En un país en el que la montaña más alta -monte Binga- no pasa de los 2.440 metros de altitud está claro que el montañismo no es el fuerte de nadie. Sin embargo, recorrer los senderos de la zona accidentada de Gurué, en la provincia de Zambezia, es una experiencia que va mucho más allá del deporte o los paisajes.
Mozambique es un país que tiene pocas urbes de importancia. Tan sólo la capital, Maputo, la industrial Tete y la comercial Nampula me parecieron merecedoras de tal apelativo. Las zonas agrícolas ganan por goleada al escaso desarrollo industrial que tiene una de las economías más endebles de África, y la provincia de Zambezia es un claro ejemplo de ello.
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Pero el Monte Namuli, de 2.413 metros, es mucho más que una mera montaña. El amigo noruego que me animó a viajar a este área del país me dijo que el carácter sagrado del Namuli le confería una magia especial.
Aunque los colonizadores portugueses trajeron la religión católica de sus reyes allende los mares, las múltiples religiones africanas que existían antes de su llegada siguen formando parte de las tradiciones de los mozambiqueños. Animistas, brujos y hechiceros siguen teniendo importancia en el continente donde nació el ser humano.
Pensábamos en todo ello cuando llegamos en un cascajo con ruedas a la población de Gurué. Para llegar a nuestro destino habíamos viajado diez horas (300 kms) en tren desde Nampula hasta Cuambá, para después pasar otras cuatro dando tumbos en la caja de un camión que se abría paso entre los caminos rurales de polvo y tierra.
Exploramos Gurué durante un día mientras recuperábamos energías para acometer el trekking al Namuli y esperábamos la llegada de nuestra amiga argentina, Dulce.
Gurué es una ciudad de algo más de 100.000 habitantes situada en el centro de la provincia de Zambezia. Su población depende fundamentalmente de las plantaciones de té que puedes encontrar allá donde poses la mirada una vez dejas atrás las últimas casas. Los salarios -como suele pasar en tantos países africanos, latinoamericanos o asiáticos- son bajos e irregulares, quedando las grandes riquezas que proporcionan las plantaciones en manos de los terratenientes explotadores de la misma. Generalmente son extranjeros: portugueses o ingleses.
Ello provoca que la mayoría de los habitantes de Gurué tengan también sus pequeñas parcelas donde cultivan sus propios alimentos. Los escasos excedentes son expuestos en el pequeño mercado al aire libre que ocupa la calle principal. Aguacates, tomates, cebollas, limas…Dotan de colorido a la polvorienta rua.
Por allí deambulábamos mi gran amigo Ophir y yo cuando llegamos a Gurué. La parada de camiones y chapas está en esa misma calle y nos pusimos a buscar alojamiento barato. Os recomiendo el lugar que encontramos. La pensión que está en el mismo mercado está regentado por una familia humilde. Conseguimos una habitación doble con baño privado por unos 200 MTS por persona (unos 4,5 euros). Teniendo en cuenta que estábamos en una de las partes menos desarrolladas de Mozambique, la relación calidad-precio es óptima y el trato de la gente es excepcional.
Nada más dejar las cosas en la habitación pudimos comer un plato de arroz con carne en el pequeño restaurante que tienen allí, pero el resto de días compramos alimentos en el mercado y nos hicimos nuestras propias comidas y cenas en la cocina de la pensión. El cocinero, un anciano que nunca había salido de Zambezia, quiso aprender cómo se hacía la tortilla de patatas que me atreví a crear y, también, el rico plato israelí que hizo Ophir, basado en huevos y una salsa de tomate con múltiples verduras salteadas.
Caminamos por las plantaciones de té la tarde antes de comenzar nuestro trekking hacia el Namuli. Las gentes volvían del trabajo a sus casas, desperdigadas aquí y allá fuera del núcleo un poco más urbano. Muchos de ellos cargaban con algo: plátanos, instrumentos de trabajo, sacos blancos o marrones cuyo contenido no podíamos adivinar.
Sentados en uno de los corredores entre las plantas de té, observamos cómo el cielo se teñía de naranja, primero, y de violeta más tarde. La puesta de Sol sobre las montañas redondeadas de Gurué es una estampa de las que se quedan para siempre en tu memoria.
A la mañana siguiente fui a recoger a Dulce a la estación de chapa del mercado. Tras los besos y abrazos iniciales, reorganizamos nuestras mochilas, compramos las últimas provisiones en el mercado y los tres mosqueteros pusimos rumbo al camino de tierra que se alejaba de la ciudad.
Salíamos a la peor hora del día por el retraso con el que llegó nuestra amiga argentina. En África los horarios no existen y te puede pasar algo así cada día. Era justo pasado el mediodía cuando llegábamos a la instalaciones de una de las plantaciones de té más grandes de la zona. Los trabajadores nos contemplaron mientras nos acercábamos y después nos abrieron una portezuela de alambre que se colaba en nuestra ruta.
Les saludamos, hablamos un poco con ellos mientras bebíamos agua y nos encaminamos hacia la zona montañosa desde donde ya no se podía divisar la ciudad. Tan sólo habíamos caminado hora y media, pero el sudor corría ya por todo mi cuerpo a ríos. El calor nos hacía parar a beber cada media hora y, en una de esas paradas, nos alcanzaron unas señoras mayores ataviadas con sus coloridos trajes étnicos que cargaban provisiones sobre su cabeza con la destreza de los mejores malabaristas del Circo del Sol.
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Fueron ellas las que se empeñaron en guiarnos por un atajo que nos acortaría el camino hasta la montaña sagrada.
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Descendimos la ladera verde de la montaña, caminamos por la garganta donde un pequeño río servía de fuente de vida a varias comunidades, y ascendimos por el otro lado hacia las primeras casas de la aldea de las señoras que nos acompañaban.
Gostei muito da vossa aventura. Conheço muito bem o Gurué e os montes Namuli, vivi lá 30 anos! Eu e uns amido temos uma página no Facebook https://www.facebook.com/pages/Guru%C3%A9-Candidatura-a-Patrim%C3%B3nio-Mundial/612916762124675. Estamos a tentar convencer as autoridades locais de que vale a pana este projeto porque a região dos montes Námuli é um ecossistema onde há formas de vida endémica únicas no mundo. Caso tenha mais fotos e queira compartilhar ficamos muito gratos. Abraço.
Preciosos pasiajes de una zona del globo que desconozco. Seguiré tus posts sobre Mozambique. Un saludo!