Dicen de Luang Prabang que es la ciudad más romántica de Laos o quizás de todo el Sureste Asiático. Después de haber pasado allí un par de noches, no pienso así.
Para mí, una ciudad asiática y diferente empieza a perder cualquier tipo de encanto y romanticismo cuando se convierte en un hervidero de turistas occidentales, hay más Guest Houses que casas de gente que viva allí, más puestos de mercadillo diurno y nocturno que motocicletas locales y cada templo Budista ha pasado a ser un negocio frecuentado hasta por falsos monjes que piden dinero para continuar sus estudios de novicio.
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Es cierto que hay muchos restaurantes mirando al Mekong, mercadillos con artesanías, no hay bares de marcha tipo Vang Vieng o Bangkok que ametrallan la noche con música occidental -de hecho no encuentras nada abierto a partir de las 11 de la noche-, se come muy bien y hay unos zumos de frutas que harán las delicias de cualquiera. Pero el aire comercial y poco auténtico es tan denso que creo que sería una gran sobrada darle el título de ciudad romántica del Asia.
Llegamos a la ciudad procedentes de Vang Vieng, unas 10 horas -unos 300kms- al sur. Como la mayoría de puntos turísticos de Laos, es mejor que reservéis alojamiento con antelación si estáis viajando en temporada alta. Si no, pagaréis precios mayores y os tocará daros un buen paseo cargados con vuestras mochilas, como nos pasó a nosotros. Las Guest Houses que dan a cualquiera de los dos ríos son más caras, así que os aconsejo alojaros en las que quedan en cualquiera de la maraña de callejuelas que llevan a la ribera. Encontramos una habitación doble con baño, televisión y wi-fi gratis por 150.000 Kips tras negociación. Era casi lo más barato de lo poco que quedaba disponible a esas horas de la noche.
Al día siguiente alquilamos unas bicicletas por 15.000 Kips y salimos a desafiar al inclemente Sol del mediodía. En un arranque de machoman se me ocurrió intentar la locura de ir hasta la pequeña catarata de $ pero está a más de 35 kilómetros y saliendo a la 1 de la tarde es mejor no probar. Así que fuimos por la carretera que lleva hasta la catarata y vimos algunas aldeas que dan a la carretera.
Cuando regresamos a la ciudad dimos una vuelta por la ribera del Mekong y comimos en un pequeño restaurante con vistas al río. Hay una pequeña playa del otro lado a la que se puede acceder por un puente de madera.
Vimos el atardecer desde una de las pagodas y después de cenar nos dimos una vuelta por el gran atractivo nocturno de un lugar en el que todo cierra a las 11 de la noche: el mercadillo. En él podéis encontrar muchos tipos de objetos manufacturados, ropas, lámparas y comida barata. Una de las callejuelas perpendiculares a la calle del mercado ofrece cena por 10.000 Kips, pudiendo elegir, a estilo buffet, entre varios tipos de ingredientes típicos del país.
También podéis encontrar bocadillos hechos con baguettes -reminiscencia omnipresente de la ocupación francesa- y buenísimos pasteles de banana, zanahoria, chocolate, coco y muchos sabores más a precios muy baratos. Os recomiendo comprar vuestro postre o desayuno del día siguiente en este puesto.
Los zumos de sandía, plátano, piña y mixtos están por todos lados a tan sólo 5.000 Kips y cada día cayeron mínimo 2 ó 3.
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Pasamos allí un día y medio por la avalancha de turismo que nos encontramos pero hay gente a la que le encanta el lugar y se queda largas temporadas. Como ya se sabe: “para gustos los colores” y nosotros decidimos que Luan Prabang no daba para más.
Lástima que la ciudad se haya vuelto tan turística, pero estoy segura que aún así, debe seguir manteniendo algún tipo de encanto. Espero poder verlo pronto.
Un saludo,
Luang Prabang ya no es tan espiritual como la pintan pero a mí me encantó. Mucho más que Vang Vieng con sus guiris borrachos haciendo tubing y tumbados en los bares viendo capítulos de Friends.
Un abrazo.
Jajaja..no, no compre las fundas tio…Pringao
Para gustos, colores, como bien dices. Yo estuve en LP en el Año Nuevo del 2007 (o sea, en Abril) y parece que cuatro años en un destino sí que marcan una diferencia (y ya entonces Vang Vieng era lo que sigue siendo hoy).
Espero que no «picaras» en el mercado nocturno comprando fundas de edredón como uno que yo me sé que luego las arrastró hasta Tailandia donde por fin las envío a casa… :)