
El castillo de Conwy
La tierra de Gales es una oda a la naturaleza, tradición, historia y aventura. Tuve la fortuna de recorrer parte de ella a mediados del pasado mes de junio y debo admitir que me quedé con ganas de más. Fue un viaje en el que alternamos las visitas a pequeños pueblos y castillos con actividades de aventura al aire libre y buena gastronomía. No se puede pedir mucho más.
En el ámbito cultural Gales es conocida como la Tierra de los Castillos. Cuando uno recorre en coche sus carreteras, se da cuenta de que el dato que dice que es la parte del mundo con mayor densidad de estas fortificaciones medievales, no es inventado.
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El rey inglés Eduardo I, conocido como Longshanks por sus largas extremidades, derrotó al último rey de Gales, Llywelyn, a finales del siglo XIII. Entonces dedicó gran parte de las reservas de dinero inglesas a construir una serie de castillos desde los que controlar Gales y amenazar a Escocia, próximo objetivo en la conquista del monarca.
El legado dejado por Eduardo I en Gales es conocido, hoy en día, como el Iron Ring (Anillo de hierro): una serie de fortalezas muy próximas entre sí que hacían del país un lugar casi inexpugnable.
Visitar todos y cada uno de los castillos ingleses y galeses (también los hay, por supuesto) podría llevarte bastantes días o semanas. Aquí os hablaré sobre los tres que visité.
Castillo de Conwy
En la costa norte de Gales existe un pequeño pueblo llamado Conwy. Unos 15.000 habitantes viven tranquilos a orillas del mar, amparados por una imponente fortaleza.
Paseando por el muelle, con los barcos de pesca y lanchas de recreo siendo mecidos por un suave oleaje, nos acercamos a las vastas murallas defensivas de la construcción levantada entre 1283 y 1289.
El castillo de Conwy está considerado como una de las muestras mejor conservadas de la arquitectura militar de la Europa de finales del XIII y comienzos del XIV. No en vano, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Estando de pie bajo las murallas, me parecieron verdaderos colosos y me resultaba imposible pensar cómo podían doblegar semejantes defensas con las armas de la época. Por ello resistió el sitio de 1294-95, cuando los galeses intentaron conquistarlo. Durante esa Navidad, el rey Eduardo I, al que sorprendió el ataque estando en el castillo, atendió a la misa del gallo desde su pequeña estancia escondida sobre la capilla. Allí comenzamos una visita que nos llevó a recorrer los patios interiores, prisión, cuartos de la guardia, cocinas, etc.
También me resultaron curiosas las letrinas que sobresalen de los muros. Antiguamente, el río pasaba por allí y los fluidos fisiológicos iban a parar directamente a él.
Con el paso de los siglos, el castillo de Conwy fue pieza importante en otras guerras, como la Guerra Civil inglesa (primera mitad del XVII) para acabar siendo desmantelado y convertirse en un imán para pintores en los siglos XVIII y XIX.
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Hoy en día, las rocas se han oscurecido y se han dejado colonizar por hongos y líquenes. Poco más consiguió triunfar sobre ellas.
Castillo de Beaumaris
La pequeña población de Beaumaris, hoy en día, apenas sobrepasa los 2.000 habitantes. Fueron más los hombres que necesitó Eduardo I para construir el castillo de doble anillo que constituye el mayor atractivo de esta villa asentada en el estrecho de Menai, en la isla galesa de Anglesey.
Eduardo I quiso comenzar su construcción entorno a 1285 pero la guerra contra Escocia le dejó sin los fondos suficientes y tuvo que esperar hasta 1295.
Atravesamos un puente tendido sobre un foso cubierto de agua para cruzar bajo la arcada de la puerta principal del anillo defensivo exterior. Éste estaba defendido por doce torres.

Capilla castillo de Beaumaris
Accedimos a una explanada cubierta por un verde pasto y rodeada por una segunda muralla que mostraba seis enormes torres. En esta zona se encontraban las habitaciones para los civiles. Subimos a ellas por las escaleras del lado oeste y, desde las alturas, pudimos asomarnos y contemplar la grandeza del complejo en su totalidad. Bueno, en la totalidad que pudo construirse, puesto que la falta de fondos obligó a Eduardo I a dejarlo inacabado.
El castillo de Beaumaris fue doblegado y conquistado por el William Wallace galés, Owain Glyndwr, en 1403, pero tan sólo duró un par de años en manos de un Mel Gibson con la cara pintad, en este caso, de rojo, verde y blanco.
Al igual que sus primos hermanos – el castillo de Conwy y el de Caernarfon – han inspirado leyendas y mitos que quedarán para siempre en los cantares galeses.
Castillo de Caernarfon
El más imponente desde el exterior de los tres que pude admirar. Se levanta vigilante, como un gran soldado de piedra, sobre el paso del estrecho de Menai. Era un punto estratégico para las campañas del monarca inglés y lo construyó con un gran grosor de muros y algunas características propias de las fortalezas que había contemplado en Constantinopla, ciudad en la que había batallado durante las cruzadas.
Al igual que el de Beaumaris, las obras no pudieron completarse al 100%, ni siquiera después de haber invertido la increíble (para la época) suma de 22.000 libras.
El castillo de Caernarfon sufrió el sitio de las tropas galesas de Owain Glyndwr en 1401, y otros muchos más. Cuando los Tudor (familia de origen galés) subieron al trono inglés en 1485, las cosas se relajaron y cesaron las hostilidades entre ingleses y galeses.
Ya en en 1969, el actual Príncipe Gales, Carlos, fue investido aquí por la reina Isabel II.
Son muchos más los castillos que podéis encontrar en tierras galesas. Ecos de batallas de otros siglos os esperan tras sus muros.
TFW
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