Ruta en coche por Marruecos de una semana

Marruecos probablemente sea el destino más próximo a España, y con un montón de opciones de vuelo a bajo coste, que nos transporta en apenas una hora y media a una cultura y escenario bien distintos de la realidad occidental que nos rodea. Sin lugar a dudas, viajar a Marruecos es la forma más rápida de llegar a un lugar donde los contrastes se hacen evidentes y disfrutaremos de una escapada lejos de lo cotidiano.

Alquilar un coche en Marruecos es sencillo, también lo es la conducción por el país. Y esta forma de desplazamiento, tras mi experiencia, resulta ser la ideal para viajar y conocer de forma independiente los lugares más impresionantes de Marruecos.. Podréis encontrar las mejores ofertas y con seguro incluido para evitar sorpresas a través de nuestro comparador favorito Rentalcars.

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Apurando las horas del atardecer sobre el coche

La gastronomía del país es estupenda. En cualquier lugar podéis parar a comer y no echaréis de menos los restaurantes caros ya que todos acostumbran a cocinar platos tradicionales y apenas existen diferencias a excepción del precio y la presentación. Cuscus, tajines, humus, pollo con almendras y otras maravillas culinarias que os enamorarán. El té a la menta marroquí le añade ese toque fresco ideal para acompañar la comida.

Las montañas nevadas del Altas, desiertos que en una jornada de trayecto ya nos dan la sensación de estar en el Sahara profundo, la costa del salvaje Atlántico que roba el corazón de los mejores surferos, cascos antiguos con una historia latente, plazas que han unido pueblos y culturas durante siglos, zocos abarrotados de tiendas con todos los productos imaginables. Estos son algunos de los atractivos turísticos que vas a encontrarte por Marruecos. Sus carreteras están medianamente bien y permiten realizar un buen recorrido en coche y disfrutar de todos esos contrastes en libertad.

Camellos bajo una tormenta de arena en el desierto de Erg Chegaga

El siguiente es un recorrido independiente realizando una ruta en coche alquilado por la Marruecos berebere. Empezamos desde Marrakech y realizamos ruta circular cruzando el valle del Draa, llegando a las dunas de Erg Chegaga y siguiendo el perfil de la costa Atlántica hasta Esauria.

De esta manera conocimos la famosa Marrakech, cruzamos el Altas, contemplamos los mejores oasis, disfrutamos de las dunas del desierto y contemplamos las olas del Atlántico. En pocos días y pocos kilómetros de puede disfrutar de una brutal biodiversidad en este país que nos robó el corazón en una semana de viaje. Empezamos.

Ruta completa del viaje en coche por Marruecos de una semana

Día 1: Cruzando el Atlas Central

Marrakech – Valle de Ourika – Tizi N’Tickka – Ouarzazate – Ait Ben Haddou
200 km (aprox.)
3 horas aproximadas sin contar las paradas.

En nuestra primera jornada partimos de la puerta del desierto, Marrakech, para cruzar el gran Altas por puertos a más de 2000 metros de altura. Las vistas son espectaculares a lo largo del recorrido, el árido paisaje sorprende continuamente y poco a poco el palmeral del valle del Draa va cambiando el escenario convirtiéndose en una zona más verde y más amable. Terminamos la jornada en Ait Ben Haddou, la kasba más espectacular que jamás he visto. Un lugar idílico donde se han rodado múltiples películas.

Atravesando el gran Atlas

Para iniciar la ruta nos costó un poco dar con la vía de escape del centro de Marrakech. Las señales e indicativos en la carretera brillan por su ausencia. Nos costó una buena media hora encontrar la carretera de salida en dirección a Ouarzazate. Tras preguntar a unos cuantos locales que cada vez parecían indicarnos direcciones distintas, finalmente encontramos la vía correcta que dejaba a nuestras espaldas la bulliciosa capital de los bereberes. Lo celebramos comiendo un buen tajine en uno de los innumerables locales a media carretera donde se come barato y además, lejos de lo que la mayoría podría pensar, de maravilla.

