Hace algo más de un mes tomamos parte en la primera edición del Zig Zag city tour de Rotterdam.
Esta original iniciativa, llevada a cabo por arquitectos y artistas de la ciudad, intenta ofrecer al viandante una perspectiva distinta de la zona más comercial de Rotterdam: Lijnbaankwartier.
Rotterdam es una ciudad moderna que tuvo que ser reconstruida en casi su totalidad tras los incansables bombardeos a los que fue sometida durante la Segunda Guerra Mundial. Su diferencia arquitectónica con Amsterdam u otras muchas poblaciones de Holanda es diametral.
A veces, tanta modernidad le hace parecer un poco agresiva y ésa es una de las razones para que estos artistas se hayan puesto manos a la obra a hacer de callejones, parques, plazas y recovecos, zonas de relajación que inviten al descanso, recogimiento o tener una buena charla.
La idea es simple: demostrar a la gente que se pueden combinar edificios altos y tiendas con zonas verdes y naturaleza.
Kim Heinen -de Rotterdam Marketing- nos llevó a conocer a la que sería nuestra guía, una chica holandesa y estudiante de arquitectura que hablaba un inglés tan perfecto que nos hizo dudar de su procedencia. Como soy malo para los nombres y no lo apunté, debo reconocer que no recuerdo cómo se llamaba. ¡Sorry!.
Había estado lloviendo parte de la mañana pero el Sol logró abrirse paso para iluminar el verde del césped que cubría la primera plaza de nuestro itinerario: un pequeño parque público a espaldas de una de las más ajetreadas calles comerciales.
Es cierto que el lugar rebosaba calma e incluso tenía una Quiet Room: una construcción de madera, con techo abierto y de cuyos laterales pendían trozos de telas que parecían hacer las veces de estóres.
También había un ajedrez cuyas fichas eran copias a escala de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
Salimos del parque para darnos de morros con las típicas tiendas de Mango, H & M y demás marcas conocidas de ropa. Caminamos un poco entre la multitud para llegar a una zona mucho más tranquila que había sido un aparcamiento pero ahora sus paredes son murales pintados y la terraza de la discoteca Hollywood campa a sus anchas.
De este templo del techno nos marchamos a la cafetería del piso 18 del edificio Hofpoort. Decir que el lugar es minimalista creo que es quedarse muy corto. Mesas y sillas para tomar el café, sin una barra propiamente dicha, objetos decorativos muy curiosos -los pocos que hay- y frases en la pared del tipo: «Elvis has left the building«.
Las vistas de la ciudad son magníficas.
Desde Hofpoort callejeamos hasta encontrar un local donde te mostraban, proyectado en una pared, las múltiples transformaciones que podría sufrir un callejón de barrio urbano para convertirse en un lugar eco-friendly y aprovechable por toda la vecindad.
Así acabó nuestro curioso tour que nos demostró que modernismo, funcionalidad y originalidad pueden coexistir en un marco en el que se beneficie también al medio ambiente.
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Splash tour
Antes de comenzar el Zig Zag tour habíamos probado la experiencia del Splash tour.
Hay que reconocer que la idea es original pero lo veo más como una atracción para niños que algo en lo que un adulto deba dejarse los 22,50 euros que vale la experiencia.
El autobús sale desde el Museo Marítimo y recorre una parte del puerto viejo antes de tirarse a las aguas en plan Chitty Chitty Bang Bang. Sí, el autobús en realidad es un vehículo anfibio con el que recorrimos parte del río.
El tema es que las vistas de Rotterdam desde el río tampoco es que sean muy espectaculares, dada su arquitectura modernista y, en algunos casos, simplemente funcional.
Durante la hora que dura el trayecto, hay un ayudante del conductor que empieza a ofrecer souvenirs de la experiencia. Llaveros, postales y bolígrafos fueron comprados por algunos padres para sus hijos ante mi atónita mirada.
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Lo dicho, salvo el chapuzón inicial en el agua, creo que no es un «must» de la ciudad de Rotterdam.