La ventaja de Las Hurdes frente a otros destinos es que su maldición (su aislamiento publicitado cinematográficamente por Buñuel) es también su bendición, pues le permite ofrecer paisajes casi vírgenes, unas tradicionales casas de pizarra que se encuentran en muchas de sus alquerías y, no menos importante, una gente que da la bienvenida con calidez al forastero.
Visitar la comarca de Las Hurdes es sorprenderse casi a cada curva del camino: alquerías (pueblecitos) en el fondo de valles, gavías (bancales) en lugares prácticamente inaccesibles, ríos que se divierten mareando nuestra vista encadenando meandro tras meandro.
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La supervivencia sin comodidades ha marcado tanto estas tierras que aquí Unamuno acuñó una tremenda frase, “Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija del hombre”.
Desde las laderas de los montes, esculpidas para tener pequeños terrenos de cultivo, hasta las casas de los hurdanos, donde la pizarra es arrancada al suelo, el hombre ha moldeado su entorno para, literalmente, no morir de hambre ni por la acción de los elementos.
Curiosamente, una de las riquezas de Las Hurdes apenas exige intervención humana, pues esta comarca es exportadora de miel y polen de altísima calidad. La miel acompaña, pero el cabrito y los productos de la huerta son la base de una gastronomía que nació basta y sencilla, sin artificios que complicaran lo que era necesidad, no lujo.
Pero si evolucionan las comunicaciones y hoy es fácil transitar por las carreteras de esta zona de Cáceres, también lo ha hecho la cocina y encontramos restaurantes de lujo en Las Hurdes donde se reinventan platos tradicionales con deliciosos resultados.
Este vídeo de viaje a Las Hurdes presenta una realidad distinta a la película, que no documental, de Buñuel.
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De 1932 a 2017 han cambiado tanto las cosas que parece que hablamos de dos zonas del mundo distintas, y Las Hurdes del siglo XXI, con sus paisajes, casas de pizarra, gastronomía y cultura es uno que merece visitar.