Proseguimos la ruta que tras áridos paisajes va serpenteando por las abruptas paredes del Atlas Central. El palmeral y el verde van dando paso a un escenario de arena y rocas, baldío. La carretera se encarama en un espectacular recorrido con el paso de Tizi N’Tickka a 2.250 metros como punto más alto de la ruta. Un lugar de parada obligada para disfrutar de las vistas panorámicas que nos rodean en este escenario desolado y inerte. La única excepción en el árido paisaje de sierras extendiéndose de norte a sur la conformaban las capas de nieve perenne sobre las cumbres del Atlas.

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Esta zona es muy querida entre senderistas. A lo largo de la cordillera de Djebel Saghro se abren múltiples variantes para realizar ascensiones a los picos del Altas como el Amalou n’Mansour a más de 2.700 metros de altura. Entre profundos cañones y barrancos se obtienen vistas privilegiadas a los dos valles que rodean las montañas, el Drâa y el Tafilalet. Eso sí, para realizar senderismo en esta zona de Marruecos es necesario ser completamente autosuficientes.

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El valle del Draa

Al descender el paso de las montañas descubrimos que los conceptos áridos y baldíos no deberían unirse tan alegremente como he hecho en el párrafo anterior. Descendiendo el paso con el coche descubrimos que la zona es un auténtico paraíso para geólogos. En la misma carretera pudimos ver un gran número de locales vendiendo todo tipo de piedras y minerales.

Atravesamos Ouarzazate y descartamos dormir en la ciudad ya que es trata de un lugar de grandes dimensiones y no parecía tener un carácter singular. Por el contraro, preferimos dormir en Ait Ben Haddou donde se halla posiblemente el kasba más espectacular de Marruecos.

Ksar de Ait Ben Haddou

Atardecía cuando llegamos a Ait Ben Haddou. Los últimos rayos anaranjados del sol incidían sobre la ciudad fortificada en adobe y sus torres almenadas. El verde del palmeral alrededor del pueblo contrastaba con el paisaje árido que habíamos encontrado durante todo el recorrido.

No tuvimos dificultades en encontrar el alojamiento que habíamos reservado y rápidamente dejamos las mochilas para adentrarnos en el pueblo y disfrutar de un atardecer mágico.

En Ait Ben Haddou nos instalamos en el Bagdad Café. Un lugar de estilo tradicional con todo detalle, limpio y a buen precio. Si quieres evitar búsquedas y reservar alojamiento en el mismo sitio que nosotros podrás hacer en el siguiente enlace sin ningún aumento de precio:

Ait Ben Haddou es un ksar -una ciudad fortificada- y es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1987. No en vano, en este lugar se han grabado escenas de una multitud de películas como Gladiator, Lawrence de Arabia, El cielo protector o Jesús de Nazaret para mencionar algunas.

Uno de los pueblos siguiendo el curso del Valle del Draa

Ait Ben Haddou se encuentra rodeada por un palmeral y sus edificaciones se encuentran muy bien preservadas. Si duda, es uno de esos lugares donde perderse por sus pequeñas callejuelas es un acierto. Si tenéis la ocasión, probad de entrar en alguna de las casas de Ait Ben Haddou. Si alguna mujer os lo permite, por una pequeña donación, podréis observar cómo las mismas casa se comunican con otras callejuelas y de forma laberíntica se van acercando hasta la cima de la fortificación.

A lo largo de las calles del pueblo la electricidad no ha llegado ni por asomo por lo que es preciso aprovisionarse de frontal o linterna de mano si se visita a últimas horas de la tarde para ver el atardecer o por la mañana si se quieren ver los primeros rayos del sol.

