La Valletta y el legado de los Caballeros de la Orden de San Juan

El buque neoRiviera atracado en La Valletta
El buque neoRiviera atracado en La Valletta

Un país tan minúsculo como Malta ha tenido una importancia histórica inversamente proporcional a su tamaño. Fue una base estratégica de gran importancia para los ejércitos aliados durante la Segunda Guerra Mundial, pero, algo más de 400 años antes de éso (en 1530), Malta, Gozo y Comino fueron concedidas por el emperador Carlos I de España a la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, más conocida como la Orden de Malta. La isla sería la sede principal de la Orden hasta 1798, cuando Napoleón la conquistó.

Llegábamos al puerto, frente a las antiguas murallas que protegían el poder Hospitalario, a bordo de un barco de mucho mayor calado que los que en aquella época surcaban el Mediterráneo. El neoRiviera, buque de la compañía Costa Cruceros, realizaba la segunda escala desde nuestra salida del puerto de Barcelona. La primera había tenido lugar en Sicilia, donde visitamos la reserva natural de Lo Zingaro y la pequeña y tradicional localidad de la Sciacca.

El cielo no nos daba la bienvenida. Bajo grandes nubes grises atravesamos el puerto camino de las altas murallas. Enfilamos las anchas y rectas calles de La Valletta cuando la ciudad aún se desperezaba. Nuestra guía nos llevó a un mirador desde donde pudimos contemplar el puerto deportivo de La Vittoriosa y la salida al Mar Mediterráneo. Bonitas vistas antes de visitar una de las joyas arquitectónicas de este pequeño páis.

Interiores de la concatedral de San Juan
Interiores de la concatedral de San Juan

La concatedral de San Juan fue construida por los caballeros de la Orden entre 1573 y 1578. Diseñada por el arquitecto Girolamo Cassar (artífice de los edificios más emblemáticos de La Valletta) esta iglesia es una de las muestras más importantes del barroco en toda Europa.

El exterior es bastante sobrio pues era parte de uno de los muros de protección construidos justo después de El Gran Sitio de 1565.

El Gran Sitio fue tan importante que explica parte de la historia de Europa. Los Otomanos dominaban gran parte del Mediterráneo y se lanzaron a la conquista de Malta para acabar con los incómodos Caballeros y arrebatar a los cristianos ese punto estratégico del mapa. Para lograrlo no escatimaron en fuerzas. Se dice que la flota que apareció al amanecer del 18 de Mayo de 1565 en el horizonte fue la más grande hasta el día D en Junio de 1944. Doscientos barcos llevaron a más de 45.000 turcos a una batalla muy desigual. Unos 6.000 guerreros defendían Malta, de los cuales la mitad habían sido reclutados de entre la población civil.

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Las tumbas de los Caballeros
Las tumbas de los Caballeros

Pero el Gran Maestre de la Orden, Jean De Valette, consiguió unir a su gente para que actuaran como un solo cuerpo. Resistió hasta Septiembre, cuando por fin llegaron refuerzos españoles partidos de Sicilia. Los turcos se retiraron con un tercio de hombres caídos.

Esta batalla, dicen, abrió los ojos a los monarcas cristianos europeos y les hizo unirse, siete años más tarde, en la batalla de Lepanto para acabar con el poder turco.

El Gran Sitio está representado en murales en el interior de la concatedral. Al contrario que su fachada, el interior de este monumento barroco está densamente ornamentado. Arcadas relucientes con techos cubiertos de grabados que representan escenas de la vida de San Juan. Figuras que parecen estatuas de tres dimensiones pero no son más que pinturas trazadas por un diestro pincel. Los suelos de la iglesia son de mármol y esqueletos y calaveras grotescas indican que ocultan las tumbas de más de 350 caballeros de la Orden. Para los restos de los Grandes Maestres hay una cripta aparte.

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Hay siete capillas, cada una de las cuales está dedicada a uno de los Santos que representa las lenguas que componían la fuerza multinacional que suponía la Orden.

En el Oratorio se puede disfrutar de una de las obras más importantes del rey del claro-oscuro, Caravaggio. La Decapitación de San Juan Bautista fue pintada por el maestro italiano en 1608.

Observábamos aquel lugar histórico mientras nuestra guía nos iba explicando todo lo que sucedió allí hace cuatro siglos. Si vais solos os aconsejo que alquiléis una de las audioguías que tienen en la entrada. Merece la pena.

Rincones de la Valletta, donde aún se tiende la ropa en la calle
Rincones de la Valletta, donde aún se tiende la ropa en la calle

Volvimos a la realidad cuando salimos a unas calles que ya rebosaban de turistas. El Sol había conseguido acabar con el Gran Sitio al que le habían sometido las nubes otomanas.

No tuvimos que caminar demasiado para llegar al Hospital de los Caballeros de San Juan. Ésa era la verdadera razón de la Orden: ayudar y curar a los demás (aunque acabaran teniendo un predominante papel militar). El hospital -levantado en 1574 pero modificado varias veces a lo largo de los siglos- llegó a ser de los mejores de la época, pudiendo albergar hasta 900 pacientes. En 1676 se fundó allí la Escuela de Anatomía y Medicina.

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Caminar por las calles de La Valletta te hace retroceder en el tiempo. Después del éxito de la resistencia de los Caballeros durante el Gran Sitio -y como recompensa- el dinero de los reinos cristianos comenzó a aflorar a las islas. Grandes palacios, fortificaciones e iglesias se construyeron en aquella época y han dejado, hoy en día, un legado que asombra al visitante que tiene tiempo para vagabundear por su maraña de calles que siempre acaban en el mar.

Interior del Hospital de San Juan en La Valetta
Interior del Hospital de San Juan en La Valetta

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Y entre todos esos monumentos uno encuentra un Valletta distinta. Pequeñas tiendas de souvenirs regentadas por personas mayores que aún hablan el dialecto maltés; puestos de frutas en calles estrechas;  algunas escuelas de inglés para extranjeros… Al final parece que Malta, a pesar de ser una pequeña isla entre África y Europa, ha conseguido vivir de su importancia histórica y turística.

Nos despedimos aquella noche de una Valletta iluminada y majestuosa. Desde la cubierta del muelle once del neoRiviera, y con una copa de ron con coca cola en la mano, observaba cómo las murallas, iglesias y palacios se deslizaban frente a mí. Realmente era yo -o el barco- el que se alejaba de allí, siguiendo el camino inverso al que habían recorrido las naves de los Caballeros de la Orden de San Juan una mañana de 1530, cuando llegaron a su nuevo «reino» que tantas líneas escribiría en los libros de historia.

 

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