Viaje a Karlstad y Värmland: bajando el río Klara en balsa de madera (1)

En mi viaje a Karlstad y la región de Värmland en Suecia realicé varias actividades en la naturaleza, pero, sin duda, la más original y divertida fue el montar una balsa de madera de 2.000 kilos de peso con nuestras propias manos y bajar 10 kilómetros de río montados en ella.

Dedicamos toda la tarde de un Martes cualquiera a cargar troncos hasta el agua y atar con cuerdas los unos a los otros para crear una magnífica balsa con la que ni los griegos se iban a hundir.

A las 10 de la mañana siguiente ya estábamos en la playa escuchando las instrucciones de nuestro guía de Vildmark i Värmland. Esta empresa familiar lleva más de 30 años ofertando actividades en la naturaleza aptas para toda la familia.

Nuestra magnífica balsa lucía imponente bajo los rayos del Sol. El resultado de un trabajo tan grande hecho con tus propias manos es juzgado siempre con la misma imparcialidad con la que se comentan las virtudes de un hijo propio: “Mi balsa es la más bonita, resistente y chula. La más mejor, vamos.” Igualmente, hay que señalar que el esfuerzo dedicado a construir la balsa, aunque sea divertido, no es tan gratificante como el que se hace para tener un vástago.

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Equipazo al completo en el punto de inicio de nuestra aventura en balsa por el río Klära.

Nos dieron nuestros chalecos salvavidas, el cajón de la comida y utensilios para cocinar, las cuerdas , las pértigas y los remos. Estábamos listos para partir y recorrer esos 10 kilómetros que separan el camping de Klarälven de Björkebo, nuestra meta en el margen izquierdo del ancho río Klära.

Aunque nuestra excursión sería sólo de 1 día, existe la posibilidad de bajar el río por 2, 5 u 8 días, llegando a recorrer una distancia de 100 kilómetros rodeados de verdes e imponentes bosques y montañas.

Nada más comenzar nuestra aventura nos dimos cuenta de que mover aquel monstruo de madera no iba a ser nada fácil. Usamos las pértigas para salir del banco de arena formado en la orilla y después comenzamos a remar como posesos para alcanzar la corriente central del río que nos desplazara a velocidad de crucero.

Disfrutando del paseo en balsa una vez alcanzada la velocidad de crucero. ©IsraelUbeda/Visitsweden

Que nadie se piense que este tramo del río Klära es de aguas salvajes como los que se bajan cuando haces rafting o kayaking en aguas bravas. La velocidad de crucero en un día normal no pasa de 4 km/h, llegando a un máximo de 7 km/h cuando el caudal es realmente abundante. El verdadero atractivo de esta actividad no es la descarga de adrenalina sino el trabajo en equipo, el esfuerzo, las risas, la contemplación de una naturaleza casi divina y la interacción con la misma.

Una vez conseguimos poner la balsa en una posición en la que la corriente podía tomar el relevo a nuestros remos, arreglamos nuestro campamento a bordo y, sentados sobre los troncos, nos dedicamos a charlar y tomar el Sol.

Sofie, Maria, Israel, Pantani y yo formábamos una tripulación casi tan experta como la de los piratas de los cómics de Astérix. ¿Nos hundiríamos como siempre pasaba con ellos?.

Nuestra última esperanza estaba depositada en la sexta tripulante, Anna, a la que teníamos que recoger después de casi una hora de trayecto ya que nos iba a ir grabando con su cámara de vídeo desde distintos puntos del trazado.

Al estar en muchas ocasiones a merced de la corriente, nos comimos las ramas de los árboles de la orilla en más de una ocasión.

Tomamos las primeras amplias curvas del río con bastante seguridad y comodidad. Una remada por aquí, otra por allá, pero poco más. El Sol lucía alto y los bosques mostraban una gama de verdes casi tan diversa como la lista de cargos inútiles ostentados por políticos españoles.

Encontrábamos a Anna y su cámara en un puente que cruzaba el río y, unos 700 metros más abajo, teníamos que maniobrar a golpe de remo y riñón para poder acercanos a la orilla Oeste y recogerla para convertirla en nuestra sexta tripulante. Recibida con gritos de alegría y demás algarabía, en seguida le dimos un remo aderezado con un: “Venga bonita, a remar que nos ha costado recogerte”.

Salimos de la orilla no sin antes probar -y no era la primera vez ni sería la última- el tacto de los árboles en nuestros cuerpos. La corriente es caprichosa y muchas veces te acerca demasiado a la vegetación virgen que puebla las orillas.

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Siendo 6 tripulantes y remeros, Israel y yo decidimos dar utilidad a la canoa de dos plazas que llevábamos atada a la balsa. He hecho canoeing y kayaking en río con rápidos, mar abierto y lagos pero era la primera vez que cogía la canoa en un río tan vasto y con corrientes tranquilas.

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¿Qué nos pasaría con la canoa?. ¿Acabaron los árboles de la orilla siendo un problema más gordo?. Bueno, la semana que viene os acabo de contar una historia llena de emociones con fuego y sangre incluidos. A lo mejor nos encontramos con unos piratas…

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