El último día en Londres decidí hacer algo que no me había atrevido -posiblemente por falta de tiempo- durante las otras ocasiones en las que visité la capital británica. Me decidí finalmente a visitar el enorme Museo Británico de Londres.
Disponía de unas tres horas y como es evidente me concentré en una zona de esta inmensa colección de arte que el gobierno británico ha ido almacenando en algunas ocasiones de manera polémica como el recital de momias egipcias o el pedazo de Partenón que alberga en su interior. Polémicas aparte, el Museo Británico es un auténtico disfrute para todo amante del arte y además la entrada es gratuita.
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Lo primero que hice al entrar es agenciarme con un mapa del lugar -al final del post os dejo un scanner con la planta principal del museo para que os lo imprimáis- y me tomé unos minutos para decidir qué tipo de arte iba a disfrutar durante las siguientes tres horas. Evidentemente, la envergadura del museo no me permitía patearme el lugar entero en tan poco tiempo.
Me decidí por visitar la zona que queda a mano izquierda en la planta principal. Es decir, me esperaban tres horas con la escultura del antiguo Egipto, la escultura asiria y las puertas de Babilonia, el arte de la antigua Grecia con el monumento de Nereida, un pedazo de Partenón casi al completo y el mausoleo de Halicarnaso.
Era un día cualquiera pero el museo se encontraba a rebosar. Imagino que esto ocurre cada día. Con el ajetreo uno va un poco más rápido de lo que desea y te quedas con las ganas de saborear tanta cultura en tan poco espacio. Inevitablemente, apresuré la marcha sin quererlo y tras terminar la primera planta me encontré todavía con un poco de tiempo más.
No lo dudé. Me subí a la segunda planta donde me esperaban las momias egipcias en todo su esplendor así como más Grecia y Roma y más Mesopotamia.
Sin duda, una visita al Museo Británico hay que tomársela con calma. Tanto arte junto ofusca la mente y ahora, desde la distancia, recuerdo vagamente alguna de las esculturas o momias que observé.
Si volviera, estoy seguro que en lugar de abarcar tantas salas en tres horas, me tomaría una tila de buenas a primeras y me dedicaría a saborear el lugar intentando olvidarme de la gente, tratando así de camuflarme entre tanta historia y tanta riqueza de nuestro pasado.
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