La farra colombiana tiene fama de ser una de las mejores del continente sudamericano y, una vez he salido por casi todos los países del mismo, tengo que decir que los rumores son en parte ciertos, pero con la nueva ley de cierre de bares y pubs a las 3 de la mañana, la cosa ha perdido un poco.
Cuando cae la noche, los colombianos y colombianas salen a demostrar que saben divertirse tan bien como bailan salsa y toman en tropel los bares de la ciudad, la mayoría de los cuales se encuentran concentrados en la Zona Rosa, nombre común que se le da a la zona donde se concentra la marcha en casi todas las ciudades del país.
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La Zona Rosa está ubicada más o menos por las calles de las 80 a la 85 y carreras 12 a 15. El tema de orientarse en cuanto a calles en Colombia al principio es algo complicado porque no tiene nada que ver con el de la mayoría de países. No tienen nombre de calles sino que se dividen en calles y carreras -unas cortan a las otras- y todas están numeradas. Con lo cual el tema de encontrar lugares en un plano es más parecido a tomar coordenadas que a aprenderse nombres y demás. La verdad es que cuando te acostumbras, el sistema parece bastante lógico y ventajoso. Yo la verdad es que me armé un buen lío.
Pero bueno, lo mejor es que os toméis un taxi y todos conocen el lugar.
La verdad es que la zona no sólo está diseñada para albergar a los que les gusta la nocturnidad y alevosía sino que además está plagada de tiendas y grandes almacenes, restaurantes, cafeterías y, por supuesto, bares y discos. Es decir, que te puedes tirar el día entero por la zona, hacerte unas compras, cenar en uno de los restaurantes que ofrecen diversos tipos de comida y después comenzar con las copas y dirigirte al garito que tenga la música -o mujeres u hombres- que más te gusten.
Existen otras zonas de la ciudad con buena concentración de garitos, precios mucho más bajos y casi totalidad de colombianos y colombianas, como la 65.
Si queréis continuar la fiesta más allá de las 3 de la mañana -en Irlanda la cosa está igual y cuando voy a España me desquito- preguntad por ahí o poneros lo suficiemente ciegos como para confiar en un taxista de buen rollo. Nosotros hicimos lo segundo y la verdad es que el chaval lo intentó hasta la saciedad con todas las discos que conocía pero todas estaban cerrando cuando llegábamos. Al final nos llevó a un lugar clandestino de ésos con portero gigante con walkie-talkie mirándote de arriba abajo. Mi amigo se quedó en el taxi y yo fui a preguntar. Me comentó que tenía que comprar una botella de ron dentro para poder pasar: 35.000 pesos colombianos (a precio de España). Yo le dije que ni de coña, que si éso una cerveza y va que chuta porque ni sabía si el garito estaba bien o estaba muerto.
Al final le convencí y pagué 3.000 pesos para tomarme una cerveza rápida. Porque subí unas escaleras que me llevaron a una especie de almacén convertido en disco, con luces violetas y como 30 personas en total entre sillones y la pista de baile. La verdad es que lo mismo más tarde la cosa explotaba, pero no me la quise jugar y acabamos admitiendo la derrota.
La verdad es que lo pasamos mejor la primera noche en la ciudad cuando Marco -un amigo colombiano que conocí en Buenos Aires- nos invitó al cumpleaños de una de sus amigas en una casa en La Calera, en la ladera de una de las montañas que rodean a la ciudad. La cosa resultó ser una fiesta hippy con unas 30 personas, mucha bebida y un grupo de música acústica que nos mantuvo despiertos hasta las 7 de la mañana. Desde aquí le mando un beso muy fuerte a la cumpleañera -Ana- y un saludo a todos ellos que nos hicieron sentir en casa estando tan lejos de ella.
Segurísimo que algún lector colombiano que se deje caer por aquí podrá comentarnos muchas más cosas de la noche de Bogotá.
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Pues éso, ¡será por fiesta en Colombia!.