Visita al poblado ibérico de Puig Castellar

El poblado ibérico de Puig Castellar es uno de los asentamientos más importantes del legado layetano a escasos kilómetros de Barcelona y con vistas privilegiadas a su entorno.

Se trata de un espacio de unos 5,000 metros cuadrados ubicados a lo alto de una cima en la sierra de Marina con un control visual de la desembocadura del río Besós, el mar y los cercanos campos del Vallés.

Los restos fechan de entre los siglos V y II a.C. cuando la cultura layetana dominaba la costa mediterránea hasta la llegada de la Segunda Guerra Púnica, momento en que el poblado ibérico de Puig Castellar fue abandonado.

A lo largo del asentamiento, a través de las estructuras que todavía perduran y un poco de imaginación, podemos observar las diferentes arterias que discurrían por el poblado, las viviendas -unas treinta aproximadamente- y los campos dedicados a la agricultura que daban riqueza a sus habitantes.

A partir de la estructura del poblado ibérico de Puig Castellar se calcula que en él vivían unas 300 personas y su economía se basaba principalmente en la agricultura y la ganadería. Por otro lado, gracias a varios descubrimientos en la zona se puede asegurar que los layetanos de la zona también dominaban el textil y la metalurgia.

Este poblado fue descubiertos por el propietario de estas tierras a principios del siglo XX y con el tiempo los donó al Instituto de Estudios Catalanas que analizaron y excavaron el terreno durante la década de los años veinte.

A lo largo del tiempo, las excavaciones han conseguido varios hallazgos como un caballete de hierro o una cabeza de terracota de la diosa fenicia Tanit. Todos los descubrimientos arqueológicos se encuentran en el catálogo del Museo Torre Balldovina en Santa Coloma de Gramanet y en el Museo de Arqueología de Barcelona.

Hace ya unos cuantos años solía correr por la sierra de Marina y a veces cubría la distancia entre Sant Jeroni de la Murtra y el poblado ibérico de Puig Castellar. Redescubrirlo ha sido una experiencia notable.

Durante estas últimas décadas se nota que el poblado ha sido tenido un buen lavado de cara y es un placer constatar que el legado layetano ha sido cuidado con esmero. A lo largo del recorrido por el recinto, las calles están muy bien acondicionadas, los carteles con información destacable abundan y, a pesar de ser un lugar abierto al público sin necesidad de pagar entrada, el terreno está limpio, impecable.

Asimismo, existe un mirador desde la misma entrada donde podemos disfrutar de unas vistas espectaculares a la costa con las grandes torres de electricidad de Sant Adrià, Badalona, la desembocadura del Besós y Barcelona expuesta de noreste a suroeste con toda su inmensidad hasta terminar en Montjuic.

A lo largo del recorrido por el poblado, a medida que va subiendo por el Monte Pollo (303 metros) las vistas incluso mejoran. No hay duda que los layetanos sabían muy bien escoger donde establecerse. El campo es rico y las vistas a 360 grados desde lo más alto les daba una seguridad y belleza inigualable en esta zona concreta de la Sierra de Marina.

Si queréis amenizar la ruta senderista con algún otro aliciente tenéis las ermitas de Sant Climent y Sant Onofre así como el monasterio medieval de Sant Jeroni de la Murtra a muy pocos kilómetros de distancia.