A juzgar por cómo intentaba morder el espejo retrovisor de nuestro coche, el oso pardo no distinguía entre el Land Rover que reparte comida y el que llevaba a cuatro blogueros de viajes por el interior del recinto. Nosotros, conteniendo las exclamaciones, no dejábamos de mirar y fotografiar a las decenas de ejemplares que – menos curiosos – se habían repartido el pan, las manzanas y los trozos de pollo que eran parte de su dieta.
Esta escena es sólo una parte de la “Visita Salvaje” al Parque de la Naturaleza de Cabárceno, en Cantabria, una forma original y divertida de conocer de primera mano – literalmente – a jirafas, elefantes, cebras o rinocerontes, por citar sólo alguna de las especies que podremos tocar.
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La experiencia tiene lugar a poco más de una docena de kilómetros de Santander, en Cabárceno. Allí podemos encontrar un centenar de especies animales, procedentes de los cinco continentes, vagando a lo largo y ancho de las 750 hectáreas que componen el Parque de la Naturaleza.
Situado en los terrenos que una vez fueron una explotación minera a cielo abierto, no es ni un zoológico ni un Parque Natural, aunque comparte rasgos con ambos. Aquí los animales cuentan con amplios espacios para vagar a sus anchas, aunque hay vallas para separar las distintas partes del recinto.
Durante una visita normal, que dadas las distancias es recomendable realizar en coche propio, se van recorriendo los 20 kilómetros de carreteras que unen los enclaves de las distintas especies. Aproximándonos a las vallas, podemos estar muy cerca de avestruces o dromedarios con la seguridad de que si viajamos con niños, estarán encantados con ello.
Pero para quienes quieren ir un paso más allá, en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno han desarrollado la “Visita Salvaje” para grupos de un mínimo de 2 personas y un máximo de 4 y con una duración de unas 8 horas (aproximadamente desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde e incluye un menú especial en el restaurante del recinto).
Acompañados siempre por un profesional del parque y a bordo de un Land Rover (de los urbanos, con asientos de piel) se accede entre otros a los recintos de los elefantes, las jirafas, bisontes, cebras, rinocerontes y gaures (unos bóvidos del subcontinente indio).
En el caso de los osos, nosotros (Ignacio, de Crónicas de una cámara, Cristina de Viaja en mi Mochila, Guillermo, el cámara de Minube y Cristina de Cantur) accedimos al interior del recinto subidos en otro Land Rover distinto, el de campo, funcional y sin lujos). Eduardo, nuestro acompañante y guía, no necesitó explicarnos el porqué del cambio de vehículo en cuanto vimos las confianzas que se tomaban algunos ejemplares.
La visita al Parque de la Naturaleza de Cabárceno había empezado de una manera mucho menos movida, alimentando a las jirafas desde una elevación del terreno. Su áspera lengua – similar a la de los gatos en ese aspecto – se enroscaba con destreza en torno a cada zanahoria que les ofrecíamos. Cuando accidentalmente alguna hortaliza caía al suelo, los enormes animales no podían agacharse a por él desde sus casi tres metros de altura (las jirafas, por cierto, duermen de pie).
Además de acariciar a las jirafas – más bien rozarlas, pues son animales muy tímidos – tuvimos la oportunidad de darle manzanas a Cristina, una cría de elefante, visitar la zona de boxes de los paquidermos, alimentar a varias cebras y, algo que nunca me hubiera imaginado, tocar un rinoceronte blanco.
Más allá de la dureza de su piel gris – que, como la de muchos otros animales del parque está cubierta de una costra de la tierra rojiza en la que se revuelcan – me llamó la atención el enorme tamaño de su cabeza, adaptación evolutiva tal vez de los cambios en alimentación con respecto a sus antepasados de hace millones de años.
Desgraciadamente, la superstición amenaza la existencia de estos gigantescos mamíferos (el tercero más grande sobre tierra) y es cazado por su cuerno, al que se achacan propiedades medicinales.
