India (8) Udaipur, viaje al corazón del Rajasthán

Udaipur, considerada como una de las ciudades más románticas de la India, se hallá en el sur del Rajasthán. Sus palacios de mármol, sus lagos rodeados de colinas verdes con palacios emergiendo de su interior al más puro estilo Excalibur hacen de Udapiur un auténtico oasis en medio del árido desierto. (¡Menuda introducción! Tanta guía me esta contagiando el estilo! A ver si alguien me contrata!)

-Lee mi libro de recomendaciones! Todo el mundo queda maravillado con la comida que preparo!- La mujer del hostal, de pequeña estatura, regordeta y vestida en un sari no dejaba de vanagloriarse de su arte culinario. Sentados en la única mesa de la terraza, en un hostal probablemente en vías de ser inaugurado de aquí a un par de años, Jim, Rob y un servidor nos preparamos para deleitarnos con esa estupenda cena prometida.

-Españoles, ingleses, franceses, todos quedan fascinados con mis thalis, dosas y salsas que cocino.- La mujer nos sirvió un arroz con vegetales y a su vez se sentó con nosotros para seguir hablando de su espectacular maestría en la cocina.

La verdad es que era apetitosa aunque nos hubiera gustado un poco más de intimidad. -Uso un poco de harina, le añado unos ajos triturados…- Jim empezaba a hacer caras extrañas mientras yo trataba de dedicarme al plato con algunos sonidos guturales de afirmación. -Con el queso de cabra, unos chillies, unas cebollas…- Éramos los únicos en el hostal y nos preguntábamos cómo era posible que la ciudad estuviera repleta de turistas y ni alma viva hubiera dejado sus maletas en ese mismo hostal.

-Relleno los chapatis con patata, cebolla, ajo, pimientos…- Insufrible. La mujer nos seguía perorando sobre su arte y Jim y yo no pudimos evitar escapar una de esas risas tontas incontrolables. Jim, al mas puro estilo inglés, se levantó y camufló su risa mientras yo me puse un buen trozo de chapati en la boca para evitar la carcajada.

La mujer, estoicamente, siguió hablando de su manejo en la cocina hasta que nos sirvieron el té. Y en ese momento llego el punto culminante. Rob asió la taza con la mala fortuna que se le escapó de sus manos y derramó su ardiente contenido encima de sus pantalones de tela. El chico no se quemó pero ahí estaba la mujer, de rodillas y con agua caliente y trapo en mano, tratando de limpiar al pobre Rob.

Jim yo yo no pudimos aguantar más y estallamos en carcajadas. Luego nos enteramos que Rob no llevaba ropa interior bajo sus pantalones de tela y entendimos el por qué la mujer mientras le limpiaba los pantalones insistía en decirle que ella era como una hermana para él!

Al día siguiente la mujer nos siguió insistiendo con las maravillas que podía hacer en la cocina. Con la excusa que los tres nos encontrábamos mal y con fiebre, pudimos escapar de otra velada masoquista en ese lugar!

Paseamos por la ciudad, vimos hostales con restaurantes que parecían una maravilla y nos lamentamos de haber terminado en el hostal mas extraño de todo Udaipur. Sin menú, sin bombilla en la habitación, con un abuelo que recita mantras a las cinco de la mañana, sin nadie más que nosotros, rodeados por una familia inacabable y una mujer incapaz de dejarte comer tranquilo!

Aun así, cuando pusimos un pie fuera del hostal, disfrutamos de Udapiur, con sus bazares, palacios, lagos y pasos en barca y de otros restaurantes cuyos cocineros no venían a darnos la vara con su arte culinario!

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