Qué razón tienen muchos de mis amigos cuando me dicen que es una pena que conozca lugares tan lejanos y, sin embargo, desconozca las muchas bellezas que existen a escasos kilómetros de mi ciudad natal, Alicante. Y es que a veces no es necesario tomar un avión y cambiar de país o continente para disfrutar de unos paisajes preciosos y experiencias enriquecedoras.
El pasado fin de semana cogimos el coche y nos alejamos tan sólo unos 45 kilómetros del centro de Alicante para pasar el día en la Serra Gelada (Sierra Helada), muy cerca de otra de las maravillas de la zona, el Peñón de Ifach.
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Esta formación montañosa que parece emerger del mar de manera abrupta para morir escasos kilómetros después, es uno de los Parques Naturales más visitados de España. Sus secretos para alcanzar tan alto privilegio son dos: su belleza paisajística y el encontrarse enclavada en una de las zonas más turísticas de la Comunidad, entre Benidorm y la playa del Albir (Alfaz del Pi, Alicante).
Para llegar desde Alicante podéis optar por tomar la N-332 dirección Norte (tomando Benidorm como referencia) o la A-7, opción de pago. Si no tenéis prisa, os recomiendo la N-332, que bordea la costa y podréis parar en otros lugares pintorescos de la zona como Villajoyosa o bonitas calas como La Coveta Fumà o Finestrat. Después de entrar en Benidorm sólo tenéis que seguir dirección Playas del Albir y, una vez allí, tomar el camino al Faro del Albir, que está claramente señalizado.
El pasado Domingo era la tercera vez en mi vida que visitaba Serra Gelada. En las dos ocasiones anteriores había tomado la senda que se desmembra a la derecha del camino principal y sube, de manera pronunciada, hasta las torres de comunicaciones que coronan uno de los puntos más altos.
Esa senda no exige condiciones técnicas pero sí tiene un desnivel importante y os hará sudar a chorros en un día de calor como el que cerraba el mes de Agosto.
En Febrero del año pasado tomé esta ruta con mi gran amigo Manu. Tras un ascenso suave inicial bajo las ramas de los pinos blancos que pueblan la falda de la montaña, salimos a un brillante Sol que nos acompañaría en la subida de las mayores pendientes que vendrían después. Una vez alcanzada la torre de comunicaciones, simplemente se trata de seguir caminando más cerca o lejos de la cornisa, en dirección a Benidorm. Nosotros quisimos acercarnos lo máximo posible al límite Este y contemplar los escarpados acantilados de hasta 300 metros de altura que jalonan ese lado. Las vistas son realmente espectaculares.
El recorrido completo hasta el otro extremo es de unos 6-7 kilómetros.
Cuando llegamos el pasado Domingo al aparcamiento de la entrada al Parque Natural el reloj marcaba las 15.35 y el termómetro 32C. No hubo que deliberar mucho para decidir que mejor optábamos por otra ruta más sencilla. Y, como en tantas otras cosas, en la sencillez reside la belleza.
Tomamos una ruta principal y asfaltada que lleva, sin sobresaltos ni sobreesfuerzo, directa al Faro del Albir.
Era la primera vez que horadaba este camino y me quedé maravillado con las tonalidades de azules que teñían el mar que lamía una pequeña cala de piedras, situada al fondo de la depresión que rodeábamos. Raquel y yo nos miramos y decidimos buscar cualquier senda que nos condujera a aquella cala. No nos costó mucho. Hay varias rutas estrechas que descienden la pendiente entre arbustos que no llegan a hacerte perder el rastro.
Tan sólo unos 20 minutos más tarde estábamos dejando nuestras mochilas sobre una roca ancha y plana que se convertiría en nuestra zona de acampada. Tres o cuatro lanchas y un barquito se mecían tranquilos, anclados a escasos metros de la playa. Un par de chiquillas, equipadas con gafas y tubo, exploraban el rico fondo marino de la zona.
