Hace ya más de un año que regresé de mi viaje por el continente sudamericano y cuando miro hacia atrás me da la sensación de que fue ayer cuando aterricé en Madrid con bastantes kilos de menos en mi cuerpo y de más en experiencias.
Intentar expresar o describir en palabras un continente, las diversas culturas, las emociones vividas durante esos meses, los nuevos amigos, los buenos y malos momentos, las aventuras –siempre con final feliz, menos mal-, los lugares llenos de historia, las noches de borrachera con gente que, como tú, está de paso por esa tierra –aunque, de últimas, aquí estamos todos de paso-, las noches de soledad en alguna pensión de algún pueblo perdido en el que debes pernoctar para tomar un bus que te saque de Ninguna Parte para ir a Un Poco Más Allá, las caminatas por los Andes, las playas paradisíacas, las calles llenas de vida de tantas ciudades que ponen música a tu camino…Es muy difícil que incluso los más de 100 artículos que he publicado en este blog durante y después del viaje os puedan transportar tan vívidamente a los lugares que recorrí y las experiencias que viví, aunque espero, al menos, que os hayan ayudado en vuestros viajes por la zona o a soñar con tomar la mochila y vivirlo vosotros mismos, que éso es lo que tratamos de hacer los que aquí escribimos: ayudar e inspirar.
Comencé la epopeya personal en Brasil y fue un gran acierto. Quizá es la mayor diferencia cultural que puedes encontrar en el continente, empezando por el idioma, pasando por la pasión por la fiesta y el pasarlo bien y acabando por sus exuberantes paisajes y calidez natural de su gente. Planeamos quedarnos allí unas cuatro semanas para no ir demasiado justos, pero Brasil te atrapa y el sentido del tiempo se desvanece. Pasé allí casi dos meses en total y aún me quedó por conocer casi tres cuartas partes de este país que se mueve a ritmo de samba, fútbol y caipiriñas. La vida caótica y nocturna de Río, el paraíso de Ilha Grande, el colonialismo de Paraty, el coloso industrial en Sao Paulo, la naturaleza salvaje y caimanes de El Pantanal, las cataratas más impactantes del Mundo en Foz do Iguazú, las playas, relajación y surf de Florianópolis, la belleza natural escondida de Guarda do Embaú, el europeísmo de Gramado. Brasil es un auténtico mosaico de culturas –japoneses, italianos, portugueses, alemanes…- que han creado un país maravilloso.
Después Uruguay, donde me sentí como en mi casa con los amigos y familia de un buen amigo uruguayo que aún sigue tomándose pintas conmigo en Dublín. Montevideo, la costa atlántica y Colonia del Sacramento fueron sólo un complemento a la gran experiencia personal que me llevé por la gente que conocí y disfruté por esas semanas.
Argentina, hermana mayor de Uruguay, sangre de los tanos y gallegos fluyendo por las venas de los orgullosos y bravos argentinos. Preciosas mujeres y paisajes, desiertos, glaciares, selva, pampa, gauchos y, cómo no, la mejor carne y asados del Mundo. Aquí recuperé algo de peso mientras me cuidaba mi familia mendocina. Buenos Aires, con esa mezcla entre París y Madrid, el tango y fútbol en cada esquina, la fauna marina de Puerto Madryn, los lagos de Bariloche y Villa La Angostura, los viñedos y mi familia en Mendoza, los cerros en Salta, los glaciares de El Calafate. Argentina es un país grande en todos los sentidos y por eso se respira melancolía en cada esquina, añoran siempre tiempos mejores porque nunca se conforman con lo que tienen. Amo Argentina.
Pasé luego varias semanas en ese país tan alargado que es Chile. Una boda de un amigo de la infancia me llevó a conocer a nuevos amigos en Santiago. Gente de verdad, abiertos con el gallego que llegaba sucio y cansado. Afables y de risa sincera, con ese acento que pude imitar casi a la perfección tras solo 2 semanas en su tierra. Los Andes del Maipó, la fantástica y atemporal isla de Chiloé –nadie que esté cerca de Chile debe perdérsela- Puerto Varas y el volcán del Osorno, Pucón y sus deportes de aventura, el desierto de Atacama limitando con Uyuni, La Serena y Pisco, famoso por dar nombre a ese alcohol que todo el mundo bebe en Chile y Perú.
Arequipa fue el primer lugar que pisé en Perú durante este viaje. Me atrapó por casi 10 días por su gente y su divertida vida nocturna, cóndores y cañón del Colca aparte. Después las mini-Galápagos de Paracas y el oasis de Huacachina, donde encontré nuevos amigos con los que seguir viaje. Lima y los Andes de Huaraz, con sus duras gentes curtidas por el frío, la lluvia y la montaña. El descanso en las playas de Máncora antes de cruzar a Ecuador.
Cuenca es una de las perlas coloniales de todo el continente. Son de esas ciudades en las que la cámara se convierte en compañera inseparable y sientes la necesidad de sacarle una foto a cada esquina, cada balcón y cada plaza. La naturaleza que rodea a Loja y el rafting más accidentado de mi vida en Tena. Aquella aventura por la selva ecuatoriana nunca se me olvidará. La marcha de Quito y la quietud y sencillez de las gentes de la costera Súa.
Y si el principio fue el mejor que uno pudiera desear, el final fue la guinda del pastel. Colombia me dejó maravillado en todos los aspectos. Quizá porque desconoces el lugar, poca gente comenta sobre él y tus expectativas son ambiguas: dicen que es bonito pero inseguro. Este país es una J-O-Y-A. Así, con mayúsculas. Desde las esculturas precolombinas de San Agustín a la belleza natural más impactante que vi jamás, el Parque Nacional de Tayrona. Los famosos pastusos de Pasto, el ritmo y calor de las gentes de Medellín y Bogotá, la arquitectura y fuerza caribeña de Cartagena de Indias.
Colombia fue un final perfecto a una aventura que recordar de por vida.
Fue mi segundo viaje de larga duración y la vida dirá si llegaré a hacer otro o no. Lo que está claro es que no dejaré de viajar, de sorprenderme y de admirar la forma en que otras gentes viven la vida en lugares remotos que ya me llamaban la atención cuando en mi casa ojeaba aquel Atlas enorme de tapa dura, negra que tenía guardado en el cajón de mi escritorio.
Sudamérica es una perla que sin duda merece la pena explorar, pero el mundo es enorme y el ser humano es curioso por naturaleza, y a mí creo que me pusieron ración extra de eso…Así que seguiremos con la mochila a cuestas!.