Un atardecer a lo alto del kasba es una auténtica delicia. Desde aquí se divisa una enorme extensión del gran valle cortada por el imponente muro del Alto Altas, el palmeral antecede un mar de soledad y piedras que rodean la colina donde estamos encaramados.

Día 2: El valle del Draa

De Ait Ben Hadu a M’Hamid
290 km (aprox.)
4 horas aproximadas sin contar las paradas

Por la mañana de nuestro segundo día en ruta, nos despedimos del precioso ksar de Ait Ben Haddou, la ciudad fortificada en adobe que ha aparecido en múltiples películas de cine, y nos subimos al coche en una jornada que nos iba a llevar por el valle del Dräa y H’amid, a las puertas del desierto del Sahara, como destino final del día.

Realizamos una parada técnica en Ouarzazate, el último pueblo con facilidades antes de adentrarnos en el sur. Ouarzazate es una gran urbe y siempre ha sido un punto de encuentro entre culturas nómadas y sedentarias y simbólicamente representa la puerta del desierto. Aprovechamos para encontrar un cajero y sacar dinero ya que más adelante no nos iba a ser posible hacerlo.

Con nuestro coche de alquiler para seguir la ruta por Marruecos

No obstante, una parada con un objetivo concreto en Marruecos acostumbra a convertirse en muchas otras más. Cesare, uno de nuestros compañeros de viaje, encontró un viejo amigo que conoció en otra de sus aventuras por Marruecos y tomamos un té y acordamos posibles rutas por el desierto de Erg Chigaga con un primo suyo. Nuestra única idea era encontrar un cajero y salimos de Ouarzazate con una ruta preparada para el desierto y un destinatario para ese dinero que justamente acabábamos de sacar del banco.

Proseguimos el camino en dirección a Zagora atravesando el valle del Draa. Un larguísimo palmeral acaricia la carretera durante largos kilómetros. El Draa es el río más largo de Marruecos, nace en las nevadas montañas del Atlas y muere en el océano atlántico al norte de Tan Tan.

El valle del Draa es el más grande del país con una longitud de unos 100 kilómetros aproximadamente entre Agdz y Zagora. El río alimenta el árido terreno y a su paso va poblando su vera con palmerales y las kasbahs se suceden a lo largo del valle. Estas edificaciones de adobe amenizan el paisaje con sus bellas construcciones que parecen emerger de la misma árida tierra y sus callejuelas mágicas donde uno no sabe que le espera al girar la esquina o al atravesar uno de sus múltiples túneles.

Tombouctou_52-jours

Una señal indicando el inicio de Tombouctou 52 jours cruzando el grandioso Sahara de norte a sur nos dio la bienvenida a Zagora. El cartel anuncia el punto de inicio de una larga travesía que realizaban las caravanas con camellos en dirección a Tombouctou ya en Mali. Imaginaros el largo periplo de casi dos meses cruzando el Sahara montados en camellos con la mínima carga para abastecerse durante toda la travesía. Hoy en día el cartel es uno de los reclamos turísticos más famosos de la zona y todo el mundo corre en hacerse la mítica fotografía bajo la señal.

Zagora es uno de esos lugares que deberíais evitar en verano. En esta localidad a pocos kilómetros de distancia de Argelia, las temperaturas oscilan los 45 grados durante julio y agosto. Nosotros lo hicimos en noviembre y encontramos pocos turistas visitando la zona y realizando las típicas excursiones por el valle del Draa, sus gargantas, visitando ksars como el de Tissergate y alguna ruta senderista com la ascensión al Jbel Zagora.

Cargando maletas sobre una furgoneta taxi en un pueblo de Marruecos

Si disponéis de días, Zagora es un lugar ideal para descansar y olvidaros de todo. El mismo pueblo viene a ser un oasis comparativo con las pequeñas poblaciones que se levantan a lo largo del valle del Draa. No solamente los palmerales en Zagora aumentan su proliferación sino que también la oferta hotelera y gastronómica mejora las opciones que encontramos a su alrededor.

