China no es Pequín (Beijing para los menos románticos), Shanghai (el Hong Kong que no fue colonia) ni Hong Kong (el espejo colonial en que se mira Shanghai). China no es rascacielos que se levantan de la noche a la mañana. China no es un poder económico con pies de barro. China es Zhaoxing.
La auténtica China, la China de verdad, está en Zhaoxing. Todo lo demás es un escaparate gigantesco, un salto al futuro, sin haber cogido suficiente carrerilla, que tiene apenas unas décadas frente a los milenios de la China reposada que es Zhaoxing.
Olvidad las urbes de neon, acero y millones de hormigas que las pueblan. Olvidad las aglomeraciones en los medios de transporte públicos y los kilómetros de atascos. Olvidad eso y recordad, como yo hago, Zhaoxing.
Dentro de lo que se puede en un país de parques temáticos, intencionados o no, Zhaoxing es la China rural que sobrevivió al trágico y desastroso “salto hacia adelante” de Mao.
Los únicos saltos que veréis en Zhaoxing son los de los niños, jugando en sus calles que no conocen el asfalto, pero si la piedra y el polvo.
Alguna moto, o el diario autobús, lo levantan en su calle principal, pero no los peatones, porque aquí nadie corre, sólo lo hace, plácidamente, el agua por su río.
No es el mítico Shangri-La pero Zhaoxing es un refugio, un oasis rural al que ir para hacer lo menos posible y entender, por fin, lo que significa el dolce far niente. Zhaoxing es un pueblo para pasear tanto como se pueda y para mirar, para mirar todo lo que nos rodea.
Mirar a sus habitantes, unos 4.000, para intentar distinguir en sus caras los rasgos de la etnia Kam (más conocida como Dong), una de las 54 que oficialmente reconocen las autoridades chinas, y para la que este pueblo es uno de sus núcleos más importantes.
Mirar a sus casas, construidas en madera de un color caoba dorado en la parte más expuesta al sol.
Hasta tres plantas tienen los edificios, cobijados bajo un tejado de piedra que, desde las colinas que lo rodean, hace parecer al pueblo como una inmensa tortuga.
Mirar a sus campos, donde se trabaja incansablemente, de sol a sol, cultivando arroz en terrazas dispuestas en la parte llana pero también en las faldas de las colinas.
Al finalizar la temporada de cosecha, el arroz es llevado de vuelta al pueblo. Arroz y cereales, en manojos, acaba secando al aire en las fachadas de las casas.
Zhaoxing se encuentra en un pequeño valle, rodeado de montañas, casi aislado de todo y de todos.
Difícil, pero no imposible, es llegar. Difícil es querer irse.
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El aeropuerto internacional más cercano es el de Guangzhou (Cantón). Desde allí se puede tomar un vuelo interno hacia Liping y de allí un autobús a Zhaoxing (también escrito Shaoxing) aunque si viajas en tren rápido, la estación de Congjiang queda a sólo 6km.
¿Y cómo llegar hasta Guangzhou? Estamos de suerte, pues las compañías europeas KLM (vía Amsterdam) y Air France (vía París) ofrecen vuelos desde Madrid hacia esa ciudad china.
Aviones modernos y aerolíneas conocidas, de bandera en vez de low cost, con una relación calidad/precio muy alta para un vuelo internacional, pueden ser nuestras primeras opciones recomendadas para un viaje a Oriente.
Pero Zhaoxing tiene humildes maravillas que ver.
Edificio singular donde los haya, no una sino cinco son las magníficas Torres del Tambor que podemos ver en Zhaoxing. Y todas están construidas sin usar clavos, remaches ni ningún tipo de material de construcción metálico. Sólo madera.
Con alturas que llegan casi a los 19 m, dice la tradición que cada una de las torres representa a un clan de la etnia Dong, pero también a cada una de estas características de sus integrantes: amabilidad, educación, inteligencia, corrección y confianza.
Símbolos de buena fortuna y señal de prosperidad, la planta baja de las torres es una enorme sala de reuniones y eventos. Con altorrelieves donde aparecen policromáticas escenas de la mitología y el folclore de los Dong, la planta baja es un escenario de vida social durante el día.
Al caer la noche, Zhaoxing es un pueblo fantasma, pero si te preguntas dónde encontrar a sus habitantes, no es en sus casas, es en la Torre del Tambor.
Allí se reúnen para cantar, con una curiosa técnica gutural, y continuar una tradición oral básica para la supervivencia de su cultura, pues los Dong pintaban pero no escribían y sólo recientemente comenzaron a hacerlo, en chino mandarín.
Pinturas podréis encontrar también en otro, y también característico, tipo de edificio, el Puente del Viento y la Lluvia. Encontraréis varios salvando el río, pero son – como las Torres del Tambor – más que puentes, ya que se encuentran cubiertos, ricamente ornamentados y, también, sus vigas de madera encajan sin necesidad de clavos ni remaches.
Zhaoxing es una aldea china para olvidarse de China mientras aún puedes encontrar un sitio así, mientras aún permanezca así.
Si lo deseamos, podemos relajarnos de esa China masiva que muchos nos venden y otros temen, esa China que llega en autobús al mediodía al pueblo, hace una visita rápida, asiste a un espectáculo prefabricado y se va después de comer.
Aunque alguno se quede al espectáculo nocturno y a dormir, cuando se asienta el polvo, todo vuelve a la normalidad.
Zhaoxing es marrón como la madera de sus edificios, amarillo como el arroz que seca al aire, verde como sus colinas, azul índigo como la característica tela que fabrican sus mujeres, gris oscuro como la piedra de sus tejados.
Pero sobre todo, Zhaoxing es blanco, como la tela de un lienzo que tú vas a pintar en tu memoria.
Yo salí de Zhaoxing con el corazón lleno de recuerdos, pero no de “museos que no te puedes perder” (sólo recientemente se ha abierto uno sobre la etnia Dong), de “trekkings imprescindibles” (aunque paseé tranquilamente por sus colinas y me acerqué al pueblecito de Tang’an), de “restaurantes locales con encanto” (aunque incluso en el «Happy Farmer Restaurant» lo único blanco éramos los brotes de soja y yo mismo), ni de “el mejor cóctel” (porque en el pueblo donde se madruga, no se trasnocha).
No encontrarás nada de eso en Zhaoxing.
Pero si lo que buscas es un respiro en China, un sitio donde te devuelvan la sonrisa con timidez, un pueblo donde sus habitantes cultiven el arroz y vivan como hace 100 años (con la excepción de las omnipresentes parabólicas para ver la televisión), vete a Zhaoxing.
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Hola, gracias por el post, súper interesante, muy lindas fotos también. Te escribo porque estoy organizando un viaje con mi señora para finales de Agosto y quería saber si en Zhaoxing hay un entorno lindo para visitar ya sea con caminatas o alquilando bici o motocicleta, más alla del pueblo que se ve muy bonito.
Originalmente tenía pensado visitar Yangshuo (3 dias), Longshen (1 día) y Zhaoxing (1 día), en Yangshuo ya estuve en el 2010 y me gustó mucho el entorno, pero tengo miedo de pasar mucho tiempo en el transporte entre cada pueblo y poco en cada lugar, por eso después de leer esto evaluaba la opción de eliminar Longshen e ir directo a Zhaoxing.
Bueno, si me puedes comentar algo te agradezco, te mando saludos desde Argentina.