Hay situaciones y lugares en los que la naturaleza te hace sentir pequeño e insignificante. Momentos en los que lo único que puedes hacer es admirar su fuerza y grandeza sobrecogedoras. Experimenté esa sensación en Islandia, cuando me encontré ante la espectacular cascada de Dettifoss, en el parque nacional Jökulsárgljúfur, situado en la parte noreste del país.
Aquí, las grisáceas aguas provenientes del inmenso glaciar Vatnajökull se precipitan de una manera potente, brutal e hipnatozadora, realizando un salto de algo más de 40 metros para continuar su alocado camino por el cañón Jökulsárgljúfur de una forma algo más sosegada.
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En cierto modo, encontrarme ante esa desmesurada fuerza de la naturaleza, me hizo recordar lo que sentí cuando visité las cataratas de Iguazú, en Sudamérica. Me quedé embobado durante más de media hora. Incapaz de mover un solo pie de aquel pedestal de roca basáltica situado ante la fuerza de los dioses nórdicos.
Algo más arriba del cañón, la cascada de Selfoss también reclama su parte de protagonismo. Y lo tiene bien merecido, pues su morfología le permite competir con las mejores cascadas de Islandia. Y eso, en un país como este, es algo digno de alabanza.
Cómo llegar a las cascadas de Dettifoss y Selfoss
Para incluir Dettifoss y Selfoss en una completa ruta en coche por Islandia, la mayoría de la gente parte de las poblaciones de Húsavik o Eglisstadir (la principal ciudad del noreste del país), dependiendo del sentido en el que estén realizando la vuelta a la isla.
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Desde Húsavik, situada al noroeste de Dettifoss, deberás conducir aproximadamente 1 hora para llegar al parking situado al oeste de la cascada. En él encontrarás bastantes plazas de aparcamiento, baños públicos gratuitos y algunas mesas de camping en las que puedes comer.
Desde Eglisstadir, al sureste de las cascadas, el camino se amplia a las 2 horas. La misma distancia, aproximadamente, tienes desde Akureyri, la capital islandesa del norte y segunda ciudad más grande del país.
También puedes dejar tu vehículo en el aparcamiento situado al este de la cascada (ambos son gratuitos). Desde allí, podrás acceder, pasando sobre las rocas basálticas, hasta justo al lado de la cascada, pero la perspectiva desde el lado oeste, y la existencia de pasarelas y miradores colocados a distintas alturas, hace que sea este el lugar preferido por la mayoría de visitantes.
Si dispones de tiempo, quizás no sea mala idea probar desde los dos.
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Características de las cascadas de Dettifoss y Selfoss
Dicen de Dettifoss que se trata de la cascada más potente de Europa. Yo no las he visto todas, pero pongo la mano en el fuego de que esta afirmación es totalmente cierta. Y es que el sonido atronador que provoca ese ingente caudal de agua precipitándose al vacío es algo difícil de olvidar.
La amplitud de la cascada de Dettifoss llega a alcanzar los 100 metros, y la caída es de unos 44 metros. Vista desde cerca me parece más ancha, pero también más baja.
Los caudales medio y máximo que se han registrado son 200 y 500 metros cúbicos por segundo. Los guías de viajes en Islandia contamos a nuestros clientes que esa cascada llenaría una piscina olímpica cada 3 segundos.
En torno a ella, el paisaje es totalmente lunar, o extraterrestre (no en vano, aquí se rodaron las escenas iniciales de la película ‘Prometheus’ (2012)), con rocas volcánicas y formaciones basálticas por doquier.
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En ese mismo paraje, unos 600 metros más arriba, se presenta otra cascada de inusitada belleza: Selfoss.
Aquí las aguas se precipitan de muchos lugares a la vez, creando una auténtica cortina de agua entrecortada, pero que también desprende una gran fuerza y regala una composición panorámica envidiable.
Es otro de los regalos del río Jökulsa á Fjöllum (más conocido con el sencillo nombre de Jökulsa), que durante 30 km no deja de realizar brincos imposibles hasta dejar que sus glaciares aguas reposen en la bahía ártica de Öxarfjördur.
La caída aquí no supera los 11 metros de altura, pero la potencia es también abrumadora.
Visitando las cascadas de Dettifoss y Selfoss
Desde que dejas la carretera principal y comienzas a recorrer los últimos kilómetros de asfalto que llevan a las cascadas de Dettifoss y Selfoss el paisaje es realmente de otro planeta.
Mosaicos informes de rocas volcánicas lo cubren todo. La línea gris de la carretera parece ser engullida por unas rocas que muestran un color muy semejante.
Al llegar al aparcamiento, lo encontramos casi abarrotado. Algo típico en el agosto islandés, y que indica que la gente vuelve a viajar y busca destinos al aire libre. Comimos algo en las mesas y fuimos a explorar las cascadas.
La primera que visitamos fue Dettifoss. Para que la vista de esta cascada te impresione lo máximo posible, te recomiendo un truco: en el momento en el que se empiezan a avistar los miradores, fija tu mirada en el suelo y sigue el sendero que desciende las escaleras hasta el mirador que está justo frente a la cascada. El más cercano a ella. Solo en ese momento debes alzar los ojos del suelo. El impacto visual (el auditivo ya viene de algo más atrás) es tremendo.
Si no lo haces así, te encontrarás, inevitablemente, con otros miradores que te van dando una vista parcial de la cascada. Nada que ver con encontrártela, en todo su esplendor, la primera vez que alzas la mirada. Es algo brutal y mágico. Un imán que te mantiene pegado a la tierra.
El agua cae de una forma tan violenta que parece que va a romper las paredes del cañón y se va a desbordar por todos lados.
Desde arriba, otras plataformas y pasarelas ofrecen una vista aérea que no deja de ser espectacular. Es, también, la zona donde más te vas a mojar, pues el vapor de agua suele tomar esa dirección.
Justo frente a nosotros, los que eligieron el aparcamiento del este se acercaban, esquivando rocas basálticas, a la cascada por el lado contrario. Se podían acercar mucho, pues no hay cuerdas ni barreras, pero la perspectiva visual es algo peor.
Tras recorrer todo el circuito durante unos 45 minutos, regresamos a la senda principal para desandar parte de lo andado y tomar el desvío que llevaba a las cascadas de Selfoss.
Tan solo 600 metros después nos encontramos con otra estampa digna de no olvidar jamás. Los salientes de roca crean como una especie de pequeños acantilados que se asoman a las aguas grises del Jökulsá. Al fondo y a los lados, el agua se desborda por el cañón, incontenible, en su camino hacia la gran Dettifoss, primero, y el océano ártico más tarde.
Aquí sí debo admitir que es mejor el lado este, pues en el oeste las cuerdas limitan los acceso desde una distancia considerable. En el este, sin embargo, y al igual que ocurre en Dettifoss, tampoco existen cuerdas y la gente puede acercarse casi hasta el agua misma.
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En cualquier caso, ambas vistas de ambas cascadas son maravillosas y permanecen como un recuerdo imborrable de cualquier viajero que visite Islandia.