Para poder ser una megalópolis, Sidney está en el país equivocado y tiene que asumir el lastre de que Australia no tiene suficientes habitantes. De hecho, con sólo 3 personas por kilómetro cuadrado es de los países más desolados del planeta.
Nadie lo diría cuando uno llega a Sidney, porque la capital del Estado de Nueva Gales del Sur es la más poblada del país. Casi uno de cada cuatro australianos vive en esta ciudad que se extiende, sin pausas urbanísticas pero sí administrativas, 55 km en línea recta desde el faro de Hornsby, que vigila el Mar de Tasmania, hasta Penrith, donde empiezan a escasear los edificios conforme nos acercamos a las Blue Mountains.
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El Sidney (¿la Sidney?) que conocemos en nuestras primeras horas en suelo australiano, abraza estrechamente el mar con el Harbour Bridge (el Puente del Puerto) por un lado y la Opera House (el edificio multiusos de la Ópera de Sidney) por otro.
Es en esa zona, donde se encuentra el CBD, el Central Business District o Distrito Financiero (y que los estadounidenses llamarían “downtown”) donde descubriremos que lo poco que queda del Sydney de 1788, el año de su fundación, palidece ante el desarrollo del siglo XX.
Pero cuando llegué a Sidney, en un viaje que hice gracias a ser seleccionado como finalista de los Premios #BlogueroGold por la tarjeta American Express, no buscaba restos de la ciudad colonial, sino las huellas más recientes de su historia.
Por un lado, un icono de la ingenieria que alivió el desempleo de la Gran Depresión y se convirtió en una gesta moderna para una nación en crisis. El Sydney Harbour Bridge tardó casi 9 años en construirse y de 1923 a 1932, miles de obreros tuvieron un sueldo que llevar a sus casas gracias a trabajar en el que, hasta el año 2012, fue el puente de sus características más ancho del mundo.
8 carriles para vehículos a motor, 2 carriles ferroviarios, 1 carril para ciclistas y 1 un carril para peatones ocupan los 48 metros de su anchura. Pasear los 25 minutos que lleva cruzarlo, con imprescindibles paradas para contemplar la ciudad al otro lado del vallado pretil, es un rito que todo turista hace al menos una vez.
Yo creo que lo hice cinco.
Al CBD lo abraza por otro lado un icono de la arquitectura que levantó pasiones, derribó un Gobierno, y cambió la vida del hombre, Jørn Utzon, que lo proyectó, la Sydney Opera House.
Lo que iba a ser una obra que sólo duraría 4 años y le costaría al erario público 7 millones de dólares australianos, se terminó convirtiendo en un quebradero de cabeza durante 14 años, con un sobrecoste de casi el 1.500%. Pero qué quebradero de cabeza más impresionante.
Las conchas perfiladas, cubiertas por azulejos de color blanco y crema, resplandecen con fuerza bajo el sol del mediodia, tienen una serenidad nacarada conforme cae la tarde y son iluminadas con suavidad al ponerse el sol. Lo mires cuando lo mires, lo mires desde donde lo mires, se entiende perfectamente que en el año 2007 la UNESCO lo catalogara como Patrimonio de la Humanidad.
Más allá del centro, de puentes y edificios controvertidos, hay una costa desigual a ambos lados de la Bahía que forma el Río Parramatta buscando desesperadamente el Mar de Tasmania. Esta costa, de playas de arena fina, casas con embarcadero y donde los mas ricos usan hidroaviones como taxis, va de Darling Point a Watsons Bay.
Nicole Kidman vive, ya sin Tom Cruise, en Darling Point. El actual, y reciente, Primer Ministro de Australia, Malcolm Turnbull, vive un poco más al Este, en Point Piper. Volviendo al mundo del espectáculo, la estrella de “Gladiador”, Russell Crowe, vive todavía un poco más al Este, en Rose Bay.
El final de la costa Sur es Watsons Bay, mucho menos exclusivo que los suburbios anteriores pero con la distinción de albergar el faro más oriental de Sidney, el de Hornby.
A todos esos sitios se llega en una peculiar forma de transporte que, como no podía ser de otra manera, une las dos orillas del mayor puerto natural del mundo y los suburbios aledaños. Partiendo de Circular Quay, a la sombra imponente de los rascacielos del CBD, los ferris llevan desde 1879 transportando pasajeros de casa al trabajo y viceversa.
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Sidney es multicultural, habla 250 idiomas y nos guiña el ojo para descubrir sus calles, parques y playas paseando o en barco. Cuando acabemos, nos deja descansar en Hyde Park o el Royal Botanic Garden, a la sombra de un árbol, con la banda sonora de sus exóticas aves y a la vista del Sydney Opera House y el Sydney Harbour Bridge.
Sidney no es la capital de Australia pero, al ponerse el sol y ver cómo se iluminan su puente y su ópera, puede ser la capital del mundo.
Datos e información sobre el Sydney Harbour Bridge en la página web del Gobierno de Australia.
Puedes realizar un tour en español de la Sydney Opera House.
Esta es la página web oficial de Turismo de Sidney.
Uno de los mejores puntos para ver el Sydney Opera House y el Sydney Harbour Bridge “lado a lado” está unos metros a la izquierda de Mrs. Macquaire´s Chair en el Royal Botanic Garden:
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Many thanks, Guillermo. Sydney is a place you can go back anytime and still be amazed!
Cheers,
J
Amazing pictures, but the best part is having seen it! ;-)
Hi Dev,
Many thanks for your kind comments and I wish you can see it soon. Sydney is an inspiring city!
Cheers and hugs,
J
Great article & most amazing photos Jose. Felt great & inspired to someday visit Australia.
Look forward to read more,
A big hug,
Dev