Los madrugones con lo que me regala mi bebé cada fin de semana han servido para aprovechar los domingos y realizar paseos por las tranquilas calles de Barcelona por las mañanas. Subir al primer bus que pasa, parar en cualquier lugar apetecible y darse un paseo con un buen desayuno incluido se han convertido en una de mis últimas rutinas cuando estoy en la ciudad.
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En esta ocasión el libre albedrío nos llevó por los parques y jardines de los barrios de Les Corts y Sants en un trayecto aproximado de una hora y donde disfrutamos de mucho más verde y tranquilidad de lo que uno se espera en estas zonas tan pobladas de Barcelona.
Así que como cada domingo salimos a la calle sobre las 8 de la mañana y nos dirigimos a Pla de Palau a la espera del primer autobús urbano que pasara. Lo hizo el V-20 que realiza el trayecto desde la Barceloneta hasta Hospitalet. Atravesamos esa larga diagonal mucho menos renombrada que atraviesa Paralelo, Hostrafrancs y la calle de Sants. Paramos en una rambla cuyo nombre me atrajo la atención y no conocía: La Rambla de Brasil, también conocida como Rambla de Badal y que cubre el extenso tramo que va desde la zona Franca hasta llegar prácticamente a la Avenida Diagonal a la altura del Corte Inglés.
En una mañana de domingo apenas encontramos a gente paseando y entre un escenario verde con adornos industriales llegamos a la altura de la plaza del Sol de Baix. Bajo un pequeño manto de pinos se levanta este parque de tierra y con parque para niños mirando a la mole horizontal de edificios que le dan sombra.
Siguiendo la Travessera de les Corts se llega a otro parque, los jardines de Can Bruixa, no muy lejos de aquí se levantaba antiguamente el histórico campo del Barça que fue derribado en la década de los sesenta.
Bajando por la apetecible calle de Joan Güell llegamos a los tranquilos jardines de Can Mantega cruzando la insólita visión de la Avenida Madrid sin apenas coches circulando. Eso sí, los pocos vecinos levantados en esa mañana de domingo no perdían la ocasión para pegarse un buen desayuno en La Toscana, esquina entre Avenida Madrid y calle Joan Güell, algún día habrá que probar si las colas merecen la pena.
El parque de Can Mantega cuenta con lo indispensable para un buen jubilado, un kiosko, un parque para que los nietos se lo pasen bien y unas buenas pistas de arena para jugar a la petanca.
Seguimos dirección hacia el sur para llegar a la plaza de Sants donde un gran grafiti conmemora la cercana y polémica casa de Can Vies, un centro social y autogestionado que sobrevivió la orden de derribo gracias a las manifestaciones en contra que se produjeron.
La plaza d’Osca, una de las más bonitas del barrio de Sants fue nuestra siguiente cita. Me apenó ver que todas las terrazas estaban todavía cerradas ya que tenía pensado parar en ella para pegarnos el desayuno de rigor. Así que cambiamos los planes y seguimos hasta el Parque de la España Industrial con su curiosa mezcla de hormigón, césped, árboles, pistas de frontón, un lago artificial y vistas a los antiguos rascacielos que rodean la estación de Sants.
Levantado durante la década de los ochenta, el Parque de la España Industrial ocupa el espacio cedido por una antigua fábrica de textil y cuenta con varias zonas de juego, curiosas esculturas como un curioso dragón que hace las veces de tobogán para los más pequeños y varias zonas deportivas para practicar el baloncesto, el ping-pong o el frontón.
Nos paramos en un pequeño chiringuito del parque de l’Espanya Industrial para finalmente desayunar y seguimos el paseo hasta llegar al famoso Parque de Joan Miró donde se levanta la famosa estatua del mismo autor llamada Dona i Ocell -mujer i pájaro- con vistas a la antigua plaza de toros de la Monumental y las clásicas torres de la plaza España y Montjuic.
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Con el metro de Tarragona a pocos pasos nos decidimos a dar por terminado el paseo matutino de ese domingo por una zona de Barcelona poco frecuentada y que ofrece mucho más verde y tranquilidad de lo que parece.
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