
Llegamos a Chiang Mai tras un largo día de viaje. Comenzamos pronto por la mañana en Luang Nam Tham, Laos. Un autobús nos llevó a Huay Xai, cruzamos a Chiang Khong en barca y después tomamos una minivan a las 4.30 de la tarde que nos dejaría en el centro de Chiang Mai a las 8 de la noche.
Chiang Mai es el Disneyworld del trekking en Tailandia.
Yo no había leído apenas sobre el lugar y tampoco había visto fotos. Tengo que reconocer que lo que encontré al llegar me decepcionó un poco.
Es una ciudad de dimensiones bastante considerables, llena de turistas -en temporada al menos- y con un tráfico y ajetreo digno de cualquier urbe de mayores dimensiones. Mi imagen mental de lugar de trekking, tranquilo, cerca de las montañas y el campo quedó totalmente capada al poco de llegar a la ciudad.
Dicho ésto sí hay que reconocer que se tienen todas las facilidades posibles para realizar trekkings bastante decentes por la zona a buenos precios. Para aquellos que dispongan de más tiempo y quieran mayor tranquilidad, ambiente hippy y trekking os comento que nos recomendaron Pae, un pueblo a 3 horas al norte de Chiang Mai que, aunque ya ha sido descubierto por mochileros y demás, parece menos desarrollado que la hermana mayor.
Nos recorrimos unas cuantas agencias comparando precios, servicios e itinerarios para un trekking de una noche y 2 días. Como todas ofrecían las mismas cosas y no teníamos ni idea sobre los guías, el factor precio fue determinante.
Contratamos con una agencia que por 1.000 Baht nos llevaban a una granja de mariposas, un poblado de las mujeres de los aros en el cuello y un trekking por el bosque para acabar durmiendo en un poblado y regresar por un camino distinto al día siguiente con parada para montar en elefantes, paseo en balsa de bambú y rafting incluidos. Al final, como casi siempre, algunas cosas nos decepcionaron y otras nos gustaron.
Salimos en una camioneta rumbo a la granja de mariposas. El tema es bastante decepcionante. Un recinto pequeño tipo jardín y mariposas revoloteando por el recinto. Eso sí, todas del mismo color y forma. Al menos sí que vimos bastantes orquídeas.
Tras eso vino la segunda decepción del día con la visita al poblado de las mujeres de los cuellos largos (llamadas Padong por los birmanos). Nos habían comentado que iríamos a visitarlas para ver cómo viven y demás pero la realidad nada tuvo que ver. Unos cuantos puestos de venta de artesanía y souvenirs nos esperaban guardados por unas señoras. Sonreían mientras esperabas a que les sacaras la foto. No aprendimos nada de sus vidas y ni siquiera pudimos conversar con ellas. Una pérdida de tiempo ya que me habría encantado conocer un poco más de la vida de este pueblo que huyó perseguido de Burma.
Después nos dejaron en el principio del sendero que recorreríamos durante la tarde. Comimos arroz con verdura y pollo y comenzamos a caminar. Nuestro guía era mucho mejor que el hombre que nos llevaba en Laos. Nos explicaba las cualidades de las plantas que nos encontrábamos, hablaba buen inglés y parecía conocer la zona bastante bien y respetar el medio.
Éramos un grupo de 7 personas: 2 chicas canadienses, 3 amigos británicos y Tatiana y yo. Fuimos subiendo y bajando colinas pasando entre árboles que no merecían el nombre de selva. Aun así, el lugar tenía su encanto y la sudada era vigorizante.
Recorrimos un terreno boscoso pero sin llegar a tener la categoría de bsoque profundo. Las subidas y bajadas eran constantes y el guía nos iba mostrando plantas medicinales.
A mitad de camino el calor era sofocante y yo sudaba como un cerdo. Me quité la camiseta y seguí la ruta. Gran error. Siempre recomiendan llevar pantalones largos, camiseta, zapatillas y calcetines en los trekkings y hay razón para ello. Una garrapata se enamoró de los pelos de mi pecho y saltó a engancharse en mi pecho izquierdo. Como su picadura es indolora sólo me di cuenta cuando la vi por casualidad. Era tan pequeña que pensé que era un trocito de arbusto o algo que se me había quedado prendido. Le di un manotazo pero no se quitó. Lo intenté con dos dedos y me dí cuenta que era algo agarrado a mi piel. Dolía al intentar separarla y llamé al guía, que a lo burro me la quitó dejando un agujerito y un hilo de sangre tras ella. En otro artículo os diré lo que hay que hacer en estos casos y las implicaciones que pueden tener las picaduras de garrapatas. Cosas que aún me preocupan porque el guía no lo hizo bien.
Llegamos a una agrupación de 3 o 4 casas al lado de un río y nos dijeron que allí pasaríamos la noche. Sólo estaban allí unos tailandeses que se encargaban del lugar y otro grupo de 5 turistas que venían de hacer un trekking de 2 noches. Nos bañamos en el río, cenamos y tuvimos una charla muy buena alrededor de una hoguera. Allí conocí a Sergio, un profesor de historia en la Plata, Argentina. Conversé con él por varias horas y prometí pasar esta vez por su ciudad porque ya viajé 2 veces a Argentina y siempre la salté. Ahora que tengo guía y amigo en la ciudad, no la perdono.
Dormimos todos juntos en una construcción abierta de maderas. El suelo estaba duro y hacía bastante frío pero el cansancio hizo que pasara una buena noche. Al día siguiente madrugamos, desayunamos y caminamos algo más de una hora hasta llegar al lugar donde estaban los elefantes. Nunca más lo haré. Da una pena increíble ver a estos nobles animales tratados de la manera que los tratan. Encadenados a árboles mientras no llevan turistas o los están lavando y castigados con un pincho de metal cuando no obedecen las direcciones de sus jinetes. Es una auténtica vergüenza y os aconsejo que no contribuyáis a esto con vuestro dinero. Nosotros cometimos el error, pero una y no más.
La misma gente fue la que nos montó en las balsas de bambú y comenzamos un descenso tranquilo por el río. El paisaje a los lados del río es bonito y se respiraba una gran tranquilidad.
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Comimos algo al llegar al punto de recogida y después nos llevaron al lugar de comienzo del rafting. Como me esperaba algo casi tan tranquilo como el paseo en balsa de bambú, tengo que reconocer que el rafting me sorprendió gratamente. Sin llegar a ser de un nivel muy emocionante, al menos sí que disfrutamos de algunos rápidos decentes e incluso alguno se cayó al agua. La pena es que el nivel del agua estaba muy bajo en algunos puntos y nos quedamos encallados algunas veces (en gran parte por culpa de la poca experiencia de nuestro guía).
Cuando acabamos el rafting nos llevaron, ya reventados, a Chiang Mai.
La verdad es que no paramos y, a pesar de algunas decepciones en el camino, lo pasamos bastante bien. Sin embargo pienso que, si tenéis más tiempo para pasar en la zona, es mejor que dividáis las actividades para días distintos porque quizá haciéndolo como nosotros tienes tan sólo una degustación de todo pero nada en profundidad.