Una vez visitamos Zagora, seguimos hacía el sur cruzando los pueblos de Amezrou y Tamegroute. En este último existe una visita interesante en una de las bibliotecas que atesoran antiguos documentos de gran valor. Alguno de ellos se remotan al siglo XIII y se trata de manuscritos religiosos impresos sobre piel de gacela.

Colgado de los árboles como las cabras marroquíes

Más al sur de estas poblaciones se hallan las primeras dunas que encontraremos del Sahara. Las dunas de Tinfou, aparecen como un par de ovejas descarriadas habida cuenta de la enorme distancia que las separan de las auténticas dunas del Sahara. Se trata de un pequeño aperitivo para el viajero antes de internarse en el profundo desierto y hacerse una idea de lo que le espera ahí.

Tras un puerto de montaña con vistas amplias al árido valle y al palmeral de Draa llegamos por fin a nuestro destino final del día, M’Hamid.

Nos instalamos en Les Mille & une nuit, pocos kilómetros antes de llegar a M’Hamid. Un fantástico lugar con tiendas en el oasis con todo tipo de detalles y comodidades. Por 150 dinares entre cuatro tuvimos cena, cama, hamam y desayuno. Más y mejor no se podíamos pedir tras una larga jornada en el coche cruzando el valle del Draa.

La tienda donde dormimos en Les Mille & une nuit, H’mid

Negociamos con los mismos propietarios del establecimiento una escapada de dos noches con un 4×4 por el desierto. Costó rebajar el precio de inicio y al final por unos 100 euros por cabeza contratamos una ruta en 4×4, camello, dos noches en haima con la comida y agua incluida. Probablemente encontraréis precios variados dentro de la abundante oferta. A la hora de acordar un precio y un itinerario, os recomiendo seguir estos siete consejos para realizar una travesía en el desierto en condiciones.

Si quieres evitar búsquedas y reservar alojamiento y la ruta en 4×4 por el desierto de Erg Chegaga en el mismo sitio que nosotros podrás hacer en el siguiente enlace sin ningún aumento de precio:

Día 3 y 4: El desierto de Erg Chegaga


M’Hamid – Erg Chegaga – M’Hamid

Contratamos una excursión de dos noches en el desierto en M’Hamid, a las puertas del desierto de Erg Chegaga. Fue todo un acierto y disfrutamos de noches estrelladas con un confort mucho más elevado del que esperábamos encontrar.

Tras recorrer parte del sur de Marruecos desde Marrakech hasta M’Hamid, al confín con la frontera algeriana, en nuestro tercer día de ruta en coche por el país dejamos nuestro vehículo a un lado y nos adentramos con un 4×4 al desierto en una escapada de dos noches en las dunas de Erg Chegaga. Con el regateo pertinente, la excursión por el desierto nos salió por unos 100 euros por cabeza incluyendo el transporte tanto en 4×4 como en camello, noches en haima, las comidas y bebidas (botellas de agua incluidas) y los guías pertinentes.

Atardecer con el vehículo de los franceses aparcado en el mejor puesto

Unos franceses con jeep propio se juntaron con nosotros. Llevaban más de una semana viajando por Marruecos con el jeep tuneado a las mil maravillas y tenían previsto entrar en Mauritania, Mali, Niger, Libia y Túnez. Un viaje espectacular que les llevaría por la inmensidad y soledad del Sahara más profundo. Cada uno de ellos parecía realizar un viaje totalmente distinto. Uno, serio y controlando cada una de las etapas al mínimo detalle mientras que el otro iba realizando un viaje mental con su dosis de hachis marroquí con mantequilla por la mañana y sus inacabables porretes durante el día. Curiosa pareja.

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Durante las primeras horas cruzamos un desierto donde la vegetación todavía trataba de resurgir de entre las dunas. Contados matorrales y acacias trataban de impedir la apremiante victoria del desierto y alguna pequeña construcción trataba de evitar lo inevitable.

