Visita a La Laguna
Aterricé en el aeropuerto de Tenerife Norte un lunes de noviembre bajo un cielo gris que amenazaba lluvia. No me importó mucho porque venía a la isla a demostrar que hay mucho que hacer fuera de las playas del sur. En mi natal Alicante la temperatura aún era medio veraniega y venía bien ese fresco con olor a vegetación propio del norte de la isla.
Nuestro guía, Echeyde, nos recogió y nos condujo hasta el centro de La Laguna para que tuviéramos nuestro primer contacto con la magnífica cocina canaria en el restaurante Guaydil.
Después de comer fuimos a encontrarnos con Fernando, de la empresa Tenerife Bike Center.
Cogimos nuestras bicis, ligeras y fáciles de manejar, y salimos a recorrer las calles de San Cristóbal de La Laguna (más conocida como La Laguna), ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999 al ser considerada un ejemplo único de ciudad colonial no amurallada. Fundada en los últimos años del siglo XV por Adelantado Alonso Fernández de Lugo, fue una especie de ensayo del modelo de ciudad que después se acabaría exportando a las colonias americanas.
Y es que cuando paseas por las cuadriculadas y pulcras calles de La Laguna, con sus casas bajas, de variados colores, y antiguos edificios de piedra, puedes sentir que te encuentras en Loja, Cuenca, Trujillo o Cartagena de Indias, ciudades coloniales de Ecuador, Perú y Colombia, respectivamente.
Aunque era una tarde gris, la temperatura era agradable y los laguneros paseaban por el centro o tomaban una cerveza en una de las muchas terrazas que jalonan las callejuelas.
Fernando, argentino que lleva más de media vida en España, nos iba guiando entre los riachuelos de gente y nos mostraba los monumentos más importantes de la ciudad:
- Casa Salazar (Obispado): en la calle San Agustín se encuentra este monumental edificio barroco canario del siglo XVII. También tiene influencias del neoclásico y manieristas. Lo que más llama la atención de su exterior de dos plantas son los balcones y ventanas, de piedra y encuadrados entre columnas salomónicas rematadas con frontones triangulares. Gárgolas con formas de animales se asoman al vacío a l largo de la línea del techo.
- Antiguo Convento de Santo Domingo: este convento del siglo XVIII ha tenido muchos usos a lo largo de su historia. Convento dominico, monasterio de monjas, biblioteca pública y, ahora, concejalía de cultura. Su claustro interior y la iglesia son visitas obligadas en la ciudad.
- Casa de La Alhóndiga: situada en la calle de Obispo Rey Redondo (conocida como La Carrera) fue levantada en el siglo XVIII, aunque la fachada fue reformada en estilo neoclásico en el XIX. Forma parte de las casas consistoriales y alberga oficinas municipales. Particularmente bonito es el escudo imperial que luce en su fachada, labrado en piedra y que hace alusiónal capitán general y corregidor José Antonio de Ayala y Roxas durante el reinado de Fernando V.
- Plaza del Adelantado: corazón del casco histórico de La Laguna, en ella se celebraban mercados y actos públicos hasta principios del siglo XX. Se le dio ese nombre como homenaje al conquistador de La Palma y Tenerife, don Alonso Fernández de Lugo. Es cuadrada y está adornada por jardines y grandes árboles que la hacen fresca y placentera los días de más calor. En el centro hay una fuente de finales del siglo XIX y está rodeada por varios de los edificios más importantes de la ciudad: el ayuntamiento, el palacio de Nava, la iglesia-convento de Santa Catalina de Siena, la casa de Anchieta y la Ermita de San Miguel.
Las que he nombrado son tan sólo muestras de lo mucho que hay para ver en La Laguna, así que os aconsejo alquilar una bicicleta el día completo y aprovechar para salir de la ciudad hacia los verdes valles o pasear tranquilamente por el casco histórico y sentiros transportados a épocas coloniales. Una ciudad para disfrutarla.
Paseo en helicóptero
Una de las cosas que me quedaban por hacer en mi vida, y pude tachar de la lista, es el vuelo en helicóptero.
Después de unos días de espesas nubes, lluvias torrenciales y fuerte viento, nuestra última jornada en la isla amaneció con un cielo despejado y un Sol que hacía relucir las primeras blancas nieves que cubrían la cima del Teide. Teníamos que tomar un avión de regreso a la Península en unas cinco horas pero antes aún podríamos volar en un pequeño pájaro, llamado helicóptero, para ver el sur de la isla de Tenerife desde otro punto de vista.
Llegamos a la nave que tiene la empresa Helidreams Sky Experience cerca de Costa Adeje y, tras saludar a Aneta y Javier, nos sentamos a ver un vídeo con los consejos de seguridad para el vuelo en helicóptero.
Cinco minutos más tarde estábamos sentados en la parte trasera de la cabina probando que las conexiones de auriculares funcionaran bien y nos podíamos oir unos a otros. Me sentía nervioso y con ganas de que aquel pájaro volara de una vez.
En un par de minutos el piloto accionó las hélices y un ruido ensordecedor se apoderó de todo. ¡Despegamos!.
Ascendimos con cierta rapidez mientras intentaba abarcar todo con la mirada. En frente, a lo lejos, se distinguía la gran pared de los acantilados de Los Gigantes. Tuvimos la suerte de que el arco iris enmarcara sus muros de piedra basáltica. A mi izquierda, campos de cultivo y casas que acababan a los pies de playas bañadas por un mar azul brillante.
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Yo, como un niño, golpeaba el hombro de mi compañero Echeyde para mostrarle todo lo que veía. También era la primera vez para él y los dos estábamos alucinando y totalmente abducidos con la experiencia.
Cuando giramos de regreso a la base por fin pude contemplar la cumbre del Teide. El pico más alto de España se erigía, orgulloso, como una torre indestructible en el centro de la isla de Tenerife. La nieve refulgía y los verdes bosques cubrían los valles cercanos.
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Toda la isla era un contraste de colores vivos en esas primeras horas de la mañana: azul intenso del mar y claro del cielo, marrón de las paredes de roca y las arenas de playas, verde de los bosques y tierras húmedas del norte y el blanco del manto de nieve. Toda una visión inolvidable para nuestra despedida de una isla que tiene mucho que ofrecer más allá del turismo de playa.