No es plato para todos los gustos, pero en la visita se incluye también el acceso al Reptilario donde lagartos y serpientes (a las venenosas, por cierto, no se les extrae el veneno) están expuestas en terrarios.
Más apetecible es la visita a la zona de las aves rapaces, donde podemos – debidamente protegidos con un rígido guante que llega casi hasta el codo – sentirnos nobles feudales por un día. Desde lo alto de un promontorio, sostenemos una pequeña pieza de comida con la mano extendida y en unos segundos notaremos un aleteo apagado y como unas garras se aferran al guante.
A pocos centímetros de nuestra cara, una hermosa ave de presa nos contempla casi con indiferencia. Su curvado pico ha dado rápida cuenta del cebo y durante unos segundos, hasta que la reclame su cuidador, es toda nuestra para contemplarla (personalmente, con una mezcla de admiración y respeto).
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Estas aves participarán más tarde en una demostración para el público en general. Mientas los espectadores permanecen sentados en unas gradas situadas – como el 99% de las instalaciones – en un espacio abierto, varios ejemplares lo sobrevuelan de uno a otro extremo. Como si de coger confianza se tratara, al cabo de un rato, halcones y águilas ya rozan con sus evoluciones las cabezas de la gente, que sigue sus maniobras con la boca abierta.
Dejo para el final la visita al recinto de los gorilas donde, separados sólo por un cristal desde el suelo al techo en la zona cubierta, pasaban el tiempo un par de machos – uno de ellos el dominante, un espalda plateada – y una hembra. Esta última llevaba, a ratos a la espalda, a ratos en el pecho, a una pequeña cría que era objeto de los “oes” y “aes” de todos los presentes.
Sin embargo, fue la mirada de uno de los adultos lo que más me llamó la atención, era como estar frente a un anciano que acumulaba en sus calmados ojos la sabiduría natural de un sinnúmero de generaciones.
En definitiva, la “Visita Salvaje” al Parque de la Naturaleza de Cabárceno es una forma de observar las bambalinas del teatro de la vida salvaje, accediendo a zonas exclusivas para el personal del parque y pudiendo tocar rinocerontes y elefantes, algo vedado a los visitantes normales.
Si comparamos su precio (200, 180 0 160 Euros por persona según lo hagan 2, 3 o 4 personas), con lo que ofrecen a cambio (casi 8 horas con un guía profesional, acceso a zonas restringidas, transporte por todo el parque, un menú especial, la posibilidad de acariciar animales, el acceso al interior del recinto de los osos, etc.), no es nada desorbitado y es, desde luego, una experiencia para toda la vida.
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Gracias por dejar tu comentario, Amador, que además habla de una experiencia de primera mano y en familia.
Un saludo,
Avistu
Vamos todos los años. Esta muy cuidado todo y los animales se pueden ver tan cerca que es maravilloso. Muy recomendable para toda la familia.
muy interesante, todo un turismo de aventura, el contacto con los animales es una actividad hermosa y más si están en estado salvaje como vemos en las fotografías.
Lindo para ir en familia, lo que sí antes chequeo mi seguro de viaje, por si las dudas… jaja
muy interesante, todo un turismo de aventura,
my interesante tu vision de la visita salvaje. yo tb escribia la mia en facebook de cabarceno, un saludo
Hola! Es un Parque es espectacular.
Estuve hace unos meses con unos amigos y fue un viaje precioso. Estuvimos alojados en un hotel en Santander a sólo 5 minutos del Parque de Cabárceno y nos hizo un día fantástico.
Se lo aconsejo a todo el mundo!!
Wow J,
This seems to be an awesome & one of the cutest visit!! Its great to be so up, close with these magnificent creatures.
They are truely beautiful in their skin, color & tone. Must be an amazing experience to feed them with your own hand..
wish could be there.
Felt happy reading this post.
Cheers,
Dev