A las 12.15 de la tarde del 31 de Mayo de 1911, en los astilleros de Queen´s Island (Belfast), el barco más grande del mundo, hasta esa fecha, era lanzado al agua sobre una rampa que había sido previamente lubricada con 22 toneladas de sebo y jabón. Fue así como el RMS Titanic entraba, por primera vez, en contacto con las aguas del río Lagan norirlandés. El barco sería completado el 2 de Abril de 1912.
El transatlántico más grande y lujoso de la historia, fabricado por Harland and Wolff por encargo de la compañía naviera británica White Star Line, se hundiría tan sólo 12 días después tras chocar con un iceberg, convirtiéndose en uno de los barcos más famosos de la historia y el mayor desastre marítimo en tiempos de paz.
Más de 1500 personas perdieron la vida en el desastre y las investigaciones posteriores al suceso cambiaron para siempre las normas de seguridad marítimas.
Todo el mundo conoce que el Titanic se dirigía a Estados Unidos, que era un barco inglés, que chocó con un bloque de hielo en el Atlántico Norte… Algunos incluso creen que Leo Di Caprio viajó en él, pero son pocos los que saben que fue concebido y construido en unos astilleros de Belfast.
Belfast, la creciente y dinámica capital de Irlanda del Norte, realizó una gran inversión en 2012 para tener un centro en el que el visitante se empape, no sólo de la historia, sino de la toda la experiencia completa que es el RMS Titanic. Desde su construcción en los astilleros hasta las historias recopiladas tras el trágico hundimiento, pasando por el intento de transmitir la sensación de viajar en el barco más grande del Mundo.
El éxito de este proyecto se llama Titanic Belfast.
Cuando nos aproximamos al Titanic Belfast surcando el Lagan a bordo del pequeño barco «Mona» nos dimos cuenta de por qué se le considera algo así como el Guggenheim de Belfast. Es, sin duda alguna, el edificio más emblemático de la ciudad.
Su estructura -situada justo en los antiguos astilleros- consta de cuatro alas con la forma de proas de un barco. La altura de cada una de ellas es la misma que la que tenía la proa del Titanic. El tono plateado de la fachada no se pudo apreciar del todo debido a la escasa luz que penetraba las nubes del cielo de Belfast. Me habría gustado verlo reluciente y orgulloso como debió ser el barco al que nos lleva en un viaje en el tiempo.
Nada más acceder al vestíbulo principal pude apreciar que la gran inversión en este proyecto -más de 100 millones de euros- empieza a dar dividendos. Era un jueves cualquiera de Abril y el lugar estaba a rebosar. Hay público de todo tipo: parejas, filas de estudiantes, familias, ancianos e incluso llegué a ver un grupo de chicas que estaban celebrando su despedida de soltera. Y es que la historia del Titanic se ha convertido en una de interés casi universal.
Nos dieron nuestros pases de prensa y fuimos directos al restaurante situado en la planta baja. Allí repusimos fuerzas antes de empezar con nuestra exploración particular.
Las primeras salas al entrar a la zona de exposición están dedicadas a la historia de la industria en Belfast. Nos explica cómo y de qué vivía la gente desde principios del XIX hasta momentos más contemporáneos. Después pasé por una sala que mostraba carteles propagandísticos sobre los viajes de los transatlánticos de la compañía White Star Line.
Era el preámbulo a la inmersión en el proceso de construcción del barco. Primero estuve en una sala en la que una gran foto de los dibujantes de los planos trabajando ocupaba toda una pared. También había información sobre todas las clases de profesionales que tomaron parte en esta obra titánica y las condiciones en las que trabajaron. La verdad es que los ingenieros y demás personal cualificado disfrutaron de un buen salario y condiciones pero los vulgares peones ganaban realmente poco y trabajaban muchísimas horas con escasas garantías en cuanto a su seguridad. Algunos perdieron la vida en accidentes laborales.
