Llegamos de noche al aeropuerto de Dakar y antes de recoger el equipaje nos tocó esperar una larga hora para estampar un nuevo sello en el pasaporte. El nuevo destino se encontraba cerca aunque una larga cola de gente con pasaporte en mano nos separaba de él. Anteriormente los ciudadanos españoles no necesitaban tramitar visado para viajar a Senegal. No obstante, las cosas cambiaron desde hace unos meses y con los deberes hechos en casa realizamos el tramite y la foto de rigor y nos dirigimos finalmente a la zona de cintas para recoger el equipaje.
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Las maletas del vuelo Madrid – Dakar con Iberia fueron saliendo todas poco a poco menos la mía. Me empecé a poner nervioso y empecé a pasearme a lo largo de la cinta. En uno de mis paseos me encontré de repente con mi maleta sospechosamente apartada tras una columna junto a un par de señores a quienes solamente les faltaba silbar… Apenas nos cruzamos un par de palabras en francés, las pocas que sé, y cruzamos las puertas del aeropuerto para finalmente poner los pies en Senegal, mi primer país africano a excepción de la cornisa norte del Magreb y Egipto.
Nuestras primera excursión nos deparaba un intenso día recorriendo el lago Rosa, localmente conocido como el lago Retba, y famoso entre los amantes del deporte del motor por ser la etapa final del clásico rally París – Dakar. Como muchos ya sabreís, el rally ahora circula por tierras sudamericanas. Por motivos de seguridad, especialmente en territorio de Mauritania, pusieron punto y final a uno de los recorridos del motor más célebres del planeta y su retirada ha tenido un notable y visible impacto en esta zona cuya economía llegó a depender en gran manera del rally y todo lo que el mismo traía consigo.
Desde las afueras de Dakar realizamos un recorrido aproximadamente de una hora atravesando zonas áridas en las que la majestuosa figura del árbol baobab preside la estampa, casas a medio construir -o eso parecían la mayoría- y peajes -sí, por lo visto los peajes sí han llegado a Senegal-.
Llegamos a un centro turístico con restaurante y jeeps que realizan un recorrido circular por la zona. El lago Rosa debe su nombre al color que las mismas algas del lago tiñen sus aguas según el efecto de los rayos del sol sobre él. Precisamente ese mismo día, el cielo encapotado convirtió los colores del lago en un marrón oscuro poco fotogénico. A pesar de echar de menos esas estampas rosadas que fácilmente pueden encontrarse al buscar por internet, el recorrido alrededor del lago Retba, incluso bajo un viento furioso y un frío insospechado, bien mereció la pena.
Nos montamos en un camión 6×6 y empezamos la aventura acercándonos a las aguas del lago Retba. Si las nubes oscurecían la luz del día, también el viento hizo de las suyas y me arrepentí de haber sido un valiente y haberme dejado la chaqueta. Me sorprendió encontrarme en medio del África ecuatorial pelado de frío y con la piel de gallina. Así que ya sabéis, si vais al lago Rosa, aunque parezca que hace buen tiempo, llevaos una chaqueta a mano por si las moscas.
El viento además agitó las aguas del lago y apenas vimos gente faenando. Eso sí, alrededor del lago pudimos observar una infinidad de montículos de sal acumulados. El lago Retba es un mar salado, vendría a ser como el mar Muerto del Senegal y sus gentes lo extraen con sus barcas para venderlo y exportarlo posteriormente.
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El recorrido alrededor del lago Rosa es más variado de lo que a uno le puede parecer en un principio. Durante los primeros minutos circulamos alrededor del lago, tocamos la sal que se amontona a sus lados y después nos desplazamos por una zona de dunas donde el conductor hizo de las suyas y pegamos unos cuantos saltos, y, de repente, nos topamos frente a frente con el océano Atlántico. Lo ubicaba cerca del lago pero me sorprendió su cercanía. Este contraste de lago, sal, dunas, campos de cultivos y mar me ayudó a olvidarme del inverosímil frío y, sin duda, fue una buena manera de ponerse en la piel de míticos pilotos como Vatanen, Peterhansel o Nani Roma y disfrutar de la sensación de estar realmente realizando esos últimos kilómetros sagrados del final del París – Dakar.
qu onda con ese lago se be muy femenino
Lo más relevante de mi viaje a Senegal el aspecto humano. Cosas bien, cosas mal. Amabilidad de muchas personas. Acoso sexual verdaderamente horrible en muchos sitios a las mujeres. Y a veces el desprecio casi tangible porque a las mujeres sin pareja nos consideraban unas puercas compradoras de sexo (muchas lo son).