Hay una gran variedad de crustáceos y peces, y el fondo marino presenta un pronunciado desnivel muy cerca de la costa, llegando a la zona de 20 metros de profundidad con rapidez. Esto hace que la importancia de Serra Gelada no sólo sea turística sino también pesquera.
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Un gran error no haber traído unas gafas de bucear, así que tuvimos que conformarnos en aliviarnos del calor en unas aguas cristalinas que permitían ver el fondo casi sin necesidad de las lentes waterproof.
Nos secamos al Sol mientras comíamos una tortilla de patatas -clásico playero donde los haya- con un bañista nudista como único testigo. Después nos quedamos un rato charlando con ese escenario idílico de fondo, hasta que el Sol se ocultó tras la colina y decidimos recoger el campamento.
No queríamos marcharnos sin caminar hasta el Faro y hacia él nos dirigimos tras subir la pendiente y reincorporarnos al camino principal. La temperatura era mucho más agradable y se notaba en el hecho de que mucha más gente nos acompañaba en la fácil ruta.
Poco antes de llegar al Faro existe un pequeño mirador a la derecha, justo pasada la espectacular cueva de la Boca de la Balena (Boca de la Ballena). Nos desviamos y subimos los escalones al mirador. Las vistas de los acantilados al atardecer no tenían desperdicio, pero la cosa iba a mejorar un poco.
En el mirador existe una precaria valla de madera para disuadir a los suicidas. La bordeé porque un cartel, al otro lado de la valla, llamó poderosamente mi atención. «Camino fuera de límites. Cortado«. ¿Por qué esas cosas siempre me invitan a explorarlas?. Pues no lo sé, pero así ha sido desde que era niño y parece que la cosa, a mis casi 38 años, no va camino de cambiar.
Hice una pequeña exploración en solitario y pude convencer a Raquel para que me acompañara. El camino no es nada peligroso aunque es cierto que bordea los magníficos acantilados que mueren en el mar. Pero salvo que seáis muy muy torpes o muy muy imprudentes, ellos serán los únicos que mueran en el mar.
Seguimos la ruta unos 100 o 200 metros más y cada rincón proporcionaba una visión distinta de los riscos, las paredes de endeble roca arenisca calcárea, el mar y el bonito Faro que data de 1920. La luz del atardecer y la existencia de unas pocas nubes hacían que desenfundar las cámaras fuera casi una obligación.
Casi anochecía y nos quedamos con las ganas de seguir esa senda que parecía dar la vuelta al recodo rocoso que teníamos más cerca. No exigía más que una pequeña pseudoescalada a unos buenos 10 metros del borde del precipicio. Un camino que pienso seguir la próxima vez que visite la zona.
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Regresamos al camino asfaltado y llegamos al Faro. Me gustó imaginar aquel lugar sin gente, allá por los años 30, cuando existía la profesión del farero que contemplaba, en su total soledad, como los barcos se alejaban o acercaban al caer la noche. Él era su única luz y guía… ¿Quién sería la de él?.
Hola, que bonita ruta…no sé si organizáis salidas…si es así. ..no me importaría apuntarme a alguna…..dentro de ese nivel…estaba buscandi en la web alguna que organizaran para mañana domingo 30 y nada…muchas gracias por la información. …y un saludo. Inma
Buenas tarde Fernando .
Una pregunta porque esta prohibida esa ruta que comentas . Que hay de malo para que este prohibida ?.
Saludos.
Hola Fernando! Muchas gracias por la info extra e intentaré no saltarme las normas la próxima vez! :)
te dire que el faro es de 1863 y que por esa via que tu te pasaste esta prohibido bajar y la cala donde estuviste es la cala de la mina.te lo comento pues yo estoy en el faro todos los dias.desde las ocho de la mañana a las tres de la tarde.un saludo.pd.si quieres saber algo mas me lo preguntas.