Un pastor se nos acercó en medio de una tormenta de viento y nos ofreció leche de cabra

Durante el recorrido nos encontramos con un pastor que acudió a nosotros. Arreciaba una terrible tormenta de arena que movía las dunas a su antojo. El 4×4 a duras penas podía cubrir las dunas y las gafas de sol servían de muy poco. Al ver al pastor entendimos el sentido de los turbantes que habíamos encontrado en todas las tiendas turísticas. Mientras, el pastor de cabras -que parecía haber nacido de la misma arena- se acercaba a nosotros.

El hombre, controlando el curso de sus cabras en el desierto, nos saludó. Paramos el coche y el señor nos ofreció un trago de leche de cabra.

Por supuesto, no dudamos ni un sólo segundo y probamos de su leche. Aunque sabía amarga, nos la bebimos con gusto y, tras una propina de repente, el hombre y sus cabras desaparecieron de nuestra vista.

Parecía como si el mismo desierto y la furia de la tormenta se tragaran por completo al pastor y a sus cabras de un santiamén.

¿Realmente ese hombre de las dunas visto a vernos? Ha pasado cierto tiempo y echando un vistazo atrás en el tiempo ya dudo entre lo vivo y lo irreal. Aun así, os aseguro que no fue el costo marroquí; o eso creo pensar…

Apurando las últimas horas de sol para hacer fotos al atardecer

Tras hacer una paradita para comer, proseguimos el camino hasta que el mismo camino desapareció. Con la tormenta de área el paisaje cambió por completo y estropeó de paso mi cámara de fotos. Las dunas más altas parecían llorar arena desde sus cumbres y el cielo encapotado ofrecía un paisaje fantasmagórico. Especialmente cuando avistamos una caravana de más de 100 camellos desafiando la tormenta de arena.

Nos acercábamos a las dunas más altas de Erg Chegaga. La vegetación había desaparecido y las altas dunas desfilaban ante nuestras asombradas caras.

Llegamos al destino. En un pequeño valle entre las dunas donde nos esperaban unas tiendas y Mohamed, el chico que guarda el campamento durante todo el año.

Salimos a pasear descalzos por las dunas. Tras unas cuantas subidas y bajadas por la arena, volteretas y bajadas por la arena, admiramos la puesta de sol con los colores más bellos que la arena es capaz de mostrar. Los tonos rojizos se mezclaban con el dorado ofreciendo un interminable y bello panorama.

La estupenda haima donde nos instalamos en Erg Chegaga

Por la noche refrescó y en la tienda estuvimos comiendo, hablando, tomando té y nos pusimos a contemplar las innumerables estrellas que se vislumbraban en un cielo completamente destapado..

Nos pusimos a jugar a fútbol en una valle medio rocoso entre las dunas. Bajo la luz de la luna parecía como si hubiéramos entrado en otra dimensión y nos halláramos en la misma luna.

Las estupendas dunas de Erg Chegaga

La meadita nocturna a las cuatro de la madrugada certificó que aquél cielo estrellado no era un simple decorado. Era increíble la nitidez con la que aparecían las constelaciones en ese cielo.

Durante el segundo día tomamos nuevamente el 4×4 y visitamos el lago Iriki que desde hace unos 25 años está completamente seco. Se trata de una antigua desembocadura del Draa, el río más largo de Marruecos. Realiza una enorme boca de piedra y barro seco en medio del desierto. Se aprecia alguna tienda de nómadas, alguna población y unos cuantos niños aparecieron curiosos para contemplarnos en la distancia.

El inconmensurable Sahara puede apreciarse en Erg Chegaga

Al fondo de la desembocadura seca del Draa se puede ver una isla, un enorme peñón rodeado de un gran lago o mar. Se trata sin duda de un espejismo que miente a nuestra percepción visual a partir de condensaciones de aire. Había leído sobre espejismos anteriormente en novelas pero nunca había tenido la oportunidad de ver uno en directo. ¡Realmente es para creérselo!

