Estrené el mes de Diciembre cometiendo, a priori, un sacrilegio en la vida de alguien que define su modo de viajar como «mochilero»: embarcando en un crucero. La empresa Costa Cruceros nos había invitado a asistir a su famtrip 2012 junto a otros blogueros, periodistas y unos 300 agentes comerciales del sector turístico hispano. El buque elegido fue el Costa Fortuna y la ruta de la que disfrutaríamos durante los 5 días de travesía comprendía Barcelona, Málaga, Casablanca y Tenerife.
No hay nada como ir a un viaje con unas expectactivas a la altura de los tobillos…Los tobillos de mi tocayo, el gnomo.
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Lo reconozco. Tenía muy poca ilusión puesta en este proyecto. De los cuatro editores de Viajablog, yo era el único disponible por fechas y la ruta me atraía por el hecho de poner, por primera vez en mi vida, el pie en el único continente que me faltaba por pisar: África. Al final venció aquello de que en esta vida hay que probarlo todo. Pero, como dice la canción : La vida te da sorpresas…Sorpresas te da la vida.
La travesía en el Costa Fortuna resultó ser uno de los viajes cortos más divertidos que he hecho jamás.
No vengo aquí a deciros que me he convertido al «crucerismo» y ahora me niego a viajar por el mundo sin surcar los mares a bordo de una quasiciudad flotante con más de 4.000 habitantes. No, no es éso. Pero sí que voy a desmontar el mito de que los cruceros sólo los disfrutan las parejas de cierta edad o las familias aburridas que sólo quieren que les den todo hecho.
Yo me lo pasé en grande en el Costa Fortuna y te voy a dar unos consejos para sacar el máximo partido a tu experiencia crucerista, dependiendo de qué tipo de viaje estés haciendo:
Índice de contenidos
Viajando solo
Así estaba yo cuando facturé en el Costa Fortuna: solo. Conocía de un rato a uno de los blogueros que venía -y al otro de oídas- y a nadie más.
El contenido de mi maleta denotaba mi falta de fé a la hora de ir a un crucero solo. Setecientas páginas de «El Asedio», de Pérez Reverte, descansaban con la certeza de saber que iban a ser leídas. Justo a su lado, mi portátil me esperaba para escribir algunos artículos atrasados. Todo ello aderezado por música relajante a escuchar cuando contemplase el Mediterráneo, primero, y el Atlántico, después.
Pues no. El libro no me sirvió ni para calzar una mesa coja del camarote. Aunque la hubiese habido, era demasiado gordo como para que hiciera esa función.
Como ya he mencionado, el Costa Fortuna es como una ciudad. En una urbe de 4.000 habitantes, el que pasa los días solo es porque quiere. Y yo, al final, se ve que no quería.
Aunque es cierto que sentí un poco de envidia y desconcierto cuando comprobé que yo era el único -del grupo de blogueros y prensa- que compartía un camarote de la planta 1 con un agente turístico en lugar de disfrutar de una suite privada con balcón en el piso 8, reconozco que esto fue lo mejor que me pudo pasar.
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Así conocí a Javi, un agente turístico majísimo, de Madrid, que fue clave en el hecho de que, al final del viaje, nadie supiera si yo era agente, bloguer, periodista…O tripulación…O polizonte.
Está claro que relacionarte con alguien es mucho más fácil si tienes que compartir camarote. Pero un barco así da muchísimas más oportunidades para hacerlo.
El Costa Fortuna cuenta con muchísimas zonas comunes que invitan a ello. Casino, teatro, restaurantes, zona de juegos, gimnasio y, cómo no, los bares y la discoteca. Ya lo decía la canción: «Bares, qué lugares tan gratos para conversar». Pues sí. Sobre todo si has apostado por la opción Todo Incluido del crucero. Rodeados de unas copas o cocktails, las conversaciones fluyen con la misma facilidad con la que lo hace el dinero público hacia los bolsillos de los políticos.
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Aunque tú no lo creas, no eres el único «loco» que se ha apuntado al crucero solo. Con un poquito de labia y buena fé, podrás conocer a gente simpática con la que disfrutar de los días a bordo o las excursiones en tierra firme.
