Charlando con Willem Dafoe en la noche de Buenos Aires

Me encontré con Willem Dafoe y tuve una conversación inesperada con él. (Foto: Elena Tubaro en Flickr)
Me encontré con Willem Dafoe y tuve una conversación inesperada con él. (Foto: Elena Tubaro en Flickr)

En una cálida noche del verano porteño me topé, en el barrio de Palermo de Buenos Aires, con el actor americano Willem Dafoe.

Las Navidades de 2008 fueron especiales en muchos sentidos. Era la segunda vez que estas fechas tan señaladas me encontraban en algún lugar remoto del Mundo, en medio de un viaje de larga duración. Estaba en Argentina. Más concretamente, en Buenos Aires.

Planificando mi aventura sudamericana que me llevaría a recorrer casi todo el continente en 7 meses, decidí alquilar un piso en el carismático y vivo barrio de Palermo.

Allí pasé dos semanas de mucho calor diurno y agradables birras nocturnas en las terrazas bullendo de gente.

El tiempo muerto que teníamos -el calor hacía que la siesta y el descanso fuera incluso más sagrado que en España- lo pasábamos viendo la tele mientras el aparato de aire acondicionado hacía grandes esfuerzos por quedar bien.

Aquella semana anterior a Nochebuena, uno de los canales de cine emitió películas como Platoon, Spiderman y LA Confidential. El denominador común de todas ellas era un buen actor cuya cara, debido a las marcas y duras facciones, es inconfundible: Willem Dafoe.

Mi compañero de viaje era más bien nulo en cine pero yo le expliqué un poco quién era este tío y le hablé de otras películas en las que participaba, como Arde Mississippi y Calles de Fuego.

Una noche de Martes antes de Nochevieja, Chicco -así se llama mi compañero- y yo regresábamos de cenar algo y dar una vuelta por el barrio. La noche era demasiado calurosa y a las 2 de la mañana la mayoría de restaurantes seguían abiertos, sirviendo unas pocas cenas y otras muchas bebidas.

Justo delante de la puerta de un buen restaurante que hacía esquina, Willem Dafoe estaba de pie, solitario, tomándose un vino tinto en su copa de cristal.

Willem Dafoe no es el único famoso que puedes encontrar en Buenos Aires. Aquí Maradona en la Boca. Pero éste no me hablaba
Willem Dafoe no es el único famoso que puedes encontrar en Buenos Aires. Aquí Maradona en la Boca. Pero éste no me hablaba

Yo lo reconocí desde la distancia, pero Chicco no lo hizo hasta que casi lo tuvo encima. Me dio un codazo justo al dejarlo atrás y me dijo: «¡Hey! ¡Ése era el de la tele!». Yo confirmé sus sospechas y le aconsejé que no fuera a decirle nada, pensando en la clásica aura de grandeza que se le atribuye a las estrellas de Hollywood.

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Chicco pasó de mí y desanduvo los pocos metros que nos separaban del actor. Se plantó delante de él y le dijo en un muy buen inglés: «I have seen you on my tv… Platoon». Yo, cobarde, contemplaba la imagen, incrédulo, a unos metros de distancia. Escrutaba el rostro de Willem para ver su reacción.

Pues el tío se rió y comenzó a charlar animadamente con Chicco. A los pocos segundos yo me reunía con ellos.

La charla con Willem Dafoe parecía que ocurría con otra persona. Es decir, el tío no sólo resultó ser simpatiquísimo y abierto, sino que además nos preguntó por nuestro viaje y por los lugares que habíamos visitado. A ver… ¡Si la estrella eres tú!. Un crack.

Comenzamos hablando en inglés pero, al decirme que estaba allí con su esposa italiana, yo le pregunté si hablaba algo de italiano. Él dijo que sí y, sin saber cómo, los dos cambiamos al italiano para disgusto de Chicco.

Nos habló mucho y bien sobre su esposa, una directora italiana llamada Giada Colagrande a la que estaba acompañando en la grabación de una película ambientada en Buenos Aires. También hablamos sobre nuestros viajes, el amor que siente por España e Italia -particularmente por sus vinos y comidas-, sus rodajes en nuestro país, y los actores que hemos exportado a la meca americana. Penélope Cruz le caía bastante bien, pero de Javier Bardem sólo nos dijo que su inglés no era lo bastante bueno como para poder haber tenido mucha conversación con él. Nos partimos de risa.

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Seguimos allí, de pie en la calle desierta, hablando tranquilamente como si nos conociéramos de algo. A los quince minutos apareció su bella mujer con otro amigo y le tocó el hombro para llamar su atención: «Willem, dobbiamo andare via». Entonces nos la presentó y se despidió de nosotros deseándonos lo mejor en los meses de viaje que nos quedaban por delante.

Nosotros reaccionamos a tiempo para decirle que le fuera bien a su mujer con su nueva película y a él con lo que fuera que tuviese entre manos.

Se fue sin que ni siquiera pensáramos en lo bueno que habría sido tener una cámara de fotos a mano. Mejor así, posiblemente habría arruinado el momento. Dejamos la idea de volver a casa y fuimos directos a un bar a celebrar con birras este hecho tan emocionante del viaje.

Un gran tipo Willem Dafoe. Unas noches más tarde nos cruzaríamos -y hablaríamos- con otro grande, Ricardo Darín. Pero éso os lo cuento otro día.

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