Tras un buen tajine nos esperaban unos dromedarios con los cuales nos dirigimos a otra haima para pasar la noche. Cruzamos el atardecer entre llanos rocosos, dunas más pequeñas que la enormidad del Erg Chegaga. En algunas dunas todavía unos cuantos árboles incomprensiblemente conseguían aderezar sus raíces en alguna parte del interior de las dunas.

La comodidad en las tiendas donde dormimos ambas noches era más que suficiente. En los dos campamentos había una haima principal a modo de comedor y una serie de pequeñas tiendas alrededor en forma de rectángulo formaban las zonas de dormitorio.

Al día siguiente finalizamos el recorrido con los camellos hasta llegar al punto de inicio en Ouled Driss donde nos esperaban con un buen desayuno.

Verdaderamente el trekking con 4×4 y dromedarios que realizamos con la familia Azizi en Les Mille & une Nuit es muy recomendable. Posiblemente pagamos más que en otras de las múltiples ofertas que existen en la zona pero considerando los kilómetros recorridos, la afabilidad de la gente, la comodidad en las tiendas y los exquisitos tajines considero que hicimos un gran hallazgo.

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Día 5: El valle del Draa y Taliouine

Ouled Idris – Taliouine
360 km (aprox.)
5 horas aproximadas sin contar las paradas

Una vez terminada la excursión por el desierto de Marruecos recogimos el coche en M’Hamid y retrocedimos por el valle del Draa. En esta ocasión nos internamos hacia Taliouine para así poder realizar una circunferencia en nuestra ruta y acercarnos a Essaouria y el mar del Atlántico.

Tras el viaje por el desierto durante tres días y sus noches respectivas teníamos pensado realizar una larga marcha hasta Taroudant. Sin embargo, la larga distancia, los múltiples puertos de montaña –algunos casi a 2.000 metros de altura- y el cansancio nos hicieron recapacitar y optamos por finalizar la etapa del día y dormir en el vecino pueblo de Talioune.

El valle del Draa, nos volvió a recibir a través de sus largos kilómetros de palmerales mostrando las kasbahs más bonitas y mejor conservadas de Marruecos. Anteriormente, visitando Ait Ben Hadu y Zagora nos habíamos hecho una idea de esta zona tan bonita del país y, en esta ocasión, decidimos darle a fondo al gas para reducir considerablemente la distancia que nos separaba de nuestro destino final.

Las montañas rocosas del interior de Marruecos, con sus desfiladeros y colores rojizos traen reminiscencias al cañón del Colorado. Y con todo el palmeral del valle de fondo ofrecen un paisaje único. Las kasbahs se conservan perfectamente a lo largo de este extenso valle y el colorido se ameniza con sus gentes, restaurantes locales apostados en la carretera, algunas tiendas ofreciendo verduras y frutas y una multitud de niños que parecen preferir el juego de la persecución al turista antes que ir a la escuela porque eso a veces da dinero.

La hora del té y del regateo en Marruecos

La mágica e insólita montaña de Jebel Kissane es el punto de inicio y final del extenso valle del Draa. Su orografía parece esculpida por algún artista medio barroco y, si me apuran, con alguna experiencia en pastelería artesanal. Tras ella, llegamos a la población de Agdz.

Tomamos entonces el desvío en dirección Agades. En algunos mapas la carretera aparece medio asfaltada o en desuso. De todas maneras, con un coche tipo turismo se puede realizar tranquilamente.

A partir de este punto atravesamos horizontalmente una multitud de valles yermos e inhóspitos donde apenas se vislumbra vida humana.

Las áridas sierras se van sucediendo una a una hasta llegar al gran Atlas situado al norte de la carretera ofreciendo un paisaje lunar y rocoso a nuestros ojos.

