El Lago de Atitlán, en las tierras altas de Guatemala, es una fuente de vida desde tiempos inmemoriales. Es una provisión de agua dulce inagotable que, gracias a su fauna marina, provee de alimento a una gran cantidad de comunidades indígenas que complementan su actividad agraria con la pesca a más de 1.500 de altitud.
Es por ello que a vista de pájaro se pueden observar varios pequeños pueblos que salpican los márgenes del lago.
La falta de tiempo no nos permitió visitar todos ellos así que os dejo la experiencia que vivimos en los tres que pudimos explorar:
San Juan La Laguna
La kiché es la etnia que puebla este municipio de no más de 5000 habitantes.
Al llegar a San Juan fuimos directos al taller IXOQ AKJEEM donde se fabrican los tejidos que visten todas las mujeres indígenas de la región. Es una cooperativa donde trabajan 20 mujeres en la que cada creación tiene su artista que se lleva un 85% del ingreso y el resto va para la cooperativa. Nos hicieron una demostración de cómo se obtienen los llamativos colores de los distintos tejidos de forma manual. Utilizan hojas y ramas de plantas que hierven en agua y destiñen. Después ponen el material textil y se impregna del color resultante. La mujer kiché nos explicaba que de la misma planta se podían obtener distintas tonalidades de colores según el estado de la Luna el día en que se recogía. Increíble la sabiduría que tienen estas gentes sobre la naturaleza. Una habilidad que se ha perdido por completo en los países punteros.
Paseamos por sus calles observando a los escasos transeúntes que se dejaban ver a esas horas. Lo que más nos llamó la atención es la existencia de una comunidad de judíos ultraortodoxos que ha ido llegando al pueblo en los últimos tiempos. No se mezclan con nadie, no se dejaban fotografiar… Los autóctonos estaban ya un poco de hartos de sus costumbres -como bañarse en el lago en pelota picada- y, cuando nos marchamos, vimos en los periódicos que les habían dado un ultimátum para abandonar el pueblo si no cambiaban su actitud.
Pinturas mayas de colores vivos decoran las calles que llevan al embarcadero donde un par de tuktuks esperaban resignados la llegada de algún pasajero. El dato curiosos es que la mayoría de estos vehículos que vimos estaban decorados con escudos del Madrid y el Barcelona. Otra prueba de que el fútbol es un idioma universal.
En el embarcadero unos chicos pescaban con hilo mientras nos preguntaban de qué equipo éramos… Allí nos subimos a nuestra Fabiola y cruzamos el lago rumbo a Santiago.
Santiago Atitlán
Nuestro guía Pedro nos esperaba ya en el embarcadero cuando llegamos. El tiempo había cambiado en cuestión de minutos y unas nubes de un gris intenso amenazaban con vertir agua a raudales sobre una de las poblaciones más importantes del lago Atitlán, con más de 50 mil habitantes de mayoría étnica Tzutujil.
La calle que lleva del muelle al centro de Santiago está plagada de puestos de artesanías para atrapar a los turistas. Telas, güipiles, tocoyales, faldas, bufandas, mochilas, máscaras, colgantes, pendientes, pulseras, amuletos, platos de cerámica… Lo que podáis imaginar. Todo estaba allí. Es como un mosaico policromado que guía tus pasos hacia la plaza principal del pueblo y la Iglesia de Santiago Apóstol.
Era la hora de salida de la escuela y una gran cantidad de jóvenes corrían alborotados, jugaban al baloncesto o, los adolescentes, se reunían en grupos mixtos para ensayar los primeros flirteos de su vida amorosa. Todo ello a la vista del apóstol Santiago, vigilante desde el templo levantado por los españoles en 1547. Es una de las iglesias más antiguas de la región.
Al salir del templo la lluvia comenzó a arreciar y corrimos hasta la casa, propiedad del alcalde de Santiago, donde se encontraba reposando el Gran Abuelo Maximón. Maximón es una especie de deidad resultante del sincretismo entre la religión maya y la cristiana. Los creyentes van a rezarle para pedirle algo en concreto y, tras una ceremonia y una ofrenda económica, Maximón hará lo que esté en su mano para lograr que se cumpla el deseo del atormentado. Atentos, que no sólo se pueden pedir cosas buenas sino también que le ocurra algo malo a alguien al que se le tiene ojeriza. Es decir, es magia blanca y negra. La prenda a pagar por la magia negra es mucho más alta. Así que, cuidado.
La lluvia fuera de la casa era ya de carácter torrencial y nos quedamos a observar como unos fieles rezaban al Abuelo Maximón. Cuando por fin remitió, volvimos de camino al embarcadero no sin antes parar en las tiendas de las que Sele se llevó un par de máscaras e Inés un plato que mostraba, en relieve, el calendario maya.
San Pedro La Laguna
El pueblo de San Pedro La Laguna nos sirvió de base para la ascensión al volcán San Pedro, a 3.020 metros de altitud.
Vimos poco del pueblo en sí porque fuimos directamente del embarcadero al centro de visitantes del volcán y después bajamos de nuevo a la vera del lago para disfrutar de una merecida comida mientras observábamos el lento vaivén de las barcas de pescadores y kayaks del agún turista. Sin embargo, pudimos comprobar fácilmente que es cierto que se ha convertido en un lugar famoso entre hippies y mochileros que tienen ganas de descansar y dejarse llevar por la vida bucólica de la zona.
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Muchos de los bares y restaurantes cercanos al lago muestran carteles en inglés. Tienen happy hours y cocktails y se ven muchos turistas caminando por las calles de un pueblo de muy pequeñas dimensiones. Para mí eso le resta el encanto de otros lugares como San Juan La Laguna, donde no hay apenas turistas por sus calles y no está tan orientado al anglófono.
Hay varias poblaciones más alrededor del lago y puedes quedarte por allí varios días y ver cosas distintas cada uno de ellos. El lago Atitlán es lo que une a estas gentes indígenas de distintas etnias para los que el lago es una fuente de leyendas y vida.
Yes, Guatemala is a nice country inhabitated by nice people!
Such a amazing place. Nice pics !! it seems there trends and culture. thanks for posting nice views.