Es una de las paradojas chocantes de esto de viajar. Agarras la mochila y te vas a miles de kilómetros de casa a descubrir lugares exóticos, pero después tienes que contestar – con voz queda y bajando la mirada al suelo – con un «es que ese lugar no lo conozco«, cada vez que te preguntan por una ciudad, pueblo o paraje natural de tu propio país. Pongamos que hablo de España (tomándome la licencia de robar parte de la frase del gran Sabina).
Pues sí, ese fue mi gran problema hasta hace un par de años. Si me sacabas de mi natal Alicante, Madrid, Barcelona, Valencia, Granada y algo de Andalucía, España era para mí una gran desconocida.
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Un destino que ocupa el tercer puesto en cuanto a número de visitantes extranjeros a nivel mundial y yo, teniéndolo a tiro de piedra, no lo exploro. Pero, ¡que no me corte la cabeza la Reina de Corazones del País de las Maravillas! Si ese país es España, he decidido adentrarme en él, con conejo blanco o sin él, ya sea mi No-cumpleaños o Pentecostés.
Llegando al final de un intenso otoño en el que he recorrido Córdoba, la Alcarria, y diez pueblos de Andalucía, un viaje de prensa me presentó la oportunidad de poner, por primera vez en mi vida, el pie en Extremadura.
La propuesta consistía en visitar algunos pueblos de la provincia de Badajoz, repartidos entre las comarcas de Campiña Sur y Tentudía.
Un viaje en el que pudimos disfrutar de un excelente patrimonio artístico y arquitectónico, bellos paisajes, antiguas minas y, cómo no, una gastronomía exquisita con el jamón ibérico como principal pilar.
Visita a Llerena
La población de Llerena se convirtió en nuestra base de operaciones para todo el fin de semana.
Llegamos sobre las tres de la tarde y dejamos nuestras cosas en la Hospedería Mirador de Llerena, un magnífico hotel cuatro estrellas situado en una casa señorial novecentista.
Tras darnos nuestro primer festín de productos típicos de la tierra, fuimos a realizar la primera visita del fin de semana. Y cómo no podía ser de otra manera, tenía que ver con el jamón.
Instalaciones de Jamón y Salud
Ya son cuatro generaciones las que se han dedicado al negocio de ofrecer a los compradores los mejores productos ibéricos de Extremadura (lo cual es prácticamente equivalente a decir «de España» y «del mundo»).
«Los artífices de Jamón y Salud son productores, ganaderos y fabricantes, pudiendo controlar la calidad desde que el cerdo se alimenta en las preciosas dehesas extremeñas hasta que el producto final parte del almacén«. Así nos lo explicaba Rufino, gerente de la empresa.
Rufino es un tipo cercano y campechano, que nos explicó a la perfección un proceso que me resultaba totalmente desconocido.
Una lástima no poder ver las instalaciones en plena actividad – era viernes y la gente ya estaba descansando de una semana de duro trabajo, ahora que tenemos las fechas navideñas encima -, pero las explicaciones de Rufino sirvieron igual.
Los cerdos de los ganaderos de Jamón y Salud reciben todos los cuidados posibles y la mejor alimentación, hasta que realizan su último viaje al matadero. Unos 42.000 pasan por allí cada año y sirven de materia prima para elaborar un producto de primera calidad.
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El proceso de secado y curación de un jamón ibérico es muy largo e implica el reposo – durante meses – en distintas cámaras y a distintas temperaturas. Pero todo trabajo, paciente y bien hecho, tiene una recompensa y Rufino nos señalaba con orgullo que sus jamones habían sido premiados, recientemente, con el galardón de la Espiga de Oro al mejor jamón de bellota ibérico D.O. Extremadura. Es decir, el mejor jamón del mundo. Ahí queda eso.
Jamones, chorizos, salchichones, morcones, lomos… Los almacenes rebosaban de toda clase de delicatessen (si te gustan estas cosas, claro) listas para ser enviadas por Navidad. En estos dos meses se realizan más del 50% de las ventas del año.
Con el olor del mejor jamón del mundo aún impregnado en mi pituitaria, nos fuimos a por el segundo manjar del día: la Llerena monumental.
