Ahora que comienza el 2017, echo la vista atrás y recuerdo mis viajes del año pasado. De entre todos, destaca – con mucha distancia sobre los demás – uno: mi estancia de dos semanas en el estado brasileño de Bahía.
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Mi viaje por Bahía es uno de esos periplos que te llegan en un momento vital en el que te apetece pasar un tiempo solo, recorriendo un lugar desconocido en el que la naturaleza te acoja con sus brazos abiertos. Las ciudades, en algunos casos, también tienen mucho que ofrecer, pero a estas alturas de la vida un servidor ya tiene bastante claro que lo que le gusta son los espacios abiertos, altas montañas, mares infinitos, ríos bravos, lagos bucólicos o densos bosques, pero no de suelo de asfalto.
En Bahía encontré una naturaleza antigua y esplendorosa, pero también una de esas ciudades que, por alguna razón, deja huella en ti.
En general, fue uno de mis mejores viajes de los últimos años. Uno de esos que me harán esbozar una sonrisa cuando vuelva a ver las fotos dentro de un tiempo.
Bahía se ha ganado, sin duda y para siempre, un lugar de honor en mi corazón.
Aquí os dejo un resumen de mi viaje por el estado, una especie de cosas que ver en Bahía… Aunque, en honor a la verdad, sería más correcto decir «cosas que sentir en Bahía«.
Salvador de Bahía
La capital del estado es una oda a la vida y el color.
Su máximo icono tiene toneladas de ambas cosas. El Pelourinho se erige sobre la ciudad como un sombrero de carnaval, colorido y llamativo.
En sus calles, estrechas y adoquinadas, late el corazón negro de la ciudad, a ritmo de batucada. Los capoeiristas realizan su danza frenta a iglesias coloniales mientras los turistas no dejan de tomar instantáneas que no capturan la verdadera Salvador, sino aquella que se muestra al ojo del turista. Para profundizar en ella tienes que asistir a una de las fiestas de música que se monta en una calle al caer la noche. Sin organizarse… Como suele pasar, las mejores cosas son las que suceden de manera inesperada. Encontramos una de ellas una noche y nos costó horrores dejarla atrás.
Y un consejo vital: hablar portugués ayuda. Y mucho. Haced ese pequeño esfuerzo. Intentadlo, aunque os dé vergüenza escucharos. Os abrirá muchas puertas.
La iglesia de Bonfim es solo una de las más de 350 que hay en Salvador. La superstición portuguesa sobre la fe católica deja a la altura del betún a los animistas y santeros brasileños, que llegaron mucho antes y, aún hoy, siguen teniendo su público.
Salvador de Bahía maravilló e inspiró a muchos. Jorge Amado vivió y murió aquí. Desde su casa en Rio Vermelho contemplaba una ciudad que le brindaba historias que salían directas de su corazón. Sus libros le convirtieron en el escritor brasileño más conocido y traducido de la Historia. Un baiano por el mundo. El mundo tiene que estar agradecido.
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La enorme Bahía de todos os Santos fue escenario de mil batallas navales y algunos fuertes dejan constancia de ello. En su interior, la guerra se ha transformado en arte y ahora solo vigilan la vida en las playas. Que no es poco.
En la playa de Porto da Barra la gente se despide del sol con aplausos, entre cervezas, caipirinhas y balones. Un día más acaba en Salvador, pero otro está por venir. Aquí la vida se siente orgullosa, porque se le rinde tributo como a un dios todopoderoso. El verdadero dios de los baianos.
Chapada Diamantina
Si te internas en el corazón de la Chapada Diamantina, puedes olvidarte de que vienes de algo llamado civilización.
Cuando llegas a Lençois – el pequeño pueblo colonial que sirve de acceso principal a la Chapada Diamantina – te das cuenta de que acabas de entrar en una especie de transición hacia la naturaleza. El ambiente del pueblo es relajado y hippie. Todos los días son festivos y el tiempo deja de contar. Haz la prueba: pregunta a algunas personas al azar qué hora y día es, y te aseguro que más de la mitad no sabrán responderte sin consultar sus móviles.
Aunque no llegué a visitarlo, me comentaron que esa sensación es aún más intensa en Vale do Capão, otra población de acceso a la Chapada Diamantina.
