Cuando he hablado con gente que ha estado varios meses dando vueltas con su mochila por el mundo, siempre me han llamado mucho la atención aquellos que me cuentan que ha ido todo genial y no tuvieron ningún percance. Conocieron gente excepcional, vieron lugares preciosos e, incluso, se enamoraron. Aquí es cuando salen varios pavos con violines y tocan una melodía profunda y todo el mundo aplaude.
Yo me quedo boquiabierto y me pregunto si de verdad se marcharon a algún lado o, en realidad, hicieron lo mismo que esa payasa que le contó a toda su gente que se iba a recorrer Asia y se dedicó a encerrarse en casa y publicar fotomontajes de ella con los lugares asiáticos más emblemáticos de fondo. Lo hizo para probar que se puede engañar a la gente. Hay que ser gil…
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Durante mis viajes de más de seis meses (dos vueltas al mundo y uno por toda Sudamérica) y mis largos periplos por África (un mes en Etiopía y dos meses en el sur de África) me pasó de todo. He tenido mucha suerte y, finalmente, conseguí salir de las situaciones indemne y ahora las recuerdo con una sonrisa, pero en el momento que ocurrían maldecía sin cuartel. Aquí os dejo algunas perlas que me ocurrieron en mis viajes y que os pueden pasar a vosotros (o no):
Accidente de rafting en Ecuador
Ya nos avisó nuestro cachondo guía irlandés: “El río viene fuerte hoy y seremos la única barca que lo baje”. Éso, lejos de desalentarnos, nos dio alas para emprender una jornada de rafting que prometía ser una gran aventura. Vaya que si lo fue.
En Tena hay salvajes ríos, como el Jondachi y Hollin, que se internaban en la selva más profunda. Practicar el rafting por ellos es una pasada. Ese día el caudal de agua era impresionante y los rápidos alcanzaban el grado IV+ (siendo V el máximo convencional de dificultad). Nos preparamos para una jornada de varias horas descendiendo el río, en la que tendríamos una parada para comer.
Justo después de esa parada, y con la gente enardecida por lo vivido, pero queriendo darlo todo en el último tramo, encaramos un rápido bastante violento. Lo conseguimos superar, pero, justo cuando celebrábamos nuestra victoria, una ola traicionera de más de un metro impactó contra una gran roca y se nos vino encima por la popa. Saltamos hacia delante para hacer contrapeso pero ya era demasiado tarde. Volcamos y llegó el caos.
Dos chicas estuvieron a punto de seguir río abajo totalmente descontroladas. La situación era muy peligrosa porque lo que nosotros no sabíamos era que, justo tras el rápido que habíamos superado, llegaba el más duro del día. Fue el irlandés, con su kayak de seguridad, quien las sacó del apuro. Tras dejarlas en la orilla siguió río abajo para perseguir la barca, que se marchó con todas nuestras cámaras y pertenencias.
Nos quedamos a solas con el guía ecuatoriano en el medio de la selva. Nos costó tres horas salir de allí. Lluvia torrencial, arañas gigantes, hormigas rojas que nos dejaron mordeduras por todo el cuerpo, caminos errados en una selva sin sendero… Fue toda una aventura que terminó casi al anochecer cuando encontramos una aldea por casualidad. Tenían un móvil para la comunidad y pudimos contactar con el irlandés. Rafting. trekking por la selva y cervecita final. Todo en uno.
Robo en Nueva Zelanda
La Tierra Media de Peter Jackson, Nueva Zelanda, tiene fama de ser un país precioso y tranquilo, perfecto para recorrer sus maravillas naturales con la mochila. Y es cierto.
En el año 2004, en Rotorua, tuvimos la mala suerte de que nos robaran todo del maletero de nuestro coche. Dormíamos en él porque un temporal nos había roto la tienda de campaña unos días atrás. Alguien se percató de ésto. Aparcados cerca de un parque público, cenamos una ensalada y salimos al baño a fregar los platos. Cinco minutos más tarde volvíamos al coche para descubrir que nos habían forzado el maletero y se habían llevado nuestras tres mochilas. Justo el día antes habíamos lavado toda la ropa para guardarla y poner algo de orden en nuestra pequeña casa rodante.
Cuando lo denunciamos a la policía nos dieron una sorpresa muy grata. Tenían un sistema de ayuda a la víctima muy bien montado. Unas señoras mayores nos acompañaron a unos grandes almacenes de ropa de segunda mano y allí repusimos todas las prendas robadas (menos la mochila). El gobierno neozelandés pagó la factura. Increíble. Yo compré mejor ropa que la que me habían robado. Eso sí, ir a facturar al mostrador del aeropuerto de Auckland para volar a Santiago de Chile con todas tus pertenencias en una bolsa de basura negra y el saco de dormir en la otra mano… No tiene precio.
Viajando con un hacha en Mozambique
En Mozambique pasé uno de los mejores meses de viaje de mi vida. Es un diamante en bruto que cuenta con su gente como activo primordial, sin despreciar sus magníficas playas, montañas y bosques. Sin embargo, la policía está muy mal pagada e intentarán sacar dinero al turista como sea.
Normalmente te paran para pedirte el visado, que debes llevar contigo a toda hora. Uno de esos controles nos pilló en una aldea perdida en medio de la nada. Yo viajaba con Ophir, un israelí que se convertiría en el mejor compañero de viaje que tuve jamás pero al que acababa de conocer. Cuando los dos policías militares – que eran gigantes y estaban armados hasta los dientes – vieron que teníamos todo en regla decidieron abrir nuestras mochilas. Me dio igual porque no tenía nada que ocultar.
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No podéis imaginar mi cara de sorpresa cuando el policía que registraba la mochila de Ophir asía una especie de mango y tiraba con fuerza. De uno de los bolsillos grandes de esa bolsa salía un hacha. El chaval llevaba cuatro meses deambulando por el sur de África con una tienda de campaña y se cortaba su propia leña para poder cocinar. Estábamos bien jodidos.
Nos quisieron cobrar un dineral por un permiso para llevar un arma blanca mientras el israelí decía que no le habían puesto pegas en ninguna frontera. No había salida, tocaba pagar. Entonces, se abrieron los cielos y un policía de avanzada edad se acercó para poner orden. Al comprobar que los visados estaban en orden le echó una buena bronca a los otros porque estaba prohibido registrar mochilas a los turistas que tuvieran los papeles en regla. Protegidos bajo el ala de este buen señor, nos subimos a la furgoneta que nos sacara de allí.
Estas son sólo unas cuantas historias, otro día os cuento más. Soy una mina en este campo.
Y a vosotros, ¿qué cosas os pasaron en vuestros viajes?.