Visitando el puente de U Bein en Myanmar, el puente de teca más grande del mundo

Myanmar

El puente de teca – esa madera de aspecto tan bello y longevidad extraordinaria – más largo del mundo se halla en Amarapura, cerca de Mandalay, en Myanmar.

Amarapura, capital del reino de Birmania

En los alrededores de Mandalay se da una concentración de antiguas capitales totalmente inusual. Tras la caída del imperio birmano, cuyo epicentro se hallaba en la espectacular Bagan, la capital del reino fue vagando de lado a lado, pero siempre concentrándose en esta zona central del actual Myanmar.

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Puente de teca U Bein © David Escribano

Una de esas capitales fue la ciudad de Amarapura, cuyo nombre significa «Ciudad de la Inmortalidad» (o «Ciudad de los Dioses») y fue fundada por el rey Bodawpaya (1781 – 1819), de la dinastía Konbaung, en 1783. Fue Bodawpaya quien otorgó el rango de capital a la ciudad.

Amarapura creció a gran velocidad, llegando a alcanzar los 170.000 habitantes en 1810. Sin embargo, el sucesor de Bodawpaya decidió regresar a Ava (lugar que había sido capital de Birmania durante 4 siglos antes del traslado a Amarapura) e instalarse allí.

Tras unas cuantas idas y venidas, Amarapura acabó siendo capital de Birmania poco más de medio siglo. De allí, la capital se trasladaría a Mandalay, lugar en el que los británicoos pondrían fin, para siempre, a los largos siglos de tradición monárquica birmana.

Barca en U Bein Bridge © David Escribano

La construcción del Puente de U Bein

Como solía pasar en esta época, cuando se fundaba una nueva capital, los materiales necesarios para construir palacios, monasterios y demás edificios de calado se extraían de la capital predecesora. En el caso del puente de teca más largo – y, según cuenta, también más antiguo – del mundo, la cosa no fue diferente.

Cuando en 1849 comenzaron a desarrollarse los planes de construcción del puente, U Bein, alcalde que capitaneó la empresa, ordenó que se utilizara la madera de teca sobrante del expolio que había sufrido el antiguo palacio imperial de Ava.

Foto © David Escribano

La mejor teca de aquel palacio había sido empleada en la construcción de la nueva residencia real en Amarapura, pero U Bein consiguió hacerse, para su obra, con nada menos que 1.036 pilares de una madera noble y robusta, aunque fuera de calidad secundaria.

Las obras comenzaron con la intención, no de batir un récord, sino de tender un paso peatonal para la gente que quisiera cruzar sobre las aguas del lago artificial Taung Tha Man, conectando así dos poblaciones.

La construcción no llevó demasiado tiempo, pero los pilares han sufrido el efecto del paso de los años y las inundaciones monzónicas. Algunos de los grandes troncos de teca han tenido que ser reforzados (o sustituidos) por pilares de hormigón. Lo cual, sinceramente, no resta belleza a su aspecto al atardecer.

Visita al Puente de U Bein

Monje budista en el Puente U Bein © David Escribano

He tenido la suerte de pasear por las maderas del puente de U Bein casi una decena de veces. Y debo decir que es uno de esos lugares que nunca llegan – ni llegará – a cansarme.

Es cierto que el lugar ha cambiado mucho desde la primera vez que lo vi, allá por 2011, pero sigue  teniendo, a pesar de la algarabía que se forma hoy en día tanto en el puente como en sus aledaños, un encanto especial.

El mejor momento del día para visitar el puente de teca de U Bein es, sin lugar a dudas, el atardecer. Durante los meses de julio y agosto (que es cuando suelo ir yo), esto ocurre en torno a las 6.30 pm. Además, al ser estación de lluvias, el nivel del agua del lago suele estar bastante alto, creando unas estampas realmente curiosas.

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Recuerdo una ocasión en la que había tanta agua que casi alcanzaba los tablones del puente. Y he visto fotografías en las que las barcas pasaban entre la parte superior de los pilares de un puente que estaba totalmente anegado por las aguas.

Atardecer en el Puente U Bein © David Escribano

Al acercarte al puente, comienzan a aparecer pequeños restaurante y puestos de vendedores de fruta, tortillas de camarones, gambas, cangrejos, noodles (cómo no), cervezas Myanmar, baratijas, telas... Un poco de todo. Sus clientes principales no son los turistas extranjeros, sino los centenares de birmanos que se acercan a pasear por el puente al atardecer. Esa es una de las cosas que más me gusta de Myanmar: incluso en los lugares más turísticos del país, nunca llegas a encontrarte con una horda de turistas occidentales.

El bullicio es importante y se entremezcla con los gritos de los remeros del lago. Y es que hay dos maneras principales de disfrutar del atardecer en el puente de U Bein: desde una barca que surca el lago o desde el puente en sí.

Mi consejo es que hagáis una mezcla. Es decir, podéis coger la barca primero (es muy barata, 12.000 MMK (unos 7 euros al cambio de 2019) por barca en la que caben 4 pasajeros) y esperar a que el sol desaparezca, tras teñirse de naranja, detrás de las montañas del horizonte. Después de ello, podéis caminar, mientras las nubes del cielo van cambiando del naranja al morado, por el puente.

En ese momento, el puente se halla en su cénit. Multitud de jóvenes birmanos se toman cientos de fotos y no son pocos los que le piden una instantánea a los occidentales. Les resultamos curiosos. Todos esgrimen una sonrisa embelesadora cuando te piden la foto, así que es imposible negarse. Algunos de ellos, además, hablan inglés (incluidos algunos monjes dicharacheros) e intentarán comenzar una conversación contigo. Esas cosas que forman parte de la magia imborrable de los viajes.

Si quieres, puedes recorrer los 1,2 km de longitud del puente, y llegar a la aldea del otro extremo, pero casi es mejor buscar tu rincón tranquilo y disfrutar de uno de esos espectáculos creados a medias por el hombre y la naturaleza, que te dan la respuesta a la pregunta de por qué sigues viajando.

 

 

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¡Viva el profesor John Keating y su Carpe Diem! Con el corazón dividido entre España e Irlanda y 3 viajes de larga duración a mis espaldas me vengo aquí a arengar al personal a viajar. ¡Que la vida es muy corta gente!


David Escribano ha escrito 1905 artículos en Viajablog.

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