El ancestral bosque de la zona contiene colinas, cañones, ríos, lagos y cascadas. Los tortuosos senderos se adentran hasta su corazón y algunos aventureros no han conseguido salir de allí. Tomar un guía es lo más recomendable.
De todas maneras, al no ser un lugar demasiado turístico, no es necesario que te internes demasiado en la masa forestal para sentirte lejos de todo… En otro mundo. Así lo hice yo. Mi trekking más largo me llevó a la Cachoeira de Sossego (una 3 horas de caminata desde Lençois), pero a unos 20 minutos encontré una laguna en la que no se escuchaba nada más allá del piar de los pájaros y mi respiración.
Un lugar donde recuperar el espíritu salvaje que todos llevamos dentro. Un lugar donde buscarte a ti mismo.
Morro de São Paulo
Morro de São Paulo es uno de esos lugares que son lo que tú quieras hacer de ellos.
Apto para los que buscan fiesta, buena comida, playas y naturaleza. Todos los viajeros tienen su hueco en Morro y alrededores.
Yo opté por las dos últimas opciones y pasé mis cuatro días allí caminando en busca de playas desiertas. En temporada baja no es una misión imposible. Caminé dos horas y media hasta el final de Praia do Encanto, donde el bosque me invitaba a penetrarlo. No lo hice por falta de tiempo, pero os aconsejo que os adentréis en la selva de Tinharé y caminéis hasta otras pequeñas poblaciones a las que apenas llegan turistas.
Las gentes que viven aquí son de naturaleza amable y tranquila. Con ellos jugué al fútbol en la playa, hablé sobre la vida en Brasil y sus sueños de futuro. Siempre me trataron como a uno más, una vez superada la barrera de turista-local.
Mis noches fueron tranquilas. Pasaba el día explorando y regresaba de noche cerrada para ver cómo jugaba al futvólei y las mesas y sillas sobre la arena de las distintas playas se comenzaban a llenar. La música y las caipirinhas de frutas aparecían de la nada y todo se llenaba de risas y color.
No dejéis de hacer la ruta hacia el norte, siguiendo la línea costera. Tras pasar por varias calas bonitas, llegaréis al pequeño pueblo costero de Gamboa. Menos turístico que Morro, es un lugar que merece la pena visitar.
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Espero regresar pronto a esta tierra tan bella donde la gente que la puebla está a su altura.
Hola estoy planificando mis vaciones para el 15 de junio, me gustaria ir a Bahia.
Me pueden sugerir cual es la mejor playa y en que lugar alojarme.
Otra duda que tengo es en cuanto a las lluvias en esa epoca, si llueve mucho.}
Agradesco si me pueden brindar ayuda.
Saludos ..
Estaba buscando un estado de Brasil con playas y cataratas y a la vez con calles historicas y coloridas… definitivamente optare por ir a Bahia… tu descripción mee capto para ir. Gracias y suerte
Hola Chicos!
Muchas gracias por el comentario. Y sí, es un sitio al que uno siempre desea volver. ¡Qué bien suena lo de Mangue Seco! Ojalá lo hubiera buscado por allí. La próxima vez.
Saludos!
David, hace unos cuantos años pasamos varias semanas en Bahía y nos encantó. La verdad que es como escribes, el estado tiene muchísimo que ofrecer.
Lençois es un buen descanco de la playa (y por cierto en uno de los restaurantes en la plazita principal sirven la mejor pizza que hemos probado en Brasil, no sabemos si sigue allí) y el trekking hacia Chapada es genial.
Cuando estuvimos en Morro, empezaba a ser turístico, pero no tanto. Aunque estuvimos en las Navidades no era difícil encontrar un sitio barato y cómodo para dormir. Nos gustó mucho. Exactamente como dices, un pueblo con todas las comodidades, pero al mismo tiempo muy fácil huir de toda la movida fiestera. Las caipirinhas las echamos de menos includo hoy ;)
Nos encantó un pueblito llamado Mangue Seco, aunque fue toda una aventura llegar allí. Basicamente tardamos un día entero, pero merecía la pena. Un pueblo de cuatro casas, una playa paradisiaca. Días de cañas, gambas y cangrejos interrumpidos por paseos y nadar.
Ojalá volvamos un día. Un saludo!