Ya era tarde y decidimos dar por concluida nuestra jornada en el pequeño pueblo de Talioune. Poca cosa encontramos en este pueblo de apenas una calle principal. Es, no obstante, nos contaron que era el lugar ideal para poder acceder y realizar uno de los trekking más interesantes de la zona: el Jebel Siroua.

No tomamos lo único que encontramos en el restaurante local abierto del pueblo: unas buenas keftas –albóndigas de carne- y tras digerir bien la carne y su picante nos decidimos a probar el hamam del pueblo.

Sin duda, fue mi primera experiencia en un hamam de verdad. Se trataba de un hamman de lo más tradicional abierto al pueblo, sin elementos decorativos, sin masajes y con los elementos básicos para llamarle hammam: toallas, grifos con agua caliente y fría y un cubo para tirártela encima. ¿Qué más queremos para lavarnos bien?

La entrada al hamman apenas nos costó 70 céntimos de euro al cambio y nos quedamos la mar de limpios y frescos quitándonos de encima la arena del desierto que llevábamos incrustada durante los últimos tres días.

Día 6: Visita a Esauria, la puerta al Atlántico

6º día de ruta en coche por Marruecos: Camino a la costa desde el interior

Taliouine – Taroudant – Essaouira
428 km (aprox.)
5 horas aproximadas sin contar las paradas

El camino hasta Essaouria fue largo así que realizamos algunas paradas por el camino visitando pueblos poco frecuentados por el turismo como Taroudant. Son estos los lugares perfectos para conocer al detalle como son los hammanes del día a día y comprobar que el cuscus, el tajine o cualquier otro plato marroquí se sirve de maravilla e incluso parecen más suculentos lejos de las grandes ciudades.

Un gran número de películas se han filmado en Essaouira. La belleza y buena conservación de su laberíntica medina, el puerto, la rocosa costa y su frenética actividad hacen de Essaouira un destino por sí mismo en la costa Atlántica de Marruecos.

Nos adentramos por la puerta principal al interior de la medina en busca de hostal. Essaouira es un lugar turístico pero sin la gran oferta que proponen lugares más populares como Marrakech. Así que no esperábamos encontrar un buen hostal en la comparativa de calidad-precio de la que solíamos gozar en los últimos días.

Meterse en la medina con las mochilas puestas al atardecer o, incluso a cualquier hora del día en el Magreb, es como coger un silbato, levantar los brazos y gritar: “¡Busco a alguien que me ayude a encontrar un hostal a cambio de comisión!”

Barcas y gaviotas en Esauira (c) Pixabay

Por supuesto, vinieron unos cuantos. No obstante, escapamos del asedio que, personalmente, se me antojó inferior al que esperaba. Así que iniciamos la búsqueda por nosotros mismos. Tras ver un par de hostales que no nos convencieron, les preguntamos a unos turistas que resultaron ser polacos donde se alojaban y cuánto pagaban. Nos convencieron con una cuádruple por 200 dinares y hacia el hostal Des Amis nos dirigimos. El establecimiento resultó ser sencillo pero suficiente para dormir y gastarnos el resto en una buena comida.

Por la mañana visitamos la bella medina, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, que esconde Essaouira y los pequeños talleres que se amagan tras la calles más turísticas. Nos dejamos llevar por el mercado y sus olores. Paseamos por la mellah y contemplamos las olas romper contra las rocas desde lo alto de las murallas. Nos acompañaron miles de gaviotas y el contraste blanco y azul de las casas y las miles de barcas en el puerto.

Essaouria es una buena alternativa a Marrakech para pasar unos días en Marruecos. Alrededor de la ciudad se abre un amplio abanico de excursiones entre la naturaleza o simplemente un variado listado de playas con arena fina a las que visitar. Asimismo, las olas frente a esta zona costera son muy conocidas entre los amantes del surf y cualquier otro deporte acuático.

