trabucador, una franja de arena casi virgen que separa el mar abierto de la bahía más cercana al delta y de aguas mansas. Es una lengua marrón claro que apenas se divisa desde la lejanía y sorprende por su belleza cuando la visitas.
Jonathan nos habló sobre los principios básicos para volar una cometa y la montamos juntos. Después nos mostró cómo hacer ochos en el cielo sin que la cometa cayese, a pesar de que el viento había perdido un poquito más de fuerza.
Mi amigo y fotógrafo Juan Carlos fue mucho más diestro que yo en este campo. Después de tres ó cuatro caídas, consiguió hacer unos ochos muy decentes y la mantuvo en el aire durante unos buenos minutos. Yo, sin embargo, casi acabo con la pobre cometa a base de golpes, de todas las formas posibles, contra la arena.
Jonathan nos explicaba que, aunque hubiésemos tenido un viento decente, nunca nos habría metido en el agua en tan poco tiempo. El kite es un deporte fascinante -según los amigos que lo practican- pero no es tan fácil poder navegar solo y exije, como mínimo, un curso de 8 horas de duración.
Después nos mostró una cometa de las que usan ya en el agua y la montamos juntos, explicándonos para qué servía cada parte de ella y las normas básicas de seguridad. Hoy en día no es como antaño y es casi imposible, con las mejoras técnicas que se han dado en las cometas, tener un accidente serio haciendo kite.
Nos despedimos de nuestro monitor y de Pere para poner rumbo a las salinas de Món Natura. Pero éso ya es otra historia.