Viajando en un autocar-nevera de Ciudad Bolivar a Chichiriviche

autocar-chichirivicheTras llegar de un viaje memorable en avioneta desde Canaima a Ciudad Bolivar nos dispusimos a emprender nuestra segunda parte del viaje de ese mismo día. Habíamos reservado una habitación en Chichiriviche, en el parque nacional de Morrocoy, y debíamos dirigirnos a la terminal de autobuses de Ciudad Bolivar.

Evitamos un par de almas caritativas en el aeropuerto y tomamos un taxi a la salida del mismo. Encontramos uno enseguida y nos salió por 30 bolívares. El taxista resultó ser un amante del tenis y hablamos de Rafa Nadal, de Federer, los Gand Slams y en pocos minutos llegamos a la terminal de autobuses.

La terminal es de fácil movimiento. Con una extensa zona de asfalto para los autocares y un cuadrilátero donde las agencias se encuentran en el exterior y tiendas, bares y demás en su interior. Compramos un billete a la ciudad de Valencia con una de las agencias que pregonaba nuestro destino -140 bolívares por billete- y dejamos las mochilas en una consigna por 7 bolívares en el interior de la terminal.

La ruta desde Ciudad Bolivar al parque nacional de Morrocoy pasaba por un viaje en autocar de unas 12 horas hasta Valencia y luego debíamos subir a un autobús local hasta llegar a Chichiriviche. El itinerario empezaba a las 7 de la tarde pero no partimos hasta las 8 y media. Estuvimos unas cuantas horas por la terminal de Ciudad Bolivar y aprovechamos para comer perritos, frutas.

Conocimos un simpático portugués que regentaba un bar en el extremo de la terminal. Nos contó que llevaba más de 20 años afincado en Ciudad Bolivar, charlamos un buen rato sobre la situación de Venezuela y nos contagió con su saudade al hablarnos del verde Oporto, los fados y el excelente plato de bacalhau que se zampó por navidades -un plato muy difícil de encontrar en Venezuela, según nos contó-.

nina-chichiricheNos preparamos una bolsa de mano antes de subir al autocar. Como en la mayoría de países sudamericanos, los autocares suelen tener una única posición en los aires acondicionados: ON o OFF. Es decir, o te pelas de frío o te asas de calor. Así que nos preparamos chaquetas y ropa de abrigo para un viaje que parecía más típico de Laponia sueca que de un país caribeño.

Llegamos sobre las 8 de la mañana a la terminal de autocares de Valencia. Al recoger las mochilas conocimos a dos mochileras alemanas con el mismo destino en mente y nos unimos para encontrar información sobre los autobuses que se dirigían a Chichiriviche desde Valencia.

Los autocares a Tucacas -curioso nombre- y Chichiriviche -nombre que tampoco se queda a la zaga del anterior- parten desde el mismo andén y se paga el billete una vez subidos al carro. Eran las fiestas de navidad y por lo visto habían subido el precio por sorpresa. El primer autocar en llegar fue el de Tucacas y la gente tras subir y enterarse del precio se indignaron y se formó una revolución. Finalmente, bajaron todos del autobús y el conductor no quiso renunciar a su osadía así que se marchó vacío del estacionamiento.

A partir de aquí entablamos una divertida discusión y me alegró observar que en Venezuela nadie se libra del timo y los precios elevados no son patrimonio único de los cuatro mochileros que andaban por la estación de Valencia sino de la gente de pie que vive día tras día esta inestable situación. Sin duda, estas conversaciones son las que guardas con más cariño a la vuelta de viaje.

Tras media hora de espera llegó el autocar con dirección a Chichiriviche y nos subimos a él. Las mochilas al suelo y alguna sobre las piernas. No había más remedio. El controlador avisó que el precio había aumentado porque alguien dijo que un tal Jesús nació hace un par de siglos en esas mismas fechas y la gente empezó a indignarse. El precio habitual de Valencia a Chichiriviche es de 35 bolívares y en ese caso nos pidieron 50. Como la gente no empezó una revolución en esta ocasión, pagamos al igual que los demás.

Solo una persona se negó a pagar el espontáneo aumento de precio y precisamente fue un simpático señor que tenía a mi lado. El hombre le ofreció los 35 bolívares justos y claramente le indicó que no iba a darle un bolívar más por el mismo servicio que le prestaban día tras día. El controlador firmó la derrota y mi acompañante, cuyo rostro se parecía al adorable Gabriel García Márquez, dibujó una sonrisa de triunfo en su rostro.

Iberia Express

Tras un par de horas de trayecto llegamos a Chichiriviche. El camino desde Valencia se dirige hacia la costa caribeña y bordea la alargada costa del parque nacional de Morrocoy.

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En el interior del autobús a Chichiriviche. En la última fila como en los viejos tiempos

Las dos chicas alemanas habían reservado en una posada regentada por una señora alemana afincada en Chichiriviche. Nos comentaron que habían realizado una transferencia bancaria para cambiar euros a bólivares por 8 bolívares el euro. No daba crédito. El día anterior conseguí hacer el cambio con un tipo que apenas conocía por 11 y sabía que en ese momento el cambio real se movía por los 12 bolívares. Traté de no preocuparlas con la realidad porque el error ya estaba hecho. Si viajais a Venezuela os recomiendo leer este articulo donde hablo de cómo cambiar dinero en el mercado negro.

Una vez llegados a la inexistente estación de Chichiriviche -el punto de inicio del pueblo sin apenas un cartel informativo- la señora alemana vino a recoger a las dos chicas y a sus esperados euros. Aprovechamos para que nos llevara en su coche a la posada Gregoria que habíamos reservado siguiendo los consejos de Aitor en su blog Viajar, comer y amar.

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