Monkey Mia se encuentra enclavado casi a mitad de la costa Oeste australiana, en el inmenso parque natural de Shark Bay a 800 kilómetros al Norte de Perth.
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La afluencia de turistas se debe en gran parte a las estrellas del lugar, un grupo de delfines que, a pesar de haber nacido y vivir en estado salvaje, han establecido un lazo de amistad con los humanos y durante los últimos 40 años vienen a la playa a ser alimentados un par de veces al día.
Así que a pesar del nombre del lugar no son los monos sino estos delfines los que tienen fama en toda la costa Oeste.
Nosotros, al no tener más tiempo y tener que desandar el largo trayecto de vuelta a Perth, fijamos Monkey Mia como la última parada en nuestro particular road trip de esta zona del Mundo.
Aunque la visita en sí mereció mucho más la pena que nuestra parada en The Pinnacles, ya sólo el paisaje que presenciamos en los cientos de kilómetros de costa al Sur de Monkey Mia mereció la pena. Acantilados, playas desiertas -algunas de ellas de una belleza extrema como la Shell Beach que en lugar de arena tiene una capa de hasta 10 metros de profundidad de pequeñas conchas-, aguas de distintos verdes y azules separados por sólo unos metros y animales tanto terrestres como marinos.
Estábamos dando un paseo en una de esas playas que te atraen como un imán al verlas desde la carretera, cuando a un metro de la orilla, dentro del agua, vimos una manta gigante. Era tan grande que se podía ver desde la arena casi perfectamente. Espectacular.
Para acceder a la playa de Monkey Mia tenéis que comprar un ticket que os servirá por 24 horas. Si os quedáis sólo unas horas podéis darlo a otros viajeros que os caigan bien y vayan para allá, como nos pasó a nosotros.
El recinto incluye apartamentos a pie de playa, camping y hostal -con una gran cocina común, pista de tenis y piscina- para los que quieran quedarse a hacer noche. La playa de la zona está bastante bien y hay gente que no sólo viene a ver los delfines sino que se quedan a pasar unos días relajados tirados al Sol.
Pero lo que la gente quiere es ver de cerca a los famosos delfines. Vienen a alimentarse un par de veces al día de media. A primera hora de la mañana y al mediodía es cuando más oportunidades tendréis de verlos. Nosotros tuvimos esa suerte y 4 de ellos vinieron casi a las 12. La gente del parque trae entonces unos cubos con pescado y eligen a un par de voluntarios del público para meterse en el agua y darles de comer de su propia mano.
La mujer que hacía las veces de guía de nuestro grupo me vio con cara de niño -niño barbudo, éso sí- con ganas de saltar al agua y me eligió entre las -aproximadamente- 40 caras de distintos colores y tamaños que le escuchábamos cámara en mano.
Así que me dieron un par de pescados del cubo, me metí en el mar hasta las rodillas y ofrecí la presa fácil al delfín que se acercaba. El campeón ladeo la cabeza y me quitó el pescado de la mano con un movimiento rápido y limpio.
Sólo les dan un pequeño aperitivo porque no quieren que pierdan sus habilidades depredadoras que serán vitales para su supervivencia en mar abierto.
Si llegáis justo después de una de las visitas de los delfines podéis hacer tiempo dándoos un baño en la playa o viendo algunos de los documentales -marinos y sobre la zona de Shark Bay- que tiene en una pequeña sala de proyección. El lugar es también un centro de estudios biomarinos.
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Un lugar que bien merece la visita.