Dos siglos más tarde, seguimos los pasos del famoso explorador y aventurero Alí Bey por las calles de Essaouria.

A través de la impresionante Puerta de la Marina nos internamos al puerto de la ciudad donde se agolpa la zona más dinámica con el habitual ajetreo de redes, pescadores, subastas y mercado.

La gran muralla rodea el casco antiguo y si os acercáis en su parte occidental encontraréis la Skala de la Kasbah, una especie de plataforma donde se puede pasear admirando las olas del mar. Este lugar ya fue descubierto durante los años cuarenta del siglo pasado cuando el director Orson Wells decidió adaptar la obra de teatro Otelo de Shakespeare al cine.

Entre alguno de los comercios que frecuentamos en Essaouria, reconozco que fue un acierto encontrar el café-pastelería Driss justo al inicio de la calle más comercial de la ciudad. Un local antiguo, auténtico y con un café y pastas fenomenales.

Una vez absorbimos lo que nos podía dar Essaouira en unas cuatro horas, proseguimos la marcha en coche ya hacia nuestro destino final: Marrakech.

Nos multaron. En el último trayecto en coche, no sólo nos multaron una vez sino dos.

La primera vez un control de velocidad nos hizo parar. Resulta que el máximo permitido por aquella zona era 60 km/h y nosotros habíamos pasado de los 70. Intentamos discutir pero sabiámos que no íbamos a conseguir nada con ello. Incluso si insistiamos sabíamos que cabrearíamos más al policía y todavía podía ser peor. Nos enseñó la multa (400 dinares) pero el señor lo arregló por 200 y sin papeles. Como si así el tipo se evitara declararlo a sus superiores… Una práctica poco sorprendente que a buen seguro ocurre en un buen listado de países del mundo.

La segunda vez que nos pararon ocurrió tras atravesar una rotonda en pleno Marrakech. El policía de turno nos hizo parar nuevamente argumentando que habíamos pasado el semáforo en rojo. No era verdad, o al menos eso nos pareció a nosotros, pero después de analizarlo entre nosotros comprendimos que lo mejor era darle la razón al policía. La prioridad en las rotondas en Marruecos no es para los que se encuentran en ella sino que va en relación al semáforo de cada una de las arterias que convergen en ella. Nosotros habíamos entrado al final del verde y debíamos parar para dejar cicular a la siguiente arteria. Es algo complicado explicarlo en un post, simplemente tened en cuenta que en el interior de las rotondas uno no tiene prioridad.

El final de la historia con el segundo policía y la segunda multa del día fue muy surrealista. Tras insistir que habíamos pasado en verde por enésima vez nos dijo que debíamos pagar la multa en el aeropuerto con una sonrisita. El policía apuntaba en un papel y no nos dio ninguno a nosotros pero aseguró que en el aeropuerto deberíamos abonar el importe de 400 dinares. Quisimos dejarlo así y no le pedimos más explicaciones. Antes de que se lo volviera a pensar y escapamos sanos y salvos para dejar por fin el coche en la oficina donde lo habíamos alquilado.

Afortunadamente en el aeropuerto no nos esperaba ninguna multa.

La plaza Jemaa el Fna en Marrakech (c) Pixabay

Día 7 y 8: Visita a Marrakech

Essaouira – Marrakech
175 km (aprox.)
2 horas y media aproximadas sin contar las paradas

Volvimos de Easouria a nuestro punto de inicio, Marrakech, donde aprovechamos para realizar una segunda visita más a fondo a esta ciudad llena de sorpresas. Podéis ver nuestro artículo exclusivo dedicado a nuestra experiencia a Marrakech a través de este enlace. Un ciudad a la que volvemos seguro.

El siguiente mapa te ayudará a encontrar otras ofertas de alojamiento en Marrakech:



Ofertas de alojamiento en Marrakech

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