Sucia, gris…cálida, intensa, latina…¡Vive Maputo!

La Estación central de tren de Maputo. Bonito por fuera pero nada espectacular dentro
La Estación central de tren de Maputo. Bonito por fuera pero nada espectacular dentro

La mayoría de la gente que visita Mozambique -que no es mucha- pasa el mínimo tiempo posible en su capital, Maputo. Yo, para llevar la contraria, me quedé un fin de semana y me sentí con ganas de más.

La capital de Mozambique tiene la mala fama de ser una ciudad sucia, peligrosa y poco interesante. Hay algo de cierto en todo esto pero, si sabéis dónde buscar y dependiendo de lo que os guste encontrar en vuestros viajes, también tiene muchas cosas interesantes que ofrecer.

Normalmente, alguien que decide viajar por un país como Mozambique no está buscando el orden, limpieza, belleza arquitectónica y edificios cuidados. Si vienes a Mozambique -y casi toda África en general- debes ser alguien que está buscando aventura, una cultura diferente y, como todo buen viajero, estás abierto a adaptarte a lo que te vas a encontrar.

Yo llegué a Maputo procedente de Nelspruit, una de las entradas al famoso parque Kruger sudafricano. Recuerdo que los suburbios de la ciudad me parecieron enormes. Filas interminables de gente iban de aquí para allá en una tarde de viernes en la que volvían a casa después del trabajo. Hicimos una parada en un mercado de las afueras y el caos era desmesurado.

Sin embargo por el centro la cosa era muy distinta.

El mercado de artesanía de Maputo
El mercado de artesanía de Maputo

Las estructuras de casuchas aquí y allá dejan paso a edificios de varias alturas que alojan a las empresas más importantes de la ciudad y expatriados. Aquí encontraremos supermercados de corte europeo (con precios europeos también), restaurantes de precio medio-alto y zonas de bares donde pasarlo bien. La mayoría de los extranjeros que viven en Maputo son europeos -donde los portugueses son mayoría- y hacen vida por esta zona.

Esa misma noche salí a cenar algo con gente extranjera que estaba alojada en mi hostal y el pánico les pudo en cuanto acabamos la cena. Aduciendo cansancio, todo el mundo decidió no arriesgarse a conocer la vida nocturna de, la que dicen, es una de las mejores ciudades para irte de fiesta en todo el Sur de África. Yo hice un buen equipo con Ronald -el chaval de Zimbabwe con el que había viajado desde Nelspruit- y decidimos investigar los bares de Maputo.

Fue un éxito sin parangón. Los mozambiqueños son como los brasileños de África: no hay, en todo el continente, nadie que les gane a la hora de disfrutar de una buena fiesta. Son calientes, amables y rápidos para entablar amistad. Y bailan como diosas y dioses.

Comenzamos tomándonos un par de cervezas en el restaurante donde habíamos cenado. Se llama Mimo´s, una pizzeria de precios más bien altos en la Avenida 24 de Julio. Sin saber hacia dónde ir, Ronald y yo comenzamos a seguir la 24 de Julio, una de las arterias principales de la ciudad.

Con mi amigo de Zimbabwe Ronald y su amigo Jeff y Leila y su amiga alemana de fiesta
Con mi amigo de Zimbabwe Ronald y su amigo Jeff y Leila y su amiga alemana de fiesta

Escuchamos una música que salía de una de las casas grandes de esa zona y la seguimos cual ratas al son de la flauta del de Hamelin. Al final dimos con una fiesta en el jardín de una casa privada. El tema es que la puerta de acceso estaba abierta y vimos como unas 100 personas de todas las edades esparcidas entre las mesas y una zona de baile improvisada. Ronald y yo nos miramos y decidimos entrar. A pesar de que yo era el único blanco en aquel lugar, pasé totalmente desapercibido. Compramos unas cervezas de una barra casera creada sobre un par de taburetes y nos sentamos en una mesa a observar el espectáculo. Era impresionante verles bailar.