Patrimonio arquitectónico, artístico e histórico de Llerena
No es lo mismo conocer un lugar de la mano de un guía que solo viene a realizar su trabajo, que explorarlo acompañado de alguien que siente pura devoción por su ciudad y todos los secretos que su patrimonio pueda esconder. Así es Manuel. Una especie de Indiana Jones de Llerena para el que cada casa, cada iglesia, cada palacio, cada convento, cada retablo, cada fresco, cada cripta, es un misterio sin resolver sobre el que anhela saber todo lo posible.
El apasionado Manuel consiguió que, a pesar del cansancio acumulado, viviéramos una inmersión total en el esplendoroso pasado de Llerena.
Aunque ahora es una localidad de no más de 6.000 habitantes, en la que la vida transcurre a un ritmo tranquilo, entre los siglos XIV y XVII, Llerena fue un gran centro político, religioso y económico, llegando a convertirse en la ciudad más importante de Extremadura, solo por detrás de Badajoz.
Mucha culpa de ello tuvo el hecho de que los Grandes Maestres de la Orden de Santiago la eligieran como residencia habitual. Con ellos llegaron una gran cantidad de órdenes religiosas – llegaron a existir once distintas – y, más tarde, el tribunal de la Santa Inquisición (convirtiéndose en el tercero de España en importancia).
Pero antes de la Reconquista, Llerena fue árabe y el arte mudéjar se deja sentir en cada esquina. También los judíos contribuyeron a su prosperidad y, durante una época, las tres religiones convivieron en paz en la ciudad.
Fruto de todos estos hechos históricos, Llerena posee un legado patrimonial que hizo que su centro histórico fuera declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1966. Iglesias, conventos, palacios, criptas ocultas…
Manuel nos enseñó algunas de estas joyas a las que contribuyeron artistas de la talla del pintor Zurbarán y el escultor Juan Martínez Montañés, entre muchos otros, contratados por los altos cargos eclesiásticos que allí habitaban.
Plaza de España de Llerena
Plaza de España. Nuestra Señora de la Granada
Siempre fue el centro neurálgico de Llerena.
En esta plaza porticada, de estilo mudéjar, destaca la iglesia de Nuestra Señora de Granada, fruto de un largo trabajo de construcción que arranca de principios del siglo XIV y finaliza en el siglo XVIII. De la primitiva iglesia mayor, de estilo gótico mudéjar con multitud de capillas particulares adosadas a sus naves, tan sólo se conservan los dos primeros cuerpos de la torre, la capilla de los Zapata o de San Juan Bautista y la capilla del Prior.
La plaza – adornada esa tarde con exquisito gusto navideño – fue coso taurino, mercado y sede de festejos. Frente a la iglesia se halla el portal de la Casineta, formado por 12 arcos de ladrillo encalado, columnas de cantería y dos plantas con balcones y ventanas y remate corrido abalaustrado. En el lado este se encuentra el Ayuntamiento.
La parroquia de Santiago Apóstol
Fue fundada por el último Gran Maestre de la Orden de Santiago, Don Alonso de Cárdenas, hacia 1475 para que le sirviera de lugar de enterramiento.
Debido a su prematura muerte en un accidente con su caballo, la dejó incompleta, encargándosela a su yerno, quien tomó el dinero y lo empleó en otras cosas. Finalmente sería un sobrino suyo quien acabaría la faena.
Aunque es de muy bella factura, algunos frescos y otras joyas artísticas han quedado sepultadas bajo capas de cal aplicadas por párrocos del siglo XX.
Biblioteca pública de Llerena
La biblioteca tiene como sede la capilla del antiguo Hospital de San Juan de Dios, del siglo XVIII. La iglesia es un inmueble barroco en el que destaca su hermosa fachada de cierto sabor hispanoamericano y su planta de cruz latina, con cúpula lucernaria sobre el crucero y bóveda de cañón con lunetos en el resto del templo.
Bajo la capilla existe una cripta donde se enterraron muchos cuerpos durante siglos. En el suelo de la biblioteca han puesto un cristal para que tan macabro espectáculo pueda ser observado por el visitante. Bueno, vienes, te lees el periódico, echas un vistazo a un libro y, ya que estás, te asomas a ver unas calaveras. De noche tiene que estar aún mejor y se me ocurrió que podíamos haber bajado a la cripta en plan Goonies.
Hay muchas otras bellezas monumentales en Llerena, como el convento de Santa Clara, la torre de la iglesia Mayor, la capilla del licenciado Zapata, la capilla del Prior, el Colegio Jesuita, el Palacio Maestral, Palacio Episcopal, Palacio Consistorial y Palacio de los Zapata.
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