Hasta hace poco más de doscientos años, las Baleares vieron como su isla más estratégica, Menorca, era arrebatada a España varias veces por el Reino Unido (y en un breve intervalo, por Francia). Fue con la primera de esas invasiones, en 1713 y en virtud de las concesiones del Tratado de Utrech, que en Menorca ondeó la Union Jack y a su sombra la Isla del Rey se ganó el apodo de “Isla Sangrienta” (Bloody Island).
La Isla del Rey, un islote triangular de poco más de 40.000m2 en el Puerto de Mahón, había sido así bautizada por ser el punto donde Alfonso III de Aragón desembarcara, en 1287, para preparar el ataque a los musulmanes que dominaban la isla. Ni el apodo que se ganó cuatro siglos y medio después se lo pusieron los sojuzgados menorquines, ni allí se producían torturas o ejecuciones.
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Fueron los propios ingleses los que la bautizaron informalmente como “Bloody Island” (“Isla Sangrienta”), cuando entró en funcionamiento el Hospital Naval en 1711, ordenado construir por John Jennings, Comandante en Jefe de la Escuadra del Mediterráneo, y pagado de su bolsillo. Originalmente un grupo de barracones de madera, evolucionó a finales del siglo XVIII a las construcciones en piedra cuyo edificio central es hoy una visita recomendada para quien viaje a Menorca.
Como si de una U invertida se tratara, el patio central y jardín del Hospital mira hacia el Este, a la salida del puerto. En torno a él se disponen las tras alas, si contamos como tal la central, conectados por pasillos soportalados que los recorren en toda su extensión. Aunque se ignora quién fue el arquitecto, la obra tiene similitudes de estilo con el Royal Hospital Chelsea y Greenwich Naval Hospital, de Sir Christopher Wren (1632 – 1723).
En las tres alas se encuentran las distintas salas (originalmente 40 para hasta 140 enfermos, además de dependencias para personal y material, aunque una ampliación del hospital con una planta superior multiplicó la capacidad a las 1.200 camas) que podemos visitar hoy en día. Se incluye en el recorrido guiado una sala de hospital con las camas de los pacientes, instrumental que parece de tortura pero es de dentistas, sala de autopsias, una capilla anglicana, etc.
Pensemos por un momento en las condiciones en que eran tratados los pacientes, y el conocimiento sobre el cuerpo humano y los medios para sanarlo, con que contaban los médicos hace 300 años. Hombres con enfermedades infecciosas compartían habitación con heridos por metralla o aquejados de simples lesiones accidentales. De hecho, las camas individuales eran un lujo y lo habitual es que sobre un colchón descansaran al menos dos pacientes.
Antes de que el microscopio descubriera el papel de bacterias y virus en la propagación de enfermedades y de que entre los médicos se extendiera la práctica de lavarse las manos previamente a una operación o examen clínico, pasar por un hospital era una de las maneras más seguras de morir o perder un miembro. Si además se hacía por haber sufrido heridas en un combate, por arma blanca o de fuego, era poco probable que el soldado o marinero sobreviviera al tratamiento.
Tres siglos más tarde de aquellos tiempos oscuros, la Medicina ha evolucionado de una manera inimaginable para aquellos cirujanos navales que intentaban salvar vidas de la mejor manera que sabían y podían. En varias salas del Museo de la Isla del Rey se exponen los aparatos y el instrumental médico que ellos tenían a su disposición y los que fueron llegando, a la par que nuevos conocimientos, a las manos de sus sucesores.
Los fondos del Museo, eso es sin duda la Isla del Rey, son materiales originales, donados por particulares y profesionales que los heredaron o los usaron durante décadas como parte de su trabajo. Han llegado a la isla en barco o incluso en helicóptero en el caso de algunos artefactos especialmente voluminosos.
A veces hay que leer el cartel para asegurarse bien de qué es lo que tenemos delante, como cuando me quedo mirando lo que parece una primitiva caldera y resulta ser un autoclave (no hace falta que lo busquéis en Google, es un aparato para esterilizar instrumentos quirúrgicos).
Merece especial mención una sala homenaje a la tragedia que provocó una involuntaria y pacífica masiva presencia italiana en Mahón durante la II Guerra Mundial. En Septiembre de 1943, el acorazado “Roma” de la Regia Marina de Italia con 2.000 tripulantes a bordo fue hundido por un avión alemán cuando formaba parte de una flotilla que se disponía a rendirse a los aliados.
