Viaje al sudeste asiático con Nacho: Visita a los templos de Angkor Wat

El lunes comienza temprano, no sólo por el calor y el pronto despertar de la ciudad de Bangkok sino por el horario del bus a Siem Reap.

Para mi sorpresa, al llegar a la estación compruebo que el autobús es mejor de lo que cabría esperar, tiene aire acondicionado y un aspecto relativamente moderno. El servicio durante el trayecto, inmejorable, ya que nos dieron una botella de agua, zumo y un arroz con gambas y huevo para comer. El trayecto tiene una duración total de unas 8 horas con la respectiva parada en la frontera. Antes de llegar al puesto fronterizo nos detenemos y entra al autobús un joven camboyano (con su -y no es novedad- camiseta del Real Madrid) que sin vergüenza ninguna coge el micrófono y comienza a explicar los trámites para hacer el visado en un inglés incomprensible. Lo que deja claro es el precio, 40$.

Como ya aprenderéis, todos los visados se pueden hacer sin intermediarios, ya sea en la frontera o la embajada y su precio será siempre el menor. Este caso tampoco fue excepción.

Así pues afirmé tener visado, con lo que el autobús prosiguió la marcha y lo tramité en el puesto fronterizo, a su precio real, 35$. Un vez superado el control aduanero el autobús continuo con el trayecto por Camboya.

Las diferencias con Tailandia son apreciables. En primer lugar, en Camboya el tráfico discurre por la derecha y no por la izquierda, pero además de ese detalle, se observa una clara diferencia a nivel económico. Tanto las carreteras, como los pueblos que se perciben por las ventanas son sustancialmente más pobres y las instalaciones básicas deficientes. El escualido ganado, los niños descalzos ayudando a limpiar las frutas y verduras o las endebles y precarias construcciones invitan a una reflexión profunda a cualquier visitante.

Finalmente el bus llega a Siem Reap en hora y comienza el acoso por parte de los propietarios de hoteles, restaurantes, puestos de comida y sobre todo conductores de tuk-tuk. Es importante saber antes del viaje, a la hora de hacer estimaciones de cuanto dinero llevar, que en Camboya se utiliza el Dolar Americano como si estuviéramos en Washington. Salvo cuando compremos bienes de poco valor y necesitemos cambio, no es necesario utilizar la moneda local.

Finalmente decido coger un tuk-tuk que me lleve al albergue que tenía reservado, pero, para mi sorpresa al llegar, y una vez habiendo hablado con el responsable tengo que elegir otro sitio ya que ha habido un problema con la reserva y no quedan camas libres. Finalmente y por recomendación del propio conductor llego a una amable y concurrida guesthouse cerca del mercado nocturno. En el GardenVillage tenéis una cama por 3$ la noche, además de piscina, campo de fútbol, taquilla y ventilador individual. Así pues me hospedo en una habitación con otros 35 viajeros, acusando el cansancio y el hambre no se supone ningún problema.

El día siguiente comienza muy temprano. La alarma debía sonar a las 5:30 pero el ruido y el calor me despiertan a las 4:30, con lo que decido emprender el camino hacia los templos de Angkor. He elegido visitarlo en bici (podéis encontrar puntos de alquiler en toda la ciudad) para poder ir al ritmo que desee y no depender de nadie. Otra opción popular es visitarlo en tuk-tuk, contratar un conductor durante todo el día para visitar los templos y si tenéis suerte y sabe algo de inglés podrá contaros algo sobre la historia del lugar.

Comienzo a pedalear aún de noche, con lo que se me hace un poco difícil orientarme al principio, sin embargo una vez en la carretera principal simplemente hay que continuar hacia el norte siguiendo las indicaciones. Al llegar hay opción de adquirir un pase de 1 día (20$), 2 días (40$) o 7 días (60$) que incluye una fotografía que realizan en la propia taquilla.

Llego a Angkor 15 minutos después de la apertura, a las 5:45, lo que me permitirá ver los templos sin prisa y sin las aglomeraciones que generan los autobuses de turistas que comienzan a llegar a las 8. Para la visita sigo un recorrido circular de alrededor de 30 kilómetros perfectamente indicado con unas 10 paradas.

Un día (completo) es tiempo suficiente para visitar prácticamente todo el complejo con un paso tranquilo y agradable. Entre templo y templo hay pequeños asentamientos que ofrecen bebida, comida y souvenirs típicos como imanes, camisetas o postales a cualquier visitante.

Si elegís la opción bici id preparados a pasar MUCHO calor y hacer un buen ejercicio de piernas (unos 45-50kms en total) en una bicicleta bastante precaria. Además contad con posible pinchazos que podrán arreglaros los comerciantes o la propia policía por 1-2$. Si os ocurre preguntad a cualquier camboyano que veáis, son muy amables, educados, resolutivos y tanto si pueden hacer algo como si no os responderán con una sonrisa. A la hora de comenzar la marcha sufrí un pinchazo y finalmente me lo acabó arreglando, tras hacer unas cuantas llamadas, el encargado de validar los tiquets a la entrada del templo en el que me encontraba.

Lo templos son fascinantes. Existe una especia de cortina mágica que los envuelve y que se aprecía nada más llegar al primero de ellos Angkor Wat, el más popular e impactante. Sus cientos de pasillos tortuosos, cornisas con vistas a la arboleda, estanques y escalones hacen de los templos una visita obligada para cualquier viajero. Dentro de la aventura de los templos está por supuesto el recorrido entre ellos que discurre entre zonas boscosas, con árboles centenarios y viviendas y comercios locales.

Estas majestuosas obras del antiguo Imperio Jemer han resistido el paso del tiempo y actualmente son una de las grandes maravillas del mundo.

El día de visita concluye a las 5 de la tarde cuando llego al albergue y tras una buena ducha y algo de comer empiezo a planear el día siguiente aunque pronto noto el cansancio y caigo rendido.

Sin embargo a la hora empiezo a oir un ruido ensordecedor que me despierta. Estaba viviendo la primera lluvia en el sudeste asiático. Una lluvia violenta, acompañada de un fuerte viento que deja las calles de Siem Reap intransitables, llenas de barro y grandes charcos.

El día siguiente amanece nublado, un alivio, ya que tengo planeado visitar la ciudad de Siem Reap y comprar el billete para ir hacia Laos.

La ciudad tiene una zona muy turística, llena de bares, discotecas y restaurantes con comida occidental y precios altos para Camboya pero bajos para un turista medio. En mi manera de viajar no incluyo nunca este tipo de puntos con lo que doy un breve paseo para conocerlo y poder opinar y pronto me dirijo a otro lugar. Así pues, decido perderme por las callejuelas bordeando el río por la orilla más alejada del turismo, fijándome en los detalles de las casas, la gente y los comercios.

Ya no se oye «sir, milkshake» o «sir, t-shirt» y se puede caminar por las precarias aceras con más tranquilidad. En ningún momento sentí sensación de inseguridad o de no ser bien recibido, todo lo contrario, siempre he sido respondido y recibido con una sonrisa.

Antes de volver al alojamiento compro provisiones para el viaje del día siguiente. Por si hay retrasos o cualquier imprevisto es recomendable llevar una botella de agua y algo de comer guardado en el equipaje en todo momento.

Además pregunto en varios establecimientos el precio del billete (varían de 30$ a 17$) y ya tengo todo listo para ir hacia Dont Det, Laos, la mañana siguiente.