La siguiente parada es la galería dos, donde se sube en ascensor una de las plataformas de construcción que se erigieron en 1908. Eran las más grandes del mundo en ese momento. Al salir del ascensor monté en una de las atracciones mecánicas del Titanic Belfast. Me subí -junto a otros visitantes- a una cabina como las de las montañas rusas y comenzó, en la oscuridad, la experiencia de recorrer el sitio de construcción montado en ella. La recreación incluye efectos especiales, animaciones y objetos y salas a escala real.
Salí de la cabina y desemboqué en la sala del lanzamiento del Titanic. Hay una ventana enorme que da justo a la zona donde tuvo lugar. La vista va cambiando y ves, sobreimpresionada, la imagen de cómo fue.
La siguiente galería es una de las que más me gustó. Exhibe réplicas de los camarotes de primera, segunda y tercera clase; del comedor, de la zona de motores y maquetas completas. Hay hologramas de personas conversando en sus camarotes y una pantalla gigante envolvente que te guía en un viaje por los diferentes niveles del barco, desde la sala de máquinas hasta la cabina de mando.
Pincha aquí para hacer tu reserva.
El Titanic era una muestra de lujo esplendoroso. Obras de arte, materiales carísimos, comidas y cenas a la altura de los mejores restaurantes de Europa… Todo ello para quien pudiera pagarlo. Instalaciones mucho más humildes estaban destinadas a aquellos que se embarcaron para buscar mejor suerte en América.
Pasé rápidamente por la galería dedicada a la botadura del barco y dediqué mi última media hora a las galerías dedicadas al hundimiento.
La iluminación se hace más tenue en esta zona. La sala en la que se muestran los mensajes de telégrafo intercambiados entre el Titanic y los buques que estaban por la zona la noche del desastre, es realmente espeluznante. Se me puso la piel de gallina leyendo toda la secuencia. Desde los avisos sobre los bloques de hielo que había por la zona -desatendidos por el Titanic- hasta el momento final en que se corta la comunicación, pasando por la solicitud de ayuda a la que, finalmente y unas dos horas después del hundimiento total, acudió el buque Carpathia.
Fue demasiado tarde. Habían perecido más de 1500 personas -en su mayoría hombres de las clases más bajas-, pero al menos más de 700 fueron rescatados en una noche clara y gélida.
Muchos de los muertos permanecen hoy en el olvido. Sólo las grandes personalidades adineradas provocaron un shock incuestionable en las crónicas de sucesos del momento. El hundimiento del Titanic removió el mundo entero. Los Guggenheim perdieron la vida, también el consejero militar del presidente de los Estados Unidos, el arquitecto que diseñó el barco, el capitán… Para cuando el Carpathia llegaba a puerto ya habían comenzado los juicios oficiales e investigaciones sobre el suceso. Se cambió la ley pero no se pudo culpar a nadie de los que quedaban vivos. Como dicen los grandes irlandeses que tanto me gustan: «Estaba bien cuando se marchó de aquí».
Pero aún habría otra sala más impresionante. Es una especie de cine moderno donde se muestran las imágenes reales tomadas por los submarinos que desentrañaron los restos del barco a 3.800 metros de profundidad. Además, un el suelo justo frente a la pantalla es de cristal y permite una visión como la que ofrecen los buques con vista submarina.
Fue impresionante ver zapatos, orinales, cartas dejadas por los descendientes décadas después, platos, vasijas… Cada objeto debe tener su historia detrás. Es el cementerio más famoso de la historia marina.
Este edificio merece todo un día, mínimo, en su interior y lamenté disponer tan sólo de dos horas justas. Espero regresar algún día y poder leer todas las historias e informaciones que hay. Es un tesoro para los amantes de este tipo de historia. Y atentos porque he leído que hay un multimillonario australiano que piensa botar una réplica exacta del Titanic para el año 2016. Algo me dice que eso sería un negocio redondo.
Haz click para más info y llévate un 5% de descuento.
Para más información: Titanic Belfast