De los 600 supervivientes, unos 133 fueron trasladados a la Isla del Rey para ser atendidos de sus heridas, aunque más de una docena de ellos murieron antes de llegar y otra docena falleció en el Hospital. Las religiosas y enfermeras y los médicos españoles (e italianos de los buques) trabajaron intensamente para paliar el dolor de los heridos.
El resto de los supervivientes y las tripulaciones de los barcos italianos que los habían llevado a Mahón, casi 1.800, fueron acogidos en la Base Naval de la ciudad, donde gozaban de una relativa libertad de movimientos, pues España fue neutral durante la II Guerra Mundial.
Una de las curiosidades de la sala es una enorme maqueta del acorazado Roma que ocupa majestuosamente el centro de la sala. Mario Cappa, un paciente italiano de pelo cano, es el autor de la misma y es parte de la historia reciente de su familia, pues su suegro falleció en el hundimiento del buque.
Por cierto, que al Nuevo Mundo llegaron inmigrantes de todas partes de España es obvio, pero no la curiosidad que me encontré en una de las salas. Para quien no lo sepa, de mi ciudad natal, Avilés, era el conquistador que fundó la ciudad que más tiempo ha estado contínuamente habitada en territorio continental de los Estados Unidos, San Agustín de la Florida. Una bandera y una referencia me indicaron, en una pared de este Hospital-Museo en Mahón, que en 1777 se produjo una gran emigración desde Menorca a esa misma ciudad.
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Además de las de España, el Reino Unido y por razones extraordinarias la de Italia, por la Isla del Rey han transitado también Armadas de otros países como Francia o Estados Unidos. La primera, en 1830 como apoyo médico a sus operaciones de conquista de Argelia y la segunda entre 1815 y 1845 como base naval para proteger a sus mercantes de los ataques de los corsarios del Norte de África.
La Isla del Rey es perfectamente visible desde Es Castell, la población que disfruta del primer amanecer de España, y en ella se encuentra el llamado “Moll de´l Hospital” (“Muelle del Hospital”). Mantiene ese nombre, aunque ya no hay servicio público de transporte a la isla, y desde él se tiene una vista de la misma a nivel del mar (a poca distancia existe un pequeño mirador que nos ofrece una perspectiva algo más elevada).
En 1964 cesa definitivamente el cuidado médico que se prestaba en el Hospital Militar de la Isla y el mismo se traslada al Hospital de Mahón. El Gobierno de España la declara en 1979 Monumento Histórico, Artístico y Arqueológico Nacional, por sus construcciones, y por haberse encontrado restos del siglo VI de una basílica paleo-cristiana.
La Isla del Rey, sus edificios y el contenido de los mismos, son conservados y gestionados por una entidad sin ánimo de lucro, la Fundación Hospital de la Isla del Rey, que se nutre de voluntarios que la mantienen, mejoran y ejercen de guías. Durante mi visita estaba en la Isla su máximo representante, el General retirado Luis Alexandre, que fuera Jefe del Estado Mayor del Ejército.
La Fundación se financia mediante donaciones (la visita en sí es gratuita – aunque hay que pagar por el transporte a la misma – y se ofrece un pequeño desayuno al finalizarla) así que antes de embarcar de vuelta a Mahón contribuid con unos euros al mantenimiento de este pequeño pero importante monumento a la Historia Naval y de la Medicina en el Mediterráneo.
La isla está abierta al público para su visita guiada los domingos usando el servicio de Yellow Catamarans desde el Puerto de Mahón, a las 8.45 horas desde el Pla de Baixamar/Moll de Llevant, con regreso a a las 11:15 horas. Los horarios y punto de salida están sujetos a cambio según la temporada.
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Hola Trajano:
Gracias por tu comentario sobre el sobrenombre de los hospitales. Respecto al que se ganó este pedazo de tierra menorquina, todas las referencias que he encontrado al nombre inglés de la Isla del Rey son con el término «Bloody Island». Se traduce literalmente por «Isla Sangrienta» (aunque «bloody» tenga la acepción de, por decirlo suavemente, «puñetero/a», no se aplica en este caso) y no por «Isla de la Sangre» puesto que para ello necesitaría que en inglés se hubiera llamado «Blood Island» (o «Island of Blood» si fuera «Isla de Sangre».
Un saludo,
Avistu
No es lo mismo ISLA DE SANGRIENTA que ISLA DE LA SANGRE. Era un hospital y en aquellos tiempos por razones de guerra y ocupación era frecuente que se les llamara HOSPITALES DE SANGRE no HOSPITALES SANGRIENTOS
Gracias por darme alguna idea para que ver y que poder hacer durante estas vacaciones…
Solo espero que no sea necesario caminar mucho y que gran parte de ello se pueda hacer en bici…
Un saludo.