En España nos gusta tanto la fiesta que no sólo no dudamos en sacarnos de la manga una tras otra, sino que además adoptamos las que inventan en otros países. Nosotros somo así. El plagio puede estar muy castigado en algunos sectores, pero en el lúdico-festivo se celebra, valga la redundancia.
En este caso, al menos, no se trata de inventarse una fiesta en sí, sino de no hacer caso del reloj y celebrar una Nochevieja sin fin.
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Desde que nuestros jóvenes han comenzado a emigrar por el mundo, los que nos hemos quedado aquí sentimos como propias sus peripecias y no les queremos abandonar en esa aventura que, en tantas ocasiones, puede ser tan dura. Por ello, si nuestros amigos, hermanos, padres, parejas o primos se encuentran viviendo nuevas experiencias en otros países, pues nosotros nos solidarizamos al máximo con ellos. Sobre todo en fechas tan especiales como las navideñas.
Uno de los posibles países de emigración, es Australia. Está realmente lejos, pero su buen clima, los sueldos astronómicos y la gran calidad de vida, hace que algunos hayan tenido la valentía de dar el salto al inmenso país de canguros y koalas.
¿Qué es la Nochevieja australiana?
Bueno, la cosa no tiene un gran misterio. Es, simplemente, lo que su nombre indica.
En el mes de diciembre, el horario australiano se encuentra diez horas por delante del que tenemos en España. Por eso, cuando el reloj de la Puerta del Sol da las famosas campanadas, en las antípodas el personal está ya intentando sobrellevar, lo mejor posible, la resaca de Nochevieja.
La cosa consiste en celebrar la Nochevieja aquí en el momento en el que Australia (Sídney) entra en el Nuevo Año. Es decir, a las 2 de la tarde, los fiesteros que hayan decidido apuntarse a la Nochevieja australiana estarán brindando con sus copas y dedicando los mejores deseos a sus congéneres. En este momento comenzará una fiesta de dudoso final.
La verdadera Nochevieja australiana
Sergi también se farreó en AustraliaYo tuve la suerte de vivir una Nochevieja en Sídney.
Fue hace tantos años, que creo que hasta tenía pelo en la cabeza. No fue nada glamourosa, pero sí inolvidable.
Llegamos el mismo día 31 a Sídney, con la tranquilidad de buscar un lugar donde alojarnos. Claro… Claro… Almas cándidas. Probamos en casi todos los hostales del centro, para después subir presupuesto e intentarlo en hoteles de precio medio-alto. Nada. Finalmente, nos dimos por vencidos y decidimos dejar nuestras mochilas en un locker (taquilla) y pasar a recogerlas el día 2, cuando lo abrían de nuevo. Nos quedamos cada uno con una pequeña mochila con lo indispensable y nos dirigimos hacia donde iba todo el mundo: la zona de la bahía de Sídney.
Desde las primeras horas de la calurosa tarde australiana, el lugar comenzó a llenarse. Los parches de césped eran los sitios más codiciados y, como llegamos realmente pronto, tuvimos la suerte de hacernos con nuestra pequeña parcela en uno de ellos.
Nuestros manjares para la cena eran realmente envidiables: bocadillos de mortadela y jamón de york con queso, acompañados de una botella de whisky y otra de coca cola. La vida del mochilero te ofrece lujos inesperados.
Para cuando comenzaron los fuegos artificiales y dábamos los primeros abrazos, ya estábamos bastante perjudicados. Dejé de abrazar a mi gran amigo y compañero de viaje, Rober – y a otros muchos desconocidos – cuando advertí que había perdido el móvil. Fue una buena forma de comenzar el año 2004. En 365 días perdí cinco móviles. Menos mal que me los compraba de saldo y no eran los smartphones que tenemos ahora, con los que pierdes media vida si se muere o te lo roban.
A pesar de la pérdida del móvil, conseguí encontrar una cabina y comunicarme con los míos. Les transmití lo que estaba viviendo, sin darme cuenta de que ellos estaban a punto de echarse la siesta. Me daba igual. ¡Estaba en la Nochevieja de Sídney! Tantos años viéndolo en el Telediario y por fin lo vivía en primera persona.
Después nos dedicamos a bailar, conocer gente, beber y reirnos. No necesariamente en ese orden.
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Acabamos la fiesta como unos señores. Durmiendo al aire libre en un parque. Nos habían quedado algunas cervezas que debimos comprar en algún momento de la noche, pero al despertar nos las habían robado. Estaba bien, seguro que los tíos que lo hicieron iban a sacar mejor partido que nosotros a esas latas de rubia.
Después nos dedicamos a buscar un alojamiento para el día 1 y, por suerte, pudimos encontrarlo cuando ya nos estábamos planteando aceptar la oferta de un párroco de una iglesia, consistente en dormir en unos colchones tirados en el pasillo principal del templo. Salvados por la campana.
Fue una experiencia inolvidable. Al menos la parte que recuerdo, obviamente.
Cómo hemos importado la Nochevieja australiana a España y sus peligros
Han sido muchos los bares de las ciudades españolas los que han optado por celebrar estra Nochevieja que comienza a las dos de la tarde. Realmente, es ideal para aquellos que no quieren trajearse ni tener que pelearse por una copa en cualquiera de las tradicionales fiestas nocturnas que se dan por toda nuestra geografía.
Comienzas a beber a las dos, comes algo y sigues. Un tardeo en toda regla. Lo malo es que muchos de los que eligen esta opción, son – somos – de los que no saben parar, y si empalmas la Nochevieja australiana con la española, puede que no comiences a ser persona hasta el día de Reyes.
Pero oiga, nadie dijo que vida del farrero fuera fácil.
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Entonces, ¿probamos la Nochevieja australiana en España? Yo creo que sí, ¿no?