Personalmente, no es que tuviera suerte: ¡me tocó el Gordo!.
Parejas
Como las meigas: en los cruceros, haberlas, haylas. Y yo fui testigo.
Muchas de las parejas que embarcaron en el Costa Fortuna lo hicieron por la sencilla razón de tener condiciones cercanas al lujo por un precio muy asequible.
La época del Titanic ya pasó. Como recuerdo de ella sólo nos quedan Leo Di Caprio y Kate Winslet, pero viajar en un barco rebosante de comodidades ya no es un privilegio reservado sólo a los más pudientes.
Dependiendo del tipo de persona que seas, surcar los mares con tu pareja puede ser una de las experiencias más románticas que puedas encontrar. Además, el restaurante de lujo, spa, piscina de hidromasaje, las tumbonas donde disfrutar del buen tiempo en cubierta…Todo ello contribuye a crear una atmósfera relajada donde olvidar los problemas cotidianos de toda pareja.
Y si veis que no los podéis olvidar, entonces os remito al punto 1 (viajar solo) y sus bares.
Grupo de amigos o amigas
Yo evolucioné desde el punto 1 (viajando solo) a este punto 3 en poco menos de 20 horas. Las cosas en grupo suelen ser más divertidas.
Si lo que busca el grupo es fiesta, hacer alguna visita y disfrutar un poco de la parte lúdica del barco, os aconsejo cogeros la modalidad Todo Incluido. Vuestras vacaciones se convertirán en algo así como uno de los tan reclamados paquetes de Punta Cana -siempre que el crucero viaje por zonas cálidas-, combinándolo con las visitas en las ciudades portuarias.
Si vuestro interés es más de tipo cultural y estáis viajando por conocer los lugares en que el barco hace escala: no sé si habéis elegido la opción más adecuada.
Esta modalidad, en mi opinión, sólo tiene validez en ciudades pequeñas. Las paradas no suelen exceder las 12 ó 14 horas y no tendrían sentido en lugares como Venecia, Roma, Barcelona o tantas otras.
Nosotros paramos en Málaga, Casablanca y Tenerife, quedando satisfechos con el tiempo que se nos concedió en tierra firme. Sin embargo, el Costa Fortuna seguiría -sin nosotros, por desgracia- rumbo a Brasil, donde tenía programada una parada en Río de Janeiro. Puedes estar una semana en Rio y aún tendrás muchas cosas por ver.
Familias
También fueron bastantes las familias que vi por el buque.
El Costa Fortuna está equipado con zonas para los más pequeños y monitores que cuidan y juegan con ellos. Mientras, los padres pueden dedicarse a disfrutar de las comodidades de un viaje en el que te dan todo hecho y no tienes que lidiar todo el día con tus monstruitos.
Lo que me llamó la atención es que la mayoría de ellas eran brasileñas. Algunas habían viajado unas semanas por Europa -o incluso habían vivido unos años- y elegían este medio de transporte para retornar sin prisa, y disfrutando de unas cuantas visitas, a Brasil. El precio -sabiendo además que incluye servicios los 18 días que dura la travesía- les compensa en muchas ocasiones.
Sigo pensando que los cruceros no son para mí. Quizás en un futuro, cuando esté cansado de arrastrar la mochila por el mundo…Pero lo dudo. La sensación de encierro me supera. Cuando viajo me gusta estar al aire libre. Ni siquiera las urbes me atraen mucho. Caminar por bosques, desiertos, campos; bañarme en el mar, lagos, ríos; poder hacer deporte y moverte a tu antojo, sin horarios.
Sin embargo, entiendo a los que sí les gusta. Me lo pasé genial los días que fui pasajero del Costa Fortuna. Y es que todo tiene su parte positiva y sólo hay que saber verla.
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Tanto la tripulación como los comerciales de Costa me trataron de lujo pero, sin duda, lo mejor del viaje fue las amistades que me llevé. Mi familia: los dos Javis, David, Sheila y Nelly; el gran Papá Luisito, Lidia, María, Gloria, Rosi, Paco, María José….Y muchos más que me dejo. Unos días inolvidables.