Policía y sobornos en Mozambique (I)

Lavando a mano en nuestro hostal en Maputo
Lavando a mano en nuestro hostal en Maputo

Mozambique es uno de los países que más me ha marcado en mi vida viajera y, a pesar del título de este artículo, ha sido para bien. Es un país que merece la pena vivir y sobre él escribiré decenas de artículos próximamente en los que narraré todo lo que experimenté en los 30 días que vagué por sus caminos de tierra, aldeas, ciudades, bares, campos, playas y montañas.

Sin embargo, una de las cosas de las que os tenéis que preocupar en Mozambique es la policía.

Los salarios de estos funcionarios gubernamentales armados apenas llegan a los 3.600 Meticais (unos 90 euros) mensuales y los turistas pueden ser una fuente de ingresos extra muy apetitosa. Para evitarlo recuerda que debes llevar SIEMPRE contigo el pasaporte con el visado en regla. Si no, una fotocopia cotejada por los organismos mozambiqueños.

Durante los 30 días que pasamos allí me pedirían los papeles como unas 15 veces y en 14 de ellas los llevaba. La primera vez fue al regresar de una noche de fiesta en Maputo.

Una furgoneta pick-up policial estaba apostada justo en la esquina de uno de los pocos hostales que se encuentran en la capital mozambiqueña. Se suelen colocar en lugares en los que se espera afluencia de turistas. A la luz del día, en la capital, es más difícil que actúen, pero eran más de las 3 de las mañana y las calles estaban desiertas, sin ningún ciudadano que puediera interferir.

Entrenándome en un fuerte. Por si la situación se complicaba mucho.
Entrenándome en un fuerte. Por si la situación se complicaba mucho.

Porque creedme, si os encontráis en una situación de estas en casi cualquier lugar de Mozambique, la gente de a pie os intentará ayudar y protestará -levemente, recordad que los que tienen las armas son los uniformados- la acción de la policía. Ellos saben que esto no es bueno para la imagen del país y, por ende, para el turismo. Y no andan sobrados de visitantes.

Bajábamos la calle, charlando entre risas, un grupo de viajeros que nos habíamos conocido en el hostal. Ronny, un chaval de Zimbawe con el que había compartido mi viaje desde Nelspruit (Sudáfrica), fue el primero en detenerse cuando vio a los policías con sus ametralladoras.

Era mi segunda noche en el país y me tomaba muy a la ligera el tema de tener que llevar conmigo el pasaporte. Además, soy un auténtico desastre y prefería no sacarlo por temor a perderlo.

Yo ni me percaté de que Ronny se había detenido porque los policías estaban hablando con otro grupo de turistas que también conocíamos. Esa noche de sábado la gente del hostal nos habíamos separado en dos grupos para salir de marcha. Unos habían decidido ir a Coconuts, la discoteca más pija y cara de Maputo, y otros nos habíamos decantado por la zona de bares más cercana al centro.

El Coconuts había resultado ser un bodrio y ellos habían llegado primero al hostal… O lo habían intentado, al menos.

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Menos mal que los policiías que me pararon no eran tan grande como este
Menos mal que los policiías que me pararon no eran tan grande como este

En mi inocencia pensé que habían tenido algún problema y la policía había acudido en su ayuda. Así que, crucé de acera en dirección al grupo. Fue uno de ellos -un chaval mejicano- quien me alertó en inglés: «If you don´t have the passport and visa, just leave!«. Los agentes no entendieron el aviso.

Mi reacción fue inmediata: agaché la mirada, metí las manos en los bolsillos, dí media vuelta y comencé a caminar alejándome del lugar ayudado por la poca iluminación que había en la calle.

No miré atrás hasta que hube caminado unos 70 metros. Cuando vi que nadie me seguía aligeré el paso y al poco escuché el ruido de un motor de un coche que se acercaba. Sin mirar atrás me escondí detrás de unos coches aparcados, agachado. Desde esa posición pude ver cómo pasaba, por esa misma calle, la pick-up policial. En su descubierta parte trasera los seis policías estaban sentados con sus fusiles en posición de descanso.

Tardé unos minutos en abandonar mi escondite y comenzar a regresar hacia el hostal por otro camino. Me supe orientar a través de una zona de la ciudad por la que no había pasado antes. Algunas personas dormían en las aceras y los vigilantes de edificios me miraban sorprendidos. No era habitual ver a un blanco vagando perdido por esa zona pasadas las 4 de la mañana.

Cuando llegué al hostal algunos de mis compañeros dormían pero Ronald y otros esperaban mi llegada. Me contaron que unas chicas alemanas habían sido multadas con unos 50 euros por cabeza al tener la fotocopia compulsada del pasaporte pero no la del visado. Realmente el importe de la multa se negocia. Les habían pedido unos 200 euros inicialmente.

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Desde entonces mi pasaporte fue siempre conmigo pero eso no me evitó un encuentro con la policía -mucho más complicado que éste- que os contaré en otro episodio.

Igualmente, que ésto no os haga olvidar que Mozambique es una joya que recomiendo a todos. Que unos pocos no arruinen a tantos que no lo merecen.

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