Guatemala es un país arcaico en el que las raíces indígenas precolombinas medraron profundamente en su tierra volcánica y selvática para perdurar, con tenacidad y consistencia, a pesar del paso arrasador de los Conquistadores.
Prueba de ello es el carácter y la fisionomía de sus gentes, pero también las ciudades mayas que se erigen orgullosas entre la selva guatemalteca. Dos gigantes destacan entre ellas: las poderosas Tikal y Yaxhá.
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Sede de grandiosos reyes, la selva las fue cubriendo para ocultarlas del mundo moderno. Pero en estos casos, los arqueólogos y los dioses antiguos tienen la última palabra y por eso regresaron a la luz.
Un viaje a Guatemala… A Centroamérica…A América Latina, no se puede entender sin visitar a Tikal y Yaxhá. Mucho antes de que los ojos de los indígenas vieran levantarse aquí la primera iglesia de América Central (en Salcajá, en 1524), fueron las ciudades pétreas de los mayas las que pugnaban por alcanzar el cielo.
El poderío de Tikal
A 300 km al norte de la capital, Ciudad de Guatemala, la vida se presenta en su explosión más potente y exuberante en la selva del Petén. El calor y la humedad aprietan durante el día, mientras que la noche se convierte en una sinfonía de sonidos de animales de todo tipo, que aprovechan la tregua de calor para merodear por sus territorios.
En este entorno debió crecer una de las urbes mayas más poderosas de Centroamérica: Tikal.
El conjunto arqueológico de Tikal fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, y al poco de entrar a él entiendes las razones.
Un camino custodiado por árboles te conduce al plano que muestra la disposición de las edificaciones desenterradas. Gran parte de Tikal sigue cubierta por la naturaleza y sus edificios se adivinan bajo los montículos con los que te vas encontrando.
Asegúrate que llevas agua suficiente, embadúrnate de protector solar, ponte la gorra y las gafas de sol y comienza tu visita a Tikal.
Aunque las edificaciones más antiguas de la antigua Yax Mutul (el nombre maya original de Tikal) datan del siglo IV a. de C., su período de apogeo tendría lugar entre los siglos II y IX. La evolución de la ciudad ha podido ser analizada realizando cortes transversales en las muchas pirámides de Tikal. Cuando un nuevo rey asumía el mando, quería que su gloria y poder ensombreciera la obra de su predecesor, y por ello engrandecían los templos y monumentos ya existentes. El resultado es una serie de capas que aparecen cuando las cortas como un pastel.
Paseando por el verde selvático, dirígete a la Gran Plaza, el centro neurálgico de Tikal. Flanqueada por dos grandes templos piramidales al este y oeste, está custodiada por sendas acrópolis en el norte y el sur.
Intenta visitar la Gran Plaza a primera hora de la mañana o cerca de la hora de cierre del parque. Cierra los ojos, deja volar la imaginación… E imagina la antigua Tikal… Más de 100.000 personas se mueven a un ritmo frenético por la ciudad. Las casas de los aristócratas ocupaban las partes más elevadas de las acrópolis, mientras que la plebe se asentaba en la parte baja y pululaba por las grandes avenidas de la ciudad, sumida en sus quehaceres diarios.
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Desde las cúspides de los grandes templos piramidales, los sacerdotes vigilaban a sus creyentes y hablaban a los dioses, a los que contentaban con sacrificios. Especialmente impactante es la Plaza de los Siete Templos.
El ocio se presentaba en forma de un juego de pelota, difícil y macabro, que podía acabar con la vida de los perdedores (o al menos así se cree).
Campos para el juego de pelota, avenidas, templos, acrópolis… Pero la belleza de Tikal no es solo arquitectónica e histórica, sino también natural. Monos araña, jaguares, monos aulladores y muchos otros animales e insectos viven en una selva que impacta a la vista y es iluminada por una especie de luciérnagas al caer la noche.
La naturaleza se convirtió en la dueña y señora de la zona cuando Tikal fue abandonada y cayó en el olvido. ¿Y cómo ocurrió? Pues hay muchas teorías sobre ello, pero la más popular es la que aboga por la existencia de un largo y duro período de sequía. Las reservas de agua de Tikal se agotaron y sus habitantes emigraron a otros lugares.
Pasara lo que pasara, la grandeza de Tikal fue desenterrada en el siglo XIX y desde entonces no ha dejado de crecer.
Al atardecer, asciende la plataforma situada en el templo IV y disfruta de una de esas puestas de sol que no olvidarás en tu vida.
La hermana gemela: Yaxhá
A tan sólo 30 km de la gran Tikal se encuentran las ruinas de Yaxhá, otra de las grandes ciudades mayas de Centroamérica. Aunque te pueda parecer mucho más pequeña que Tikal, no te engañes, pues eso solo es debido a que se ha desenterrado tan solo un 5% o 10% de la antigua Yaxhá, cuyo conjunto arqueológico ocupa unas 37.000 hectáreas.
Yaxhá fue construida durante el período Clásico de la civilización maya, y fue habitada entre los siglos VI y IX. Como ocurre con Tikal – como es de suponer por su proximidad geográfica -, tampoco se conoce a ciencia cierta cuáles fueron los sucesos que motivaron su decadencia y abandono. La sequía vuelve a ser aquí la hipótesis más apoyada, seguida de una posible rebelión de las clases más bajas y la erosión de las tierras de cultivo.
Al estar menos excavada, la naturaleza en Yaxhá es más poderosa y asfixiante que en Tikal. Aquí los templos emergen, literalmente, de entre los árboles, y algunos los cercan completamente, como fuertes y macizos guerreros de uniforme verde y marrón que piden la rendición de su enemigo pétreo. Realmente, solo reclaman lo que se les quitó anteriormente.
Los habitantes mayas de Yaxhá talaron los árboles de la selva, crearon modernos sistemas de canalización del agua y con ella regaron unas tierras de cultivo que les mantenían.
Las estelas (monolitos de piedra sobre la que grababan mensajes y hechos, a modo de libros de historia) se reparten entre la hierba, mientras que la Acrópolis Este es la mejor conservada, dado que aquí se encontraban las casas de los nobles, siempre de mayor calidad.
En las explanadas, con sus templos y mercados, se desarrollaba la vida cotidiana. Los templos eran policromados – predominando el color rojo -, pero su colorido no aguantó el poderoso embate del tiempo.
En la Plaza C podrás admirar el único complejo que existe – exceptuando Tikal – de pirámides gemelas en una ciudad maya.
No dejes de visitar el templo 216, el más alto de Yaxhá. Aquí podrás subir por una escalera situada en un lateral y contemplar la selva, un gran lago y parte de Yaxhá desde unos 25 metros de altura.
Cuando lo haces, te sientes pequeño ante dos obras enormes: la de la Madre Naturaleza y la de una antigua civilización que quizás supo respetarla más que nosotros.
¿Cómo viajar a las ciudades mayas de Tikal y Yaxhá en Guatemala?
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