Lo reconozco: yo no sirvo para quedarme tirado en la toalla mientras me doro al Sol. Es algo superior a mí. Por eso acogí con tanta alegría la propuesta de viaje a la isla de Tenerife para descubrir todos los atractivos que puede ofrecer lejos de las arenas costeras. Y doy fe de que son muchos.
Durante las primeras veinticuatro horas en la isla ya había deducido que era cierto lo que me contaban. Era mi primera vez en Tenerife y había quedado fascinado con los paisajes verdes que estaba viendo. Yo era de los que pensaba que la isla era sólo apta para aquellos que buscaban un turismo fundamentalmente playero. Mi salto en parapente desde los 2.200 del puerto de Izaña, dos horas de surf y una tarde remando en kayak pegados a la base de los acantilados de Los Gigantes, eran prueba suficiente de mi error al prejuzgar.
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Además, el clima en la parte norte de la isla -la zona más verde y montañosa- es bastante más inestable de lo que tenemos en mente. Los vientos alisios crean aquí el fenómeno llamado mar de nubes, con nubes bajas que dotan de humedad a las tierras del norte.
La mayor cantidad de humedad existente en estas zonas ha creado un paisaje que me hizo preguntarme en más de una ocasión si me encontraba de vuelta en mi querida Irlanda o en una de las islas Canarias.
Las posibilidades en Tenerife para los amantes del senderismo son muchas pero aquí os voy a contar cosas sobre los dos lugares que pudimos explorar, en mayor o menor medida.
Parque Rural de Anaga
El parque rural de Anaga es un espacio natural protegido situado en el Macizo de Anaga, formación montañosa y región histórica emplazada en la punta nordeste de la isla de Tenerife.
La zona protegida se extiende entre los municipios de Santa Cruz de Tenerife, Tegueste y La Laguna.
Llegamos al centro de visitantes de la Cruz del Carmen siguiendo la carretera TF-12 procedentes de La Laguna. Allí nos esperaba el bueno de Iván, de la empresa Teno Activo. Nos tomamos un café rápido en el bar-tienda del centro y condujimos hasta el comienzo de una de las muchas rutas del parque.
Esta zona de Tenerife es un tesoro, tanto natural como geológico y cultural.
El macizo de Anaga se creó hace nada menos que 6-7 millones de años, convirtiéndolo en una de las zonas más antiguas de la isla. Las montañas que lo forman acaban muriendo en el océano Atlántico, despeñándose violentamente por una dramática costa plagada de abruptos y afilados acantilados.
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Están cubiertas, mayormente, por un manto verde compuesto tanto de hierba, para el ganado, como de un tipo de bosque que resulta ser un tesoro natural a nivel mundial: la laurisilva. Este tipo de vegetación es típico de lugares húmedos con temperaturas medias elevadas. En zonas continentales se puede encontrar en algunos países de América Latina pero este antiguo bosque –data de la Era Terciaria– sólo se encuentra a nivel insular en las islas llamadas Macaronesia: Azores, Canarias, Cabo Verde, Madeira y Salvajes. También existen partes de bosque termófilo (dragos, sabinas, almácigos…) y fayal-brezal (brezos, acebiños, tejos).
En el apartado zoológico abundan los invertebrados y las aves, con especies endémicas como la paloma de la laurisilva.
En cierto modo, te pone un poco los pelos de punta el saber que estás caminando por senderos y rutas con plantas y rocas que llevan millones de años allí. Te sientes realmente insignificante.
La senda era de escasa dificultad y pudimos disfrutar de un paseo tranquilo bajo arcadas formadas por las ramas de los árboles. Había llovido durante el día anterior y el suelo, de tierra y piedra, estaba realmente resbaladizo. Sin embargo, esto es normal aunque no llueva, ya que este tipo de vegetación conserva la humedad de manera excepcional, convirtiéndola en una importante reserva acuífera para toda la isla de Tenerife.
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Tras una hora de caminata llegamos a una parte del camino algo más despejada y quedamos impresionados por la belleza de las vistas. Las escarpadas espinas dorsales cubiertas de verde se extendían a nuestra derecha, recortadas contra el azul intenso del Atlántico. Algunos viejos caseríos aparecían aquí y allá. Unas 3.000 personas siguen llevando aquí una vida sencilla basada en la agricultura y ganadería. Quizá muy parecida a la que los guanches tuvieron en estas tierras fértiles antes de la llegada de los castellanos.
Acabamos la excursión en el mirador de Aguaide. Desde él se observan varios acantilados que mueren en playas salvajes a las que sólo se puede acceder por mar.
Un viaje en el tiempo que te teletransporta a bosques de otra Era.
Parque Rural de Teno
De forma totalmente improvisada y debido a la cancelación -por mal tiempo- de otra actividad que teníamos prevista, fuimos con Iván a conocer un poco de su tierra de nacimiento.
El parque rural de Teno se encuentra en el extremo oeste de Tenerife. La vegetación es parecida a la que hay en el macizo de Anaga, aunque el bosque de laurisilva está mucho más extendido en el parque del nordeste.
Hay especies endémicas de la zona amenazadas como la paloma de laurisilva -también presente en Anaga- y lagartos que se esconden en un terreno accidentado cuyo máximo exponente es el acantilado de Los Gigantes.
Hay una comunidad de unas 1.500 personas que también habita en caseríos y se dedica a la agricultura y ganadería, produciendo y vendiendo -a escala local- miel, queso, papas del país, azafrán y frutas. También se trabaja el mimbre y la palma y algunas casas cuentan con hornos de teja o pan.
Dimos un breve paseo por una senda que nos enseñó Iván. El clima no acompañaba y unas nubes densas y grises nos apremiaban a buscar cobijo más pronto que tarde. Entonces, nos guió hasta un ejemplo vivo de los antiguos establecimientos que aún venden productos locales. En un pequeño bar que parecía haberse quedado estancado en los años 60 ó 70, la señora Cipriana nos puso un buen vino y un inmejorable queso de oveja producidos por ella misma. Nos comentaba que no éramos los primeros que veníamos a grabarle o entrevistarle para algún programa o revista. Bajo su aparente timidez se vislumbraban unas tablas que indicaban que nos decía la verdad.
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Prometí a Iván que volvería algún día con más tiempo para explorar su tierra como se debe. Espero poder cumplirlo pronto.
maravilloso , todos los años visito Anaga tres o cuatro veces .Es un santuario para mi . alli se esplica en directo la lluvia horizontal , padre y madre del milagro de este bosque del terciario .Un saludo y ya era hora de la declaracion de Reserva de laBiosfera .Simplemente magnifico y a disfrutarlo