«Estamos aterrizando al aeropuerto de Bilbao y la temperatura exterior es de 29 grados». Así es como el piloto de Vueling nos daba la bienvenida al País Vasco. Nos encontrábamos a mediados de octubre y, contrariamente a la climatología habitual de finales de otoño, un sol espléndido y una temperatura inusual nos recibía calurosamente.
Nos desplazamos al hotel Tamarises cuyas ventanas dan al hermoso paseo que se extiende sobre la playa de Ereaga en Getxo.
Son pocas las localidades que gozan de una playa tan estupenda a sus pies. La playa de Ereaga se extiende en la desembocadura de la ría del Nervión por lo que sus aguas son tranquilas. Con el estupendo tiempo que hacía ya no nos sorprendía nada y pudimos ver en pleno mes de octubre en el País Vasco a un buen grupo de gente tomando el sol y bañándose en sus aguas.
Nosotros optamos por acercarnos a uno de los bares cercanos al paseo. Unas escaleras nos sirvieron para sentarnos y refrescarnos con la primera cerveza fría con pintxos en Getxo. Bajo un cielo nítido y un sol de agosto disfrutamos de las vistas al monte Serrantes, las opulentas casonas y palacios de Algorta y la cercana Portugalete al otro lado de la ría.
Hace más de 15 años que no visitaba Bizcaia y desde entonces el recuerdo de un horizonte gris poblado de fábricas, grandes edificios y el humo de las chimeneas ha dado paso a un entorno más serenado y mucho menos combativo con el medio ambiente. Sin duda, el efecto Guggenheim en Bilbao ha servido para que las poblaciones lindantes a la ría del Nervión reciban un buen lavado de cara.
Cualquiera que no haya pisado la ciudad en mucho tiempo, puede que Getxo le sugiera fábricas e industria. No obstante, la realidad hoy en día es muy distinta y en sus calles transita una actividad dinámica con variedad de visitas interesantes que van desde una postal de un auténtico puerto pesquero como el de Algorta, pasando por sorprendentes casonas cuya hipoteca dejaría a más de una empresa del Ibex en números rojos -o no-, vistas panorámicas al Atlántico desde la atalaya de Punta Galea y la modernidad simbolizada con el impresionante puente colgante que une Getxo con Portugalete.
Durante la noche, ya sea en Getxo o en cualquier localidad de Bizcaia, no puede faltar una escapada de noche para saborear unos buenos pintxos regados con txacolí, el vino blanco de la región. Nos movimos por el barrio de Areeta -Las Arenas en castellano- donde un buen ambiente amenizaba las plazas y las calles principales de la zona.
Lo suyo en Areeta es ir de tasca en tasca y disfrutar de sus pintxos. Entre los lugares que visitamos se encuentran La despensa, El Galea y el Atrio. Todos ellos recomendables por su rápidez, variado ambiente y elaboración de pintxos. Pimientos rellenos, bacalao con yema, pimiento y alioli, queso rebozado, pintxos gigantes de merluza que casi parecían un plato principal, unas anchoas con pimientos del piquillo, unas deliciosas txistorras envueltas en hojaldre y más delicias nos acompañaron en una noche memorable en manga corta en pleno octubre.
¡Cuando el tiempo acompaña Euskadi es un destino difícil de igualar!