Desde que tuve mi primera experiencia de rafting en el río Noguera Pallaresa (Pirineos), a los 20 años, siempre me ha gustado descender ríos de aguas bravas. Además, así como carezco de cualquier tipo de destreza cuando me das un vehículo con ruedas, tengo una habilidad especial para los deportes que implican barcas y remos. O al menos no soy tan palurdo.
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Sabiendo que esa mañana descenderíamos el río Umia en kayak, me desperté y salí con un brinco de la cama. Al descorrer las cortinas vi que de nuevo el sol lucía alto en el cielo gallego. Íbamos a tener otro día de calor. Sinceramente, las meigas no sé si existirán o no, pero lo de que en Galicia el tiempo es inestable y lluvioso sólo lo creo porque veo el increíble manto verde que lo cubre todo. Sin embargo, si fuera por mi experiencia, sólo llevaría camisetas de manga corta y bañador cada vez que fuera a viajar a Galicia.
Tras el desayuno, nos marchamos con la furgoneta a las instalaciones del Club Náutico O Muiño. Este club, ubicado en Ribadumia, tiene 21 años de historia y propone actividades aptas para toda la familia en el río Umia. Aunque dan cursos y sus socios entrenan y participan en distintas pruebas en Galicia, España y Europa, su objetivo es que los chavales, y la gente en general, disfruten de los deportes de remo en río. Y a eso habíamos venido nosotros. A disfrutar.
El río Umia nace en la parroquia de Aciveiro, municipio de Forcarey, y recorre los municipios de La Estrada, Cuntis, Moraña, Caldas de Reyes, Portas, Meis, Ribadumia y Cambados, creando una cuenca de algo mas de 400 km². Sus aguas acaban su trayecto en la Ría de Arosa. El tramo, de unos 8 km, que recorreríamos nosotros, se encontraba muy cerca de la desembocadura.
Tras ponernos los bañadores, cargamos kayaks y remos en la furgoneta y nos trasladamos al punto de salida.
Ya en la playita desde la que partiríamos, nuestro simpático monitor nos dio unas nociones básicas sobre cómo remar y nos preparamos para salir. Antes, él pasó por un pequeño salto y nos invitó a probar. Mis compañeros no recogieron el guante, pero yo sí. Ya os he dicho que cualquier deporte de remo en río o mar me encanta, así que subí por entre las rocas, cargué el kayak conmigo y me dispuse a bajar el salto por donde me indicaba el chaval. El salto era pequeño, pero era mi primer salto en kayak y eso valió para que la adrenalina comenzara a fluir por mi cuerpo.
Ya con el resto del grupo, comenzamos a descender el río Umia.
La corriente, aunque no muy poderosa, es constante a lo largo de todo el recorrido. Esto hace que cada uno pueda elegir el ritmo al que quiere realizar el descenso. Si te dejas llevar, casi puedes llegar a la ría sin remar. Pero habíamos venido a hacer deporte, así que yo le dí al remo como un poseso.
El entorno natural por el que discurre el Umia es de una belleza envidiable. Distintos árboles crecen en ambas orillas e incluso algunos troncos emergen del agua, cerca de las márgenes. Todo es verde y se respira un aire de total tranquilidad. A golpe de remo pasamos por campos de cultivos, viñedos (que forman parte de la ruta enológica Ruta do Viño Rías Baixas) pazos y caseríos. Se trata de la Galicia más rural, la misteriosa y bella al mismo tiempo.
El descenso no es complicado (está permitido a niños con edad superior a 8 años) y simplemente hay que coordinar la remada con tu compañero (si vas en kayaks para dos personas, como era nuestro caso). Debes evitar las zonas menos profundas – donde puedes quedarte encallado -, algunas ramas y troncos aquí y allá, algún remolino y disfrutar de los saltos de agua. Nosotros pasamos 3 ó 4 y fue, sin duda, lo más divertido del descenso. Sergi y yo conseguimos bajarlos manteniendo el equilibrio, pero Susana y Anxo volcaron y comprobaron que el agua del río baja fría en junio. Sinceramente, con el calor que hacía esa mañana, no sentí más que envidia.
Completamos los 8 km en algo más de una hora. El ejercicio que haces es bastante completo y lo mejor es la naturaleza que te rodea. Cuando llegamos al pequeño embarcadero del Club Náutico O Muiño, no me lo pensé dos veces y me lancé de cabeza al agua. Estaba helada… Estaba perfecta. Salí completamente renovado.
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Estaba listo para continuar con las visitas a bodegas y pazos. ¡Ah! Y ya lo tengo decidido: mi próximo ojetivo es realizar un curso de kayak en aguas bravas. De este otoño o la próxima primavera no pasa.