Iberia Express

Casi una hora -y 2 pintas más tarde- seguimos nuestro camino hacia el Africa Bar. Este lugar es uno de los bares de moda de Maputo. Los asistentes son lugareños de clase media-alta y expatriados. Para ser noche de viernes el ambiente estaba un poco flojo, pero nos pedimos unas cervezas más y comenzamos a hacer amigos y amigas sin ningún esfuerzo.

Así son los mozambiqueños. Se acercan a hablarte por pura curiosidad. Quieren saber de dónde vienes, qué haces por allí y qué te llevó a visitar un país del que muchos viajeros huyen porque son pocos los lugareños que hablan otra lengua occidental distinta del portugués. Esto es aún más común cuando sales de las ciudades. Aún recuerdo lo extraño que me resultó regresar a Sudáfrica después del mes y medio que pasé entre Mozambique y Malaui. Me cruzaba con gente por las calles de Johannesburgo y sentía la necesidad de ponerme a hablar con ellos, sonreirles, saludarles. Esto es algo que ya se perdió hace mucho tiempo en la civilización occidental, y es una verdadera pena.

En el fuerte de Nossa Senhora da ConceiÇão
En el fuerte de Nossa Senhora da ConceiÇão

Pero volviendo a la noche. En Africa Bar hicimos varios amigos y Ronald utilizaba su tarjeta SIM mozambiqueña, que había comprado en la frontera, para ir almacenando números de teléfono de gente que prometía llamarnos el sábado para salir. Yo acabé comprándome una SIM propia al día siguiente.

Al final abandonamos el barco a eso de las 4 de la mañana y un par de chavales nos llevaron al hostal en su coche. Imagino que esto es algo que desaconsejan encarecidamente todas las guías sobre África, pero hay veces en que debes fiarte de tu intuición. Al día siguiente los teníamos a las 12 en la puerta, y fueron nuestros guías por la ciudad.

No nos dedicamos a ver monumentos y demás, sino simplemente ver barrios de casas de todo tipo -desde los más chic hasta los más desfavorecidos-, hablar sobre el país y todos sus males y cosas buenas, ver la playa cercana a la ciudad y poco más.

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Haciendo amigos por Maputo
Haciendo amigos por Maputo

El domingo fui con mi buena amiga holandesa Agnes a visitar el mercado de artesanía que ponen en el Parque Dos Continuadores para después visitar la Estación Central de Trenes de Maputo. La verdad es que tampoco tiene mucho para ver pero ofrece conciertos de Jazz algunas noches de la semana.

Comimos algo en un lugar perdido y seguimos vagando las calles de Maputo sin un rumbo fijo. Al final acabamos visitando otros dos lugares cercanos al mar: el Museo de la Moneda y el Fuerte de Nossa Senhora da Conceição. Son dos buenos lugares para pasar el rato pero, de nuevo, nada que te haga recordarlos por muchos años.

Y, personalmente, eso es lo que me gusta de lugares como Maputo. Yo suelo huir de las ciudades cuando viajo. Me gusta mucho la naturaleza, los deportes al aire libre y, sobre todo cuando estoy en lugares tan distintos del que procedo, el contacto con la gente.

Aunque reconozco que es mucho mejor perderse por las zonas rurales -casi el 90% del país- para llegar a conectar con la gente, también Maputo sirve para esto. La gente que te hablará en la capital pertenecerá, casi invariablemente, a uno de estos dos tipos: gente acomodada a la que le gusta el estilo de vida europeo y querrán hablarte para saber sobre ello, o gente pobre que intenta sobrevivir en la jungla de asfalto. El segundo grupo denota una mayor amargura por haber dejado el campo persiguiendo un sueño frustrado de una vida mejor. Es más complicado que ellos quieran hablarte.

Maputo no es una ciudad bonita pero, como tantas en África, está muy viva. Es caótica, sucia, dura…Pero tiene ritmo, intensidad, calor y merece la pena vivirla unos días. Y si no te gusta piensa que el campo te parecerá aún mejor.

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