Hay gente a la que nos gusta escribir. Después tienes a otros que consiguen publicar uno o varios libros. En un nivel superior se encuentran los escritores que consiguen vivir – o sobrevivir – de su oficio y talento. Por último, en la estratosfera literaria, se encuentran unos cuantos elegidos: los ganadores del Premio Nobel de Literatura.
Es aquí donde habita la figura de Don Camilo José Cela, un gallego de “talante histriónico de cara al público general, pero un tío divertido, afable, cercano y ocurrente cuando trata con amigos”. Yo no tuve el gusto de conocerle, pero fue así como me lo describió uno de sus amigos personales, el pintor y escultor alcarreño Jesús Campoamor.
Fue este artista polifacético quien nos tendió la mano en nuestra primera parada del viaje que realizamos siguiendo la ruta que Don Camilo narró en su mítica obra, Viaje a la Alcarria.
Quisimos desmentir las palabras que el premio Nobel empleó para definir esta tierra: “un hermoso país al que la gente no le da la gana ir”.
Torija
Tras una breve parada en el bello Palacio del Infantado de Guadalajara, pusimos rumbo a Torija, un municipio que apenas cuenta con 1.500 habitantes. Fue aquí donde comenzó la ruta Don Camilo en su Viaje a la Alcarria.
Eran cerca de las 10 de la mañana y la temperatura, dando la bienvenida al recién comenzado otoño, hacía que tuviera que vestir un jersey en las zonas de sombra. Sin embargo, cuando nos detuvimos frente al imponente castillo de Torija, un sol radiante, sin nubes con las que zafarse en batalla, nos dio la bienvenida. Bueno, el sol y el gran Jesús Campoamor.
Desde que le puse la mirada encima supe que las explicaciones sobre el castillo de Torija y sus secretos iban a quedar relegadas en mi cerebro a un segundo plano. La medalla de plata era un dudoso honor a esas tempranas horas de la mañana, cuando no había más allá de un segundo plano en mi abotargado órgano pensante.
Jesús se presentó ataviado con unos chinos blancos, camisa amarilla y un sombrero que le confería carisma. Con su barba bien recortada y gafas, emanaba cierta esencia a otra época. Alguien nos contaba algo sobre el pueblo, pero mi mente seguía fija en los datos que Jesús nos había chivado en su corta primera intervención: artista, amigo personal de Cela e íntimo del crack Manu Leguineche (uno de los mejores reporteros españoles que hubo jamás). ¿Qué podría haber más interesante que aquello?
Castillo de Torija
Cuando conseguí sacudirme levemente la fascinación que me había creado Jesús y pude centrarme en la fortaleza medieval que se erigía frente a mí, me enteré, por las palabras de la guía, que el castillo de Torija había comenzado siendo una simple atalaya defensiva de los tiempos de la Reconquista.
Con el tiempo, la atalaya se fue expandiendo con otras edificaciones y el pueblo de Torija fue evolucionando a la par que su fortaleza, estratégicamente situada en el fondo del valle.
En el siglo XVI ya era un señor castillo, gracias a las obras realizadas por la poderosa familia noble de los Mendoza.
De planta cuadrada, consta de tres torres cilíndricas y una gran torre del Homenaje, donde solían alojarse los nobles y otras personalidades importantes. Se dice que aquí pernoctaron en alguna ocasión los dos reyes más poderosos que jamás tuvo España, Carlos V y su hijo, Felipe II.
En esta torre se ha creado un pequeño museo de interpretación de la zona – en el que puedes aprender sobre su fauna y flora – y el primer museo del mundo que se le dedica a un libro: el museo de Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela
Museo de Viaje a la Alcarria
En una noche cualquiera, Manu Leguineche, Jesús Campoamor y otros amigos cenaban en la casa que este último tiene en Torija desde hace 40 años. En ella estuvo Cela en su segundo viaje a la Alcarria, realizado en 1985, surgiendo una fuerte amistad que nunca perecería.
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Entre vinos y risas hablaron de Don Camilo – o El Viajero, tal y como se refiere a él mismo en su libro – y al sublime reportero, aventurero y escritor vasco se le ocurrió la idea de crear un museo dedicado al libro de Viaje a la Alcarria. Ya veis, suele cumplirse aquello de que, la mayor parte de las veces, las grandes ideas surgen de una buena reunión con vino y amigos.
Se pusieron manos a la obra y consiguieron que el museo abriera sus puertas en mayo de 1995.
El espacio consta de tres plantas que albergan una colección de recuerdos personales de El Viajero. Objetos utilizados por él durante su periplo por el bello país alcarreño. Entre ellos destacan un facsímil del cuaderno de notas que empleó en el viaje, fotografías de la época, utensilios artesanales de los años de la posguerra (justo cuando Don Camilo realizó el viaje), monedas y billetes y ediciones de Viaje a la Alcarria en distintos idiomas.
Jesús y Leguineche consiguieron su objetivo, que no era otro que recordar la obra de Cela, pero también hacer hincapié en el punto que más destacaba el escritor gallego: “es un libro sobre paisajes, pero sobre todo sobre paisanajes”. Y es que El Viajero ya lo sabía en 1946. Los grandes viajes, los que nos marcan para siempre, son aquellos en los que las gentes que encontramos en el camino dejan una profunda huella en nuestra alma.
A mí siempre me ha pasado igual. Que lo cuente por escrito y me llegue el Premio Nobel es solo cuestión de tiempo.
Jesús le dio un gran toque personal a la visita, al ir explicando la historia que había detrás de cada objeto destacable de la exposición. Me comentó que el año que Don Camilo recibió el Nobel, el pintor se recorrió toda España junto a su amigo escritor. Artistas unidos en un viaje por la geografía española. Seguro que eso también fue digno de un libro.
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Me marché de Torija disfrutando de su preciosa estampa paisajística, pero con las palabras de Cela resonando en mi mente: “no son los